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02 de octubre de 2010

Una nueva oleada de grandes huelgas sacudió en las últimas semanas a Francia y Alemania.

Francia contra las reformas reaccionarias

Obreros y estudiantes tantean rumbos comunes

En Francia, el martes 20 los ferroviarios, los estatales y el movimiento estudiantil convergieron en el paro y en las calles.
Tras una huelga de nueve días seguidos contra la reforma de los regímenes especiales de jubilación, recién el viernes los trabajadores franceses del transporte público volvieron al trabajo, mientras continuaba la negociación con el gobierno.
Alemania, por su parte, sintió los efectos de un paro de 3 días de los conductores de locomotoras: la mayor huelga en la historia de la empresa de ferrocarriles Deutsche Bahn. Los afiliados al Sindicato de Maquinistas Alemanes (GDL) reclaman un aumento salarial de hasta el 31% para los empleados con salarios más bajos, y una reducción a 40 horas de la jornada laboral semanal. La empresa hasta ahora sólo ofreció un aumento del 4,5%.
Las autopistas de acceso a las principales ciudades de Alemania se atascaron, especialmente en el este alemán, donde sólo operó el 20% de los trenes. En el oeste, donde muchos maquinistas tienen categoría de “funcionario público” y se les prohíbe ir a la huelga, funcionó la mitad de los trenes.

Tormenta social
Francia se paralizó por la huelga nacional de los trabajadores del transporte, del gas y de la electricidad contra la reforma que el ultraconservador Sarkozy quiere imponer en los regímenes especiales de pensión. Paralelamente, la mitad de las 85 universidades del país permanecieron tomadas durante tres semanas por estudiantes y profesores contra las reformas privatizadoras que el gobierno impulsa para las universidades. Los estatales, por su parte, protestan contra los despidos, la eliminación de beneficios y la carestía.
Y todo esto mientras Sarkozy acaba de aumentar su propio salario en un 140%, y las grandes fortunas de Francia son “estimuladas” con importantes ventajas fiscales. Parloteando sobre la “equidad” y la “justicia”, el gobierno maniobró para meter una cuña entre ellos y los trabajadores que tienen régimen de jubilación común, para llevar a cabo su plan de generalizar el período de aportes de 40 años que en la actualidad rige para 21 millones de trabajadores de empresas privadas y 5 millones de estatales y municipales.
Para el gobierno y los jefes de los monopolios franceses, el medio millón de trabajadores que conquistaron regímenes jubilatorios especiales –principalmente en las compañías de transporte SNCF y RATP y en las empresas públicas de energía Electricité de France y Gaz de France (EDF y GDF)–, son “privilegiados” que afectan el presupuesto nacional.
Su programa se resume en “modernizar” la Francia imperialista mediante el aumento de la “productividad” y la “flexibilización” de los trabajadores para reposicionarla en la competencia interimperialista “global”.

Estás errado, Nicolás
Pese a todos los esfuerzos oficiales por romper la unidad de acción del movimiento obrero (alentando la conciliación o la abierta traición de las direcciones gremiales reformistas), muchos de esos millones han llegado muy rápidamente a la conciencia de que éste no es más que el primer paso para una reforma antiobrera global de las jubilaciones en 2008 y para la ofensiva generalizada contra los derechos laborales en general.
De hecho las grandes patronales nucleadas en el Medef ya reclaman que el período de aportes sea de 43 años, pero aspiran a imponer –eso sí, en nombre de la “equidad”– los 45 años de aportes, como ya se hizo en Bélgica con el aval de la Unión Europea.
Electo hace apenas 6 meses, Sarkozy, que se creyó que sus planes ultraliberales de privatización, achicamiento del Estado y concentración monopolista tenían vía libre, se dio de cara contra esta primera oleada de luchas populares contra el robo de conquistas sociales históricas.
La pulseada es fuerte. Para Sarkozy, la reforma de los regímenes especiales de jubilación es la avanzada del conjunto de reformas reaccionarias y antipopulares que impulsa. Por eso hizo de todo para fracturar a los sindicatos y dividir el movimiento.
Pero el descontento social es profundo y augura nuevos capítulos. La tormenta en Francia recién empieza.

 

Casi 40 universidades tomadas
¡Privatización no!


Casi 40 universidades bloqueadas en toda Francia. Tras tres semanas de lucha, la movilización estudiantil alcanzó el 14 de noviembre su pico máximo. Después, algunas facultades fueron desalojadas por la policía.
Los estudiantes –con el apoyo de una parte de los profesores– cuestionan la ley de “libertades y responsabilidades de las universidades” votada en agosto, que modifica el financiamiento estatal de las universidades y abre la puerta a la injerencia creciente de las empresas en la gestión de aquéllas.
El 22 de noviembre, alrededor de 5 mil estudiantes marcharon al Ministerio de Enseñanza Superior: “Universitarios, secundarios, desocupados y asalariados, ¡juntos debemos luchar, juntos vamos a ganar!”, retumbó en las calles de París.
Con el pretexto de la “autonomía presupuestaria” y de “gestión de los recursos humanos”, la ley es la antesala de la privatización de la enseñanza superior, metiendo a las gerencias empresarias en los consejos de administración de las universidades. A medida que se restringe el presupuesto de la enseñanza superior, los monopolios son quienes cada vez más deciden sobre los rumbos de la educación.
En estos días resurgió en Francia la perspectiva de unidad entre obreros y estudiantes. Más aún después del gran triunfo de los estudiantes en su lucha de febrero–marzo de 2006 contra el Contrato de Primer Empleo.