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19 de julio de 2017

 En el medio del escándalo “gobierno-Gils Carbó”, aparece una pretendida comparación entre la expulsión de la procuradora Gils Carbó y la expulsión del Fiscal Nacional de Investigaciones Administrativas, Ricardo Molinas, en el año 1991.

Gils Carbó no es Ricardo Molinas

Macri tapa sus negociados, como antes los K

 
Conviene recordar entonces, que Molinas fue nombrado como Fiscal de Investigaciones por Alfonsín en 1983, con acuerdo del Senado Nacional, cuando se hablaba de constituir un nuevo movimiento histórico.

 
Conviene recordar entonces, que Molinas fue nombrado como Fiscal de Investigaciones por Alfonsín en 1983, con acuerdo del Senado Nacional, cuando se hablaba de constituir un nuevo movimiento histórico.
Durante la preparación del golpe y durante la dictadura Molinas fue perseguido, su casa fue dinamitada por tres veces, hubo de exilarse un período y luego vivir clandestinamente en el país durante los primeros años de la dictadura. 
Su denuncia permanente de la dictadura, en particular de su política económica y sus crímenes y la denuncia de la complicidad del que había sido su partido, la democracia progresista, le habían dado un creciente prestigio.
Durante el primer período, se dedicó a investigar los negociados y vaciamientos de la dictadura, siendo muy conocidas sus investigaciones sobre la deuda externa, el caso Papel Prensa, etc. Luchó incansablemente hasta hacer detener a Martínez de Hoz y que pasara algunos meses en la cárcel, antes que los jueces lo liberaran.
Cuando en algunas de esas investigaciones, empezaron a aparecer personajes del gobierno alfonsinista y sobre todo cuando investigó los negociados de ese gobierno, como la privatización del Puerto de Bahía Blanca, el vaciamiento de los bancos ligados a la Coordinadora, las empresas truchas de Tierra del Fuego, etc., y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, se terminó el idilio y comenzaron los intentos indisimulados para echarlo. Desde la asfixia económica y funcional de la Fiscalía, hasta métodos menos sutiles como el asalto por una banda armada al edificio de la Fiscalía repelida por el hijo y secretario del Fiscal (ante la sorpresiva ausencia de la “custodia” policial) o el baleamiento de su nieto de 12 años, que resultó con el pecho atravesado por un proyectil calibre 9 mm disparado por una comisión policial de civil en la puerta de su casa.
El entonces diputado de la Rúa promovió la virtual desaparición de la Fiscalía, con el entusiasta apoyo del entonces ministro de Alfonsín, Ideler Tonelli. Por extraña o no tan extraña coincidencia, Ideler es el padre de Pablo Tonelli que ahora encabeza el desplazamiento ilegal de Gils Carbó. Con la complicidad de jueces corruptos, se trató de forzar el desplazamiento de Molinas, a pesar de tener acuerdo del Senado. Por lo que solo podía hacerse por juicio político en el Congreso de la Nación, como debería ser ahora el desplazamiento de Gils Carbó.
Cuando Menem asumió, mantuvo con grandes elogios al fiscal Molinas y le encargó un estudio a fondo de la deuda externa. Pero apenas Menem enterró su programa y desnudó su plan de privatizaciones, amnistía a los genocidas, alineamiento con los yanquis, etc., la presencia del fiscal y sus investigaciones se tornaron incompatibles y de nuevo con la complicidad de jueces corruptos y causas inventadas, desplazó ilegalmente al fiscal, y convirtió la Fiscalía, de una institución prestigiada y respetada, en una oscura dependencia administrativa sin ninguna autoridad.
Alguien dijo que en la historia, una tragedia suele reaparecer como una farsa
Varias fueron las vicisitudes de una institución destinada a combatir la corrupción en los actos de gobierno, hasta llegar a la nueva figura de la Procuración, en cabeza de Alejandra Gils Carbó, elegida por sus inocultables simpatías por el kirchnerismo, razón por la cual desde allí jamás surgió ni una sombra de investigación, ni siquiera de sospecha, mientras el país atravesó una de las etapas más siniestras en materia de negociados y corrupción. Que ha explotado ahora con las cajas de Cristina, con los López, los de Vido, los Boudou. 
Asumido Macri como presidente, ya ni se oculta con relatos la vocación entreguista del gobierno, simbolizada en la toma de deuda externa a 100 años (superando al empréstito de la Bahring Brothers) y la identificación del gobierno con un grupo económico monopólico de su propia familia, históricos vaciadores del país, incluso socios de alguno de los peores robos del kirchnerismo como el soterramiento del FC Sarmiento.
Lo que queda claro de toda esta historia, es que Gils Carbó no es Ricardo Molinas. Lo que demuestra es la permanencia de la corrupción como parte necesaria del funcionamiento del Estado, aunque cambien los gobiernos.
Que la corrupción estatal no es problema de personas. Es intrínseca al sistema capitalista donde la competencia feroz entre monopolios, azuzada por el mandato de la máxima ganancia, implica recurrir a todos los métodos posibles para lograrlas.
Y esto está más acentuado en países dependientes como el nuestro donde es parte de la feroz lucha entre los imperialismos por el control del país. Todos se unen en la corrupción, pero se pelean ferozmente en beneficio de quién se va a utilizar.
No es la naturaleza humana, ni el ejercicio del poder los que corrompen. Es al servicio de qué objetivos se pone el poder que se ejerce. Si al servicio del pueblo o al servicio de los monopolios y el imperialismo. Sin avanzar en la conquista del poder por los sectores populares será imposible acabar en serio con la corrupción que tanto odio despierta en el pueblo. 
Así como Gils Carbó cubrió la corrupción del kirchnerismo, su cesantía y la liquidación de todos los organismos de control, violando las propias instituciones que todos dicen respetar, es una necesidad del plan de entrega y hambre del macrismo. Y la necesidad de tapar sus propios negociados, como Odebrecht, Panamá Papers, Correo, etc.