Noticias

20 de mayo de 2015

El gigantesco negocio en que se transformó el fútbol y la complicidad de distintos sectores del Estado han permitido el crecimiento descomunal de los grupos mafiosos denominados “barrabravas”, que agigantan su poder, su ambición y sus ingresos, dejándonos 
a los hinchas con cada vez más miedo, más impotencia y menos fútbol.

Fútbol para nadie

Otro logro de la “década ganada”

El fútbol es un negocio gigante donde se mueven millones. Una muestra de esto es el descomunal presupuesto que el gobierno destina al programa “Futbol Para Todos”. Aclaramos que estamos a favor de que los partidos se televisen en forma gratuita por los canales de aire, para que millones de argentinos apasionados con el fútbol puedan ver a sus equipos, pero… ¿a dónde va a parar esa montaña gigante de dinero? 

El fútbol es un negocio gigante donde se mueven millones. Una muestra de esto es el descomunal presupuesto que el gobierno destina al programa “Futbol Para Todos”. Aclaramos que estamos a favor de que los partidos se televisen en forma gratuita por los canales de aire, para que millones de argentinos apasionados con el fútbol puedan ver a sus equipos, pero… ¿a dónde va a parar esa montaña gigante de dinero? 
La trenza Estado-barras
Los clubes cada vez tienen deudas más grandes, por lo que está claro que ese dinero no se utiliza bien, y que hay corrupción y malversación de esos fondos estatales. La trenza entre funcionarios, policías, dirigentes y barrabravas se apropia de gran parte de ese dinero. Para esto existen los caminos “legales” (aunque no legítimos) como los millones que cobra la productora “La Corte” –formada por testaferros del gobierno K– por televisar los partidos, o la montaña de plata que recibe la policía para realizar sus (ineficaces) operativos policiales, o los porcentajes por transferencias de futbolistas que perciben dirigentes y representantes. 
Pero también crecen cada vez más los negocios “ilegales”: la reventa de entradas, los trapitos alrededor del estadio, los puestos de choripán y camisetas en las cercanías de las canchas, la venta de droga en la tribuna, etc. Y de esos negocios millonarios “muerden” varias bocas: dirigentes, funcionarios y policías, que utilizan a los barrabravas como fuerza de choque para llevar adelante sus chanchullos. Es cierto que algunas barrabravas crecieron tanto que ya son estructuras delictivas autónomas que sobrepasan al fútbol (por ejemplo: la participación de la barrabrava de Boca en la feria de “La Salada” o la de River en los recitales) pero, para poder hacer “sus negocios” en el fútbol, siempre los barras se asocian a los distintos sectores del Estado. ¿Alguien cree que es posible “copar” las calles de los alrededores sin acordar con la policía? ¿Cuánta guita recibe el comisario por dejar operar a los trapitos? ¿Es posible desarrollar el negocio de la reventa sin la complicidad de los dirigentes que le facilitan las entradas? ¿Cuánto se llevan los miembros de la Comisión Directiva por este negocio que ejecutan los barrabravas? 
 
Fuerza de choque de los políticos
Otro tema escandaloso es la relación de los políticos con las barras, que “se alquilan” para funcionar como fuerza de choque del funcionario de turno. Vale recordar como el gobierno les facilitó a los barrabravas el viaje al Mundial de Sudáfrica en el 2010 mediante la tristemente célebre asociación “Hinchadas Unidas Argentinas” (HUA). Estos hinchas, a cambio, acordaron entre otras cosas mostrar banderas contra el grupo Clarín a pedido del gobierno. 
También es conocida la relación del gobierno K con sectores de la barrabrava de River a través del hermano de la actual ministra de Seguridad de la Nación María Cecilia Rodriguez (con escuchas judiciales que lo comprueban), o la relación del gobierno de Macri con la barrabrava de Boca vía su presidente Angelici (que también es funcionario del PRO). La barrabrava de Boca, a su vez, tiene relación con las fuerzas de seguridad kirchneristas como la Federal, a través del encargado de seguridad de Boca (un ex policía echado de la fuerza por malversación de fondos) que tiene como segundo a su cargo al hermano de uno de los jefes de la hinchada. Esto sucede en mayor o menor medida en todos los clubes de Argentina, agravándose cuanto más grande es el club, ya que hay más dinero en juego.
Lo cierto es que el gobierno kirchnerista es cómplice y ha empeorado la situación: a través de la plata que destina sin ningún control a los clubes, mediante su sociedad con el mafioso que gobernó la AFA desde la dictadura (el inefable Julio Grondona), utilizando a los barrabravas como fuerza de choque como se vio en el caso de HUA, y llegando al extremo de Cristina elogiando por cadena nacional a los barrabravas. 
No nos olvidemos que fue durante este gobierno que se prohibió al público visitante en los estadios, medida que no resolvió absolutamente nada. También fue durante este gobierno que crecieron las luchas internas en las barras por el control de los negocios.
El superclásico del escándalo
La suspensión del último Boca-River mostró con claridad ante millones el gran poder que acumularon los barras en los últimos años: pueden suspender un partido a su antojo, y pueden ingresar a la cancha con lo que quieran (bengalas, drones, gas pimienta, armas, etc.). Utilizan los disturbios como método para obtener una tajada mayor de la torta para sus fracciones.
Lamentable fue el operativo de seguridad que incluyó efectivos privados contratados por la dirigencia de Boca y 1.500 policías a las órdenes de Berni. Cada uno le echaba la culpa del fracaso al otro. Pero las relaciones que juntan a todos con todos terminaron uniendo una vez más al PRO con los K y, luego de estos cruces de acusaciones al finalizar el partido, el fin de semana Sergio Berni cambió el blanco y en vez de “pegarle” a Boca y a Angelici, pasó a criticar a la Conmebol (organismo del fútbol sudamericano que organiza la Copa Libertadores). Otra muestra más de la trenza. 
La Conmebol, a su vez, también aportó lo suyo al escándalo, intentando por todos los medios que el partido continuase pese al estado de los jugadores atacados, que no estaban en condiciones de continuar. Era vergonzoso ver a su delegado parado en el campo de juego negociando con los representantes de la televisión y con el árbitro para evitar la suspensión. Las malas lenguas dicen que la TV pedía “prolongar la indefinición” ya que gracias al escándalo se incrementó el rating de la trasmisión. 
Hasta los jugadores de Boca “quedaron pegados” al preferir no ayudar a sus colegas de River, para terminar premiando con su saludos a los barrabravas que minutos antes habían atacado a los jugadores rivales. ¿Futbolistas Agremiados, o sea el sindicato de los jugadores?, no se conoce su posición.
 
Enseñanzas
Lo único positivo que dejó este terrible y patético hecho es que quedó claro, para millones, el grado de podredumbre en el fútbol argentino, y que los barras mafiosos tienen cada vez más poder gracias a los políticos, funcionarios y policías que son sus cómplices. En las charlas del día posterior al partido no se salvaba nadie: en cada fábrica, escuela y oficina se escuchaban las críticas a todos estos delincuentes que nos están robando una de las cosas que más amamos los argentinos: el fútbol. 
Es nuestra tarea como militantes mostrarle a esas masas, hartas de la podredumbre, que hay un camino posible para terminar con los mafiosos.