Desde joven abrazó la causa de la revolución y entendió la necesidad del Partido para luchar por su conquista. Le gustaba decir que estaba agradecido a su Partido que tanto le había enseñado. Tal vez, una de las enseñanzas más valiosas fue la de discutir su línea y hacerse responsable por las decisiones que se tomaban colectivamente.
Así fue que, como delegado en el Astillero Río Santiago, planteó en condiciones adversas la necesidad de encabezar la lucha antigolpista que venía por el gobierno de Isabel Perón. Cuando sobrevino el golpe fue perseguido, pero no se fue del país, se quedó a seguir peleando porque así lo había decidido el Partido. Tal como ocurrió a principios de los ‘90, cuando fue a vivir a San Nicolás porque necesitaban un compañero que se radicara en “la ciudad del acero”.
Con su compañera de toda la vida, Inés y sus tres hijos fueron a comenzar una nueva vida. Enfrentó la ola privatizadora del menemismo defendiendo la condición estatal de Somisa. Alentó la toma, estuvo junto a los obreros en el proceso de lucha y después, cuando se privatizó, continuó junto a ellos bregando por las condiciones dignas de trabajo, pero también por no bajar nunca las banderas de su recuperación.
No había lugar para la resignación, se enojaba con aquellos que bajaban los brazos, discutía con fervor, era cabrón, pero sabía escuchar y reflexionaba con sus compañeros qué caminos tomar. Esta fue una de las características más valiosas.
Armando fue candidato a intendente de San Nicolás, a concejal y a diputado provincial por la Segunda Sección. Actualmente ocupaba el cargo de secretario general adjunto de la CTA Autónoma de San Nicolás y fue fundador y coordinador de la Corriente Clasista y Combativa de San Nicolás.
En la despedida participaron muchísimos amigos, familiares, compañeros del Partido, la CCC y fuerzas amigas. Se escucharon cientos de anécdotas (cada cual tenía la suya) pero todos coincidían en lo mismo: ¡“un compañero que fue ejemplo de lucha”!
En el velorio hubo mucha tristeza y también momentos de mucha alegría con los recuerdos de marchas, cortes, “conversaciones” con la policía y anécdotas familiares.
Como contó su hijo Martín, nacido en septiembre del 76: Inés, su compañera de vida, esperaba a punto de parir que apareciera el gordo (perseguido por la dictadura) en la sala de parto del Instituto Médico Platense (copado por el Ejército). Armando apareció en el momento justo “disfrazado de médico”. Como en cada momento apostando a la vida.
Así vivió y así será recordado: Con el corazón caliente y rodeado del cariño del familión que supo construir con Inés y de los compañeros de lucha que fue cosechando en toda una vida.
¡Hasta la victoria siempre, Gordo Agustín!
Corresponsal