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02 de octubre de 2010

“Han tenido que asesinar para imponer la soja”

Hoy 1207 / El campesinado paraguayo prepara su 15º marcha a Asunción

Imágenes de un noticiero de la tv paraguaya muestran a un atribulado depositero ofrecer, antes de que se le pudran, piñas (ananá) a G. 500 (guaraníes), unos 33 centavos argentinos cada una. Valor al que con suerte llegan por su intermediación o la de los despenseros y carriteros que las ofrecen por las calles a voz en cuello. En cuanto a los campesinos, por cada una de esas piñas reciben G. 200, equivalentes a poco más de 10 centavos argentinos.
Allí argumentan que el mercado local se saturó cuando Argentina, en febrero, dejó de comprarles. Además, los grandes supermercadistas tienen plantaciones propias o efectúan "compras dirigidas" a grupos preseleccionados de productores. No hay colocación, entonces, para la piña producida por los pequeños campesinos.

Sudor campesino
"Hoy es la piña, después sucederá con el algodón…, y así con toda nuestra producción primaria que no tiene valor en el mercado. El 90% de los pequeños productores permanecen endeudados, sin posibilidades de pago", resume con disgusto, atento a las imágenes del noticiero, Odilón Espínola. El es un productor de 10 hectáreas y puede considerarse afortunado en medio de la adversidad: logró vender su producción de media hectárea de piñas, antes de que el precio se desplomara.
Rescata la mirada de la pantalla y se concentra en el diálogo. Tiene un tono de voz apenas audible y la entonación suena melancólica. Todos sus movimientos parecen ir en cámara lenta. Escrutador del entorno, busca con afán las palabras que va a pronunciar en español. Campesino de hablar guaraní, sólo por cortesía intenta la otra lengua. Tiene 44 años y desde el 2001 es secretario de la Federación Nacional Campesina. Su rostro evidencia fatiga, hace meses que reparte los días entre las actividades de la chacra, los compromisos en el local central de la FNC, y una interminable gira por el interior de los asentamientos, hasta donde llega con un puñado de dirigentes rurales para realizar asambleas comunitarias, convocando a la masa a la "15ª Marcha del Campesinado Pobre" que concretarán el próximo 26 y 27 de marzo.
"Como todos los años llegaremos a Asunción con nuestro reclamo", promete con firmeza y recita el lema aprobado para la ocasión: "Ñamomba’e hagua chokokue ry’ái (para reivindicar el sudor del campesinado), por la reforma agraria y la producción nacional. Contra el electoralismo".
Pasa a explicar las razones de la consigna y el desafío que tiene hoy la FNC, cuando la siembra indiscriminada de soja amaga expulsar de la tierra a tantos pequeños campesinos. Y con ellos la diversidad productiva, los cultivos tradicionales como la yerba mate, el tabaco, la caña o el algodón. "De perder esta pulseada -avisa- avanzará el monocultivo. Le estamos haciendo frente a la sojización porque sólo trae más hambre, éxodo y dependencia".

"Envenenadores"
"Hay experiencias muy negativas -opina el presidente de la FNC-. Algunas comunidades campesinas tienden a desaparecer. Grupos económicos, principalmente de origen brasileño, ofrecen a los campesinos un dinero que jamás hemos visto ni podríamos obtener con la producción. Para apoderarse de las fincas usan 2 mecanismos: arriendan, por adelantado, a G. 1 millón la hectárea. O compran a un promedio de G. 5 millones (casi mil dólares) la hectárea. Van cerrando trato, campesino por campesino, procurando formar lotes de varias hectáreas. Si alguien resiste, no arrienda ni vende y elige conservar la chacra y su producción, es probable que acabe muy perjudicado por las fumigaciones que los sojeros practican. Entonces, donde se establecen ellos, casi no quedan posibilidades de hacer otro tipo de producción. Los campesinos son acorralados y obligados a vender o arrendar. Tanto que, en algunas zonas, hasta peligra la alimentación al faltar los cultivos acostumbrados de subsistencia. Además la contaminación también afecta el agua. Por eso los campesinos llaman a los sojeros, con razón, ‘envenenadores’".

