El lenguaje poético de los indoamericanos, presente en la geografía terrestre, humana y espiritual de este continente-nación, fue la herramienta elegida por Galeano para describir la memoria de la opresión. Y esa memoria cargada de poesía fue su arma predilecta contra un establishment conservador-posibilista fuertemente europeizado que en resumidas cuentas siempre se inclinó en obscena genuflexión ante el poder imperial y sus reclutas de turno. Eduardo Hughes Galeano fallece en su Montevideo natal a la edad de 75 años, dejando tras de sí, una extensísima obra iniciada como dibujante y periodista de El Sol cuando apenas era un adolescente de 14 años.
A mediados de los 50, en ese periódico, órgano de difusión del Partido Socialista, el joven Galeano fue testigo y partícipe de polémicas que marcarían el inicio de una era crítica del “país gris”, cuyas vacas ya no eran tan gordas y donde los batllistas dejaron de ganar elecciones. En esa redacción comenzó su formación política. Eran épocas de cambio entre las concepciones parlamentaristas pequeño burguesas de Frugoni y las de movilización popular de Vivian Trías, siendo el contacto con los sindicatos y las organizaciones sociales lo esencial de la acción política. Allí trabajó junto al periodista Raúl Sendic, Guillermo Chiflet, Rosenkof, el loco Leguizamón que se fue a la frontera de Brasil a organizar a los arroceros de Treinta y Tres, que más tarde marcharían sobre Montevideo, seguido del Bebe Sendic yendo a Paysandú a actuar como defensor de oficio de los cañeros del Espinillar.
En 1958 comienza su colaboración con Marcha, destino de gran parte de la redacción de El Sol. Marcha fue desde su aparición en 1939, una prensa donde se reunía a discutir y publicar la intelectualidad nacional, su director Carlos Quijano y su redactor Juan Carlos Onetti supieron amalgamar lo mejor de la inteligencia nacional en esa publicación que llegó a tener una amplia distribución internacional. El joven Eduardo, caricaturista de ese medio, deseando ver publicados sus artículos decide en 1960 viajar a Buenos Aires. Allí Chiquita Constenla le pide hacerse cargo de la redacción de la revista “Che”, que sería clausurada a los pocos meses de iniciada su labor. Su regreso a Montevideo marcaría el inicio del Galeano cronista político de Marcha, y la tarea de secretario del Departamento de Publicaciones de la Udelar.
En agosto de 1961, Ernesto Che Guevara fue invitado como representante de Cuba a la Conferencia de Punta del Este organizada por el Consejo Interamericano Económico y Social (CIES). EEUU pretendía la subyugación total de Latinoamérica a su proyecto económico y militar. El Che mantiene una agenda cargada de encuentros con personalidades y reporteros de todo el mundo, pero sobre todo con representantes de los movimientos sociales y políticos. Clausurada la conferencia del CIES el 17 de agosto de 1961 el Che llega a Montevideo para un encuentro con los estudiantes universitarios en el Paraninfo. Finalizada esa memorable visita a la Universidad ocurre un atentado criminal en el que pierde la vida el profesor de historia Arbelio Ramírez, miembro del Comité de Intelectuales y Artistas de Apoyo a Cuba. Ese acontecimiento será el motivo de la primera publicación de Eduardo Galeano: “El asesinato de Arbelio Ramírez “editado por Corporación Gráfica. Desde este primer trabajo a “Las venas abiertas de América Latina” hubo once publicaciones en las que se reconoce una etapa del escritor como acusador de un sistema político dependiente del Imperialismo Norteamericano, acusación acotada a una referencia tangencial del marxismo. Aún serán necesarios mucho sudor y lágrimas para que el joven Eduardo se convierta en el Galeano admirado. Su amor por la revolución cubana, no será otro que el de toda esa generación de jóvenes que veían en la imagen de Fidel y el Che Guevara la representación de un mundo distinto y mejor, en donde el sueño romántico de libertad se materializaba en las armas de los rebeldes entrando triunfantes en La Habana.
En 1964 Eduardo, con veintitrés años viaja a China y a la URSS enviado por el semanario Marcha y Monthly Review de New York, con la finalidad de entrevistar a Chou En Lai en momentos en que la polémica contra el revisionismo de Jrushchov alcanza su cima. Esas crónicas se corporizan en un libro: China 1964, crónica de un desafío, en la próxima entrega de esta breve biografía nos referiremos especialmente a esa publicación.