Centenares de manifestantes palestinos salieron a las calles el martes 16, tras un llamamiento de Hamas a celebrar un “Día de Furia” en protesta por la decisión israelí de construir más monoblocks para sus “colonos” en Jerusalén. Dirigentes de ese movimiento nacionalista islámico –al que los imperialistas yanquis y europeos incluyen en su infame lista de grupos “terroristas”– llamaron a una nueva Intifada, es decir a una rebelión popular como las que se produjeron a fines de los años ’80 y principios del 2000.
“¡Abajo la ocupación!”
Con piedras y barricadas, los manifestantes enfrentaron los gases lacrimógenos y balas de las fuerzas de seguridad sionistas. “¡Abajo la ocupación! ¡Fin del sitio a Gaza!”, eran las consignas. Otra vez el epicentro del estallido fue la Explanada de las Mezquitas, donde el ministro de Defensa israelí Ariel Sharon desató una brutal matanza en setiembre de 2000.
La posibilidad de que la nueva rebelión se convierta en un levantamiento generalizado es limitada, debido a la división entre las organizaciones palestinas y a la política conciliadora –auspiciada por los imperialistas de Washington– de la Autoridad Palestina hacia la ocupación israelí. Hamas dirige la franja de Gaza, pero su influencia es menor en Cisjordania, sede de la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas (del grupo Al Fatah).
Sin embargo las potencias temen que la chispa palestina pueda incendiar a todo el mundo árabe. Las manifestaciones palestinas se iniciaron a fines de febrero a causa de la decisión del gobierno de Netanyahu de incluir en el patrimonio nacional israelí dos de los lugares sagrados que comparten judíos y musulmanes en Cisjordania, la Mezquita de Bilal, en Belén –Tumba de Raquel para los judíos–, y de la Mezquita de Ibrahim, en Hebrón.
El viernes 19, tras las habituales plegarias musulmanas, se produjeron nuevas protestas de jóvenes palestinos contra la expansión israelí.
Las provocaciones israelíes
El oprimido pueblo palestino vuelve a ser víctima de los poderosos que disputan y acuerdan en el tablero regional.
En plena visita del vicepresidente yanqui J. Biden a Tel Aviv, y en abierto desafío a la política de Obama, que busca consolidar la influencia de Washington en el Medio Oriente con la reactivación del proceso de “paz” y el mejoramiento de las relaciones con el mundo islámico prometiendo un Estado palestino independiente, el gobierno israelí de Benjamin Netanyahu anunció la construcción de 1.600 nuevos departamentos en Jerusalén Oriental (que los palestinos reclaman como su capital histórica), la declaración de la Tumba de los Patriarcas en Hebrón como “patrimonio histórico” de Israel, y la inauguración de una antigua sinagoga reconstruida en la parte antigua de Jerusalén.
Probablemente la desembozada provocación del gobierno israelí esté dirigida a quebrar el apoyo de sectores sionistas norteamericanos a la política conciliatoria de Obama hacia los árabes. Lo cierto es que el presidente yanqui debió suspender el viaje de su enviado especial al Medio Oriente, George Mitchell. La tradicional alianza entre los imperialistas yanquis y los fascistas israelíes entró en un paréntesis de enfriamiento.
Bombas contra los colonizados
Mientras tanto, los palestinos siguen viviendo en territorios bajo ocupación militar, con sus ciudades y campos en Cisjordania cortados por un muro y por decenas de puestos de control militar, sitiados desde hace dos años y medio y bombardeados en Gaza, con el agua para sus cultivos racionada y cortada a voluntad por los ocupantes, y con sus refugiados fuera de Palestina sin derecho al retorno.
Israel volvió a bombardear la bloqueada franja costera de Gaza, en represalia por un ataque con misil desde territorio palestino, que el jueves 18 causó un muerto.
El régimen sionista sigue enarbolando sus ambiciones expansionistas contra viento y marea. Incluso contra la marea de sus aliados yanquis y otros imperialistas que esporádicamente se alarman por los potenciales efectos que la lucha nacional y democrática del pueblo palestino pueda tener sobre otras zonas calientes del planeta. Ahora el llamado “Cuarteto” de “mediadores” para Medio Oriente (EEUU, Rusia, la ONU y la Unión Europea), reunido en Moscú, hizo un llamamiento hipócrita a ambas partes –como si se pudiera dar igual tratamiento a ocupantes y colonizados, opresores y oprimidos–, pidiendo a Israel que congele los asentamientos y a los palestinos que se abstengan “de acciones que puedan entorpecer el comienzo de las negociaciones”.
Pero los supuestos representantes de la “comunidad internacional” se limitan a lamentar algunas acciones que consideran “excesivas” de Israel en su “defensa propia”, a llamar a los palestinos a seguir en conversaciones “de paz” con los colonialistas israelíes sin mencionar su derecho legítimo a la resistencia ni menos aún mencionar la posibilidad de sanciones al ocupante, y a comprar con “ayuda” financiera la voluntad de dirigentes palestinos “moderados” para que frenen la resistencia popular.