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02 de octubre de 2010

El planteo de la “no violencia” no ayuda a la lucha popular. Nuestro país tiene una trágica historia que muestra la falsedad de la idea de que es necesario tiempo para ahorrar sangre.

¿Gandhi o Mao?

Hoy 1230 / Un debate necesario

Hace pocos días, la líder de la Coalición Cívica Elisa Carrió ha vuelto a plantear que el camino para los argentinos es el de conformar un “movimiento por la no violencia”, inspirado en el de Mahatma Gandhi en la India de mediados del siglo 20.
Ya en 2006, “Lilita” decía en una carta a sus adherentes que “La violencia nos hace actuar, lo sepamos o no, de maneras en que el dolor del otro no es reconocido y es imperioso reconocer el dolor que la violencia ha generado en todos. Necesitamos formarnos ya que el primer cambio hacia una cultura de la No Violencia es interior”.
Siempre hemos planteado que el Estado es el instrumento de las clases explotadoras para mantener su dominio sobre las clases explotadas y asegurar su poder. También, aprendiendo de la experiencia histórica, que esta maquinaria estatal, en nuestro caso oligárquico imperialista, debe ser destruida poniendo en su lugar nuevas instituciones de un Estado de las clases revolucionarias.
¿Es posible hacer esto por la vía de la “no violencia”? Sabemos que no, porque las clases revolucionarias necesitan conquistar el poder político, y las clases dominantes no van a cederlo “pacíficamente”.

La independencia de la India
La doctora Carrió suele usar el ejemplo de la independencia de la India. ¿Cómo fue ese proceso? El gran país asiático, considerado como la “perla más preciosa” del colonialismo inglés, libró una dura batalla por terminar con la dependencia. Ya en el siglo 20, Mahatma Gandhi fue uno de los dirigentes principales de este proceso.
Si bien Gandhi es conocido por sus planteos de desobediencia civil “no violentos” contra los ingleses, no dudó en utilizar distintos métodos de lucha. La India obtuvo su independencia luego de la segunda guerra mundial, en 1947, pero el proceso liderado por Gandhi y Jawaharlal Nehru no demolió las estructuras coloniales; en los años siguientes se mantuvo el alto nivel de hambruna, y crecieron los enfrentamientos entre los distintos sectores que habían peleado juntos frente a los imperialistas, en un país atravesado por el sistema de castas (todavía hoy hay más de 150 personas pertenecientes a la casta de los “intocables”), y con poderosas minorías nacionales. El enfrentamiento entre hindúes y musulmanes llevó a la división de la India y Pakistán. Gandhi se mostró proclive al enfrentamiento bélico con Pakistán y acordó en mantenerlos como dominios dentro del Imperio Británico, otorgándoseles total autonomía, pero teniendo al rey del Reino Unido como el titular jefe de Estado y un gobernador general como representante del rey.

Dos caminos
El pueblo chino, dirigido por el Partido Comunista encabezado por Mao Tsetung, libró durante décadas grandes batallas por la liberación del país de la opresión imperialista y terrateniente. Por la experiencia del pueblo chino, así como de otras revoluciones triunfantes y por nuestra propia historia en la lucha por la independencia, sabemos que no es conciliando con los enemigos que se ahorran sufrimientos a la clase obrera y el pueblo, y se defienden los intereses nacionales.
Como le dijo Mao a la periodista norteamericana Anna Louise Strong, en agosto de 1946, cuando ésta le preguntó por cuánto podía mantenerse el Partido Comunista en la guerra civil con el Kuomintang: “En lo que concierne a nuestro deseo, no quisiéramos combatir ni un solo día. Pero si las circunstancias nos obligan a luchar, podemos hacerlo hasta el fin”. Así se consiguió en 1949 el triunfo de la revolución china.
La India, luego de su independencia, mantuvo la concentración terrateniente. En 1953, el 3,6% de los propietarios controlaba el 44,8% de la superficie agrícola, mientras 38,2% de las familias más pobres apenas disponía del 6,2% de las tierras y 23,1% de las familias rurales aún más pobres no disponían de tierra en absoluto. Las cifras de la hambruna no disminuyeron, y aún hoy la mitad de la población vive sin electricidad ni agua corriente, en estado de pobreza absoluta, con ingresos de menos de dos dólares por día.

El socialismo demostró su superioridad
En China, a partir de la Reforma Agraria que luego de 1949 se extendió a toda la república, y con la política de “servir al pueblo” del gobierno revolucionario, se pudo garantizar en poco tiempo comida por arriba de los niveles de desnutrición para toda la población. La clase obrera y el pueblo chino, ejerciendo la dictadura sobre las clases reaccionarias y la más amplia democracia para las masas, pudo decidir qué y cómo se producía, y cómo se distribuía lo que se producía.
Un economista suizo, Gilbert Etienne, decía que para el período 1952-1955, “la producción per capita en China fue del 30% superior a la de la India”.
La revolución china, entre 1949 y la restauración capitalista de 1978, trajo enormes mejoras al pueblo chino:

• De 1949 a 1975 la esperanza de vida se duplicó: de 32 a 65 años. 
• En una generación, la tasa de alfabetización subió de 15% en 1949 a 80-90% a mediados de los años 1970.
• La reforma agraria y la cancelación de las deudas de los campesinos llevadas a cabo con la dirección del Partido Comunista a fines de los años 1940 y comienzos de los 1950, son la mayor expropiación y redistribución de riqueza de ricos a pobres en la historia.
• La Ley de Matrimonio de 1950 de la China revolucionaria estipuló el matrimonio por consentimiento mutuo y el derecho al divorcio, y prohibió la compraventa de niños y el infanticidio. 
• Con Mao la economía industrial china creció un promedio de 10% al año, incluso durante la Revolución Cultural. 
• La producción agrícola creció a un ritmo de 3% al año, un poco mayor que el crecimiento de la población.
• Estableció un sistema universal de servicios médicos gratuitos o de bajo costo guiado por los principios de cooperación e igualitarismo. La China maoísta combinó la medicina tradicional con la occidental. Formó a 1.3 millones de campesinos como proveedores de servicios médicos (“médicos descalzos”) para satisfacer las necesidades básicas de salud en el campo.

Luego de la tragedia de la restauración capitalista en China, estas conquistas se fueron perdiendo, y la clase obrera y el pueblo chino fueron derrotados. Como dijo Mao Tsetung: “Luchar, fracasar, luchar de nuevo, fracasar de nuevo, volver a luchar, y así hasta la victoria: ésta es la lógica del pueblo, que tampoco marchará jamás en contra de ella. Esta es otra ley marxista”.