La naturaleza prolongada de la Guerra de Resistencia de China contra el Japón es inseparable de la lucha por una paz perdurable en China y en el mundo entero. En ninguna época histórica ha estado la guerra tan próxima como hoy a una paz perdurable. Como resultado de la aparición de las clases, la vida de la humanidad a lo largo de milenios ha estado llena de guerras. Son incontables las que ha sostenido cada nación, ya dentro del marco nacional, ya contra otras naciones. En la etapa imperialista del desarrollo de la sociedad capitalista, las guerras han adquirido una envergadura y un encarnizamiento excepcionales. La Primera Gran Guerra imperialista, ocurrida hace veinte años, fue una guerra sin parangón en la historia, mas no la última. Sólo la que ha comenzado ahora está cerca de ser la última, es decir, está próxima a la paz perdurable de la humanidad. Hasta hoy, una tercera parte de la población mundial ha entrado en la guerra: Italia, luego el Japón; Abisinia, después España, luego China. La población de los países beligerantes suma ahora cerca de seiscientos millones, o sea, casi un tercio de la población mundial. Los rasgos peculiares de la guerra actual son su carácter ininterrumpido y su proximidad a la paz perdurable. ¿Por qué es ininterrumpida? Luego de invadir Abisinia, Italia agrede a España, y Alemania se asocia a la agresión. Después, el Japón ataca a China. ¿Qué vendrá a continuación? No cabe duda de que Hitler combatirá contra las grandes potencias. «El fascismo es la guerra»[1]; esto es completamente cierto. No habrá interrupción alguna en la transformación de la guerra actual en una guerra mundial; la humanidad no podrá eludir la calamidad de la guerra. ¿Por qué decimos entonces que esta guerra está próxima a la paz perdurable? La guerra actual es el resultado del desarrollo de la crisis general del capitalismo mundial, que comenzó con la Primera Guerra Mundial; esta crisis general empuja a los países capitalistas a entrar en un nuevo conflicto bélico y, sobre todo, a los países fascistas a emprender nuevas aventuras bélicas. Se puede prever que esta guerra no salvará al capitalismo, sino que lo aproximará a su ruina: Esta guerra será más vasta y encarnizada que la de hace veinte años, abarcará inevitablemente a todas las naciones y será muy prolongada; la humanidad soportará grandes sufrimientos. Pero en el curso de ella, debido a la existencia de la Unión Soviética y a la elevación de la conciencia política de los pueblos del mundo, surgirán sin duda grandiosas guerras revolucionarias para oponerse a todas las guerras contrarrevolucionarias, confiriendo así a esta guerra el carácter de lucha por una paz perdurable. Aunque más tarde haya todavía otro período de guerra, ya no estará muy lejos la paz perdurable en el mundo entero. Una vez que la humanidad haya eliminado el capitalismo, entrará en la era de la paz perdurable, y ya no será necesaria la guerra. No se necesitarán entonces ejércitos, buques de guerra, aviones militares ni gases tóxicos. El hombre ya no volverá a ver la guerra por los siglos de los siglos. Las guerras revolucionarias que han comenzado son parte de esta guerra por la paz perdurable. El conflicto entre China y el Japón, países que tienen una población total de más de quinientos millones, ocupará un lugar importante en esta guerra por la paz perdurable, y de ella saldrá la liberación de la nación china. La nueva China liberada, la China del futuro, será inseparable del nuevo mundo liberado. El mundo del futuro. De ahí que nuestra Guerra de Resistencia contra el Japón adquiera el carácter de lucha por una paz perdurable.
La historia demuestra que las guerras se dividen en dos clases: las justas y las injustas. Todas las guerras progresistas son justas, y todas las que impiden el progreso son injustas. Los comunistas nos oponemos a todas las guerras injustas, que impiden el progreso, pero no estamos en contra de las guerras justas, progresistas. Los comunistas lejos de oponernos a estas últimas, participamos activamente en ellas. Entre las guerras injustas, la Primera Guerra Mundial fue un caso en que ambos bandos pelearon por intereses imperialistas; por lo tanto, los comunistas del mundo entero se opusieron resueltamente a ella. La forma de combatir una guerra de este tipo es hacer cuanto se pueda por prevenirla antes de que estalle y, si llega a estallar, oponer la guerra a la guerra, oponer la guerra justa a la injusta, tan pronto como sea posible. La guerra que realiza el Japón es una guerra injusta, que impide el progreso, y todos los pueblos del mundo, incluido el japonés, deben oponerse y de hecho se oponen a ella. En China, todos, desde el pueblo hasta el gobierno, desde el Partido Comunista hasta el Kuomintang, han levantado la bandera de la justicia y realizan una guerra revolucionaria nacional contra la agresión. Nuestra guerra es sagrada y justa, es progresista y aspira a la paz. No sólo aspira a la paz de un país, sino también a la de todo el mundo, y no sólo a una paz temporal, sino a una paz perdurable. Para lograr este objetivo, debemos sostener una lucha a muerte, estar preparados para cualquier sacrificio, perseverar hasta el fin y no detenernos jamás antes de alcanzar la meta. Serán grandes los sacrificios y hará falta mucho tiempo, pero ya aparece con nitidez ante nosotros un mundo nuevo donde reinarán para siempre la paz y la luz. La convicción con que hacemos esta guerra se basa precisamente en que estamos luchando por una nueva China y un nuevo mundo de paz y luz perdurables. El fascismo y el imperialismo quieren perpetuar las guerras, pero nosotros queremos acabar con ellas en un futuro no muy lejano. Para conseguir este fin, la gran mayoría de la humanidad debe esforzarse al máximo. Los 450 millones de chinos constituyen una cuarta parte de la población del mundo, y si mediante sus esfuerzos mancomunados logran aplastar al imperialismo japonés y crear una nueva China libre e igual en derechos, habrán hecho indudablemente una inmensa contribución a la lucha por una paz perdurable en todo el mundo. Esta no es una esperanza vana, pues el mundo entero ya se aproxima a este punto en el curso de su desarrollo social y económico; y a condición de que la mayoría de los hombres redoble sus esfuerzos, nuestro objetivo será de seguro alcanzado dentro de algunas décadas.
1 En agosto de 1935, en su informe al VII Congreso de la Internacional Comunista, titulado «la ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo», el camarada Jorge Dimitrov afirmó que «el fascismo es el chovinismo desenfrenado y la guerra de rapiña». En julio de 1937, el camarada Dimitrov publicó un artículo titulado «El fascismo es la guerra».
Hoy N° 1918 22/06/2022