Ni caña, ni yerba…
Según algunas estadísticas, los sembradíos de soja, este año, acaparan el 61% de la superficie agrícola del país, con 2,8 millones de hectáreas cubiertas. "Nuestra diversidad productiva -sigue Odilón- ya está en crisis. Descendió el cultivo de caña dulce y hasta dejamos de autoabastecernos de yerba mate. El campesinado podría producir mucho más algodón, que ha sido tradicionalmente nuestro principal rubro de renta (llaman así a la producción que permite ganancia en dinero); más los de autoconsumo, como mandioca, maíz, porotos… Sin embargo, la ausencia de políticas oficiales que miren por nuestro sector hace que nos endeudemos trabajando, mientras declina la verdadera producción nacional y se expande la soja".
Odilón, hace sus cálculos en voz alta: "en mi chacra tengo sembrada hectárea y media de algodón; al terminar la zafra, después de invertir en semilla, trabajo e insumos, voy a recibir, en bruto, G. 1 millón; bastante menos que si arriendo la tierra a los sojeros y me desentiendo de todo".
"El algodón -se explaya- tiene una historia importante en nuestro país. Es el cultivo que más se adapta a las características del campesinado. La cosecha manual, que es la única posible para nosotros, representaba un valor agregado por su resultado final. Sin embargo, las políticas algodoneras del gobierno son anticampesinas y benefician la producción a gran escala, en función del mercado internacional. Años atrás, el Ministerio de Agricultura impuso una semilla de ciclo corto, diseñada para la cosecha mecánica. Una variedad modificada cuyos capullos admiten un solo corte. Si fracasa, fracasa. No brinda las tres oportunidades de recolección que permitía la semilla rústica. Si antes cosechábamos 4 mil y 5 mil kg. por hectárea, esta variedad rinde mil, 1.500, a veces sólo 700 kg. El desaliento que esto causa entre los productores es otro condimento en favor de la sojización".

Expulsados
"Pero decididamente la soja no es para las características de nuestro campesinado. Requiere de una superficie y tecnología que no disponemos (en Paraguay el 80% de las explotaciones rurales tienen dimensiones que no superan las 20 hectáreas). Sin embargo se impuso con el apoyo interno, sobre todo de los menonitas que son quienes tienen un tipo de producción más tipo capitalista. Apuestan a una nueva concentración de las tierras, que ya era alarmante antes. Nos señalan que la soja es generadora de nuevos puestos de trabajo, pero no computan los miles y miles de campesinos que ya está expulsando.
"Tantos -esgrime el presidente de la FNC- que ya dejó de ser un problema exclusivamente campesino. Afecta al conjunto del país. Y ha agravando la dependencia respecto de los monopolios internacionales. Por ejemplo Cargill está construyendo un megapuerto sobre el río Paraguay, cerca de Asunción. Y el avance de Monsanto y otros monopolios extranjeros se han apoderado de nuestra economía. Mientras eso ocurre, nuestra gente migra del campo a la ciudad, en un primer paso. Luego se van a otros países a buscar trabajo. Argentina, España y los EEUU, son sus destinos más frecuentes, sin que sean una posibilidad para salir de la pobreza".

Farsa electoral
"El Estado no tiene propuesta para paliar lo que denunciamos. Nicanor (Duarte Frutos) discursea contra los sojeros, pero en la práctica no propone medidas. Recién hay un borrador de ley para gravar la soja, hablan de un 10%. Pero hasta ahora sigue sin gravamen y sus productores, que en su mayoría no representan capitales nacionales, hasta cuentan con combustible preferencial. De fondo, el gobierno, los jueces, los fiscales, las fuerzas represivas, son claros defensores de esta política agroexportadora, en acuerdo con las recetas de los organismos internacionales.
Ahora estamos en vísperas de una elección nacional que será en abril y desde la oposición también hay discursos demagógicos, pero no respuestas. Tampoco hablan ya de la tierra y la necesidad de una reforma agraria. Por eso nosotros estamos contra esta farsa electoral, vacía de propuestas e intenciones.

Reforma agraria
"Desde la FNC plantemos una reactivación productiva nacional en manos de las mayorías, que significa fortalecer la producción primaria y la industria ligada a la misma. Pero el Estado tiene que tener otra política, de crédito, de producción y de entrega de tierras al campesinado pobre para atender esas necesidades. Por eso continuamos colocando en el centro de nuestras reivindicaciones la reforma agraria. Para ir hacia allí tenemos que organizarnos y luchar junto a la clase obrera y el pueblo trabajador, contra las consecuencias de esta política latifundista y agroexportadora".

Lugar por lugar
Odilón insiste con el desafío de su organización. Ensaya un balance: "Hasta ahora los sojeros no penetraron en las zonas donde la FNC ejerce una influencia directa. Eso quiere decir que los afiliados no cedieron ante sus ofrecimientos. Más, tenemos una experiencia importante de 2 o 3 años de lucha de compañeras y compañeros que ponen resistencia a las fumigaciones masivas. En Caaguazú, por ejemplo, en una ocasión la policía acribilló a un camión con nuestra gente y hubo 2 compañeros muertos. ¡Han tenido que asesinar para imponer la soja! Sobre esas experiencias concretas y el análisis de la realidad estamos discutiendo con la masa campesina, lugar por lugar. Profundizamos el debate con cada compañero, porque aspiramos que lleguen a Asunción, el 26 y 27, conscientes y convencidos del objetivo. La prensa, esta vez, se les echará encima para preguntarles por qué están contra el electoralismo, tratando de mostrar que el campesinado es ignorante de sus propias consignas. Y eso no va a ocurrir".