Como se recordó en el homenaje, Azucena Villaflor, como muchas madres movidas por el dolor por la desaparición de sus hijos durante la dictadura de Videla, salió a la calle para dar con el paradero de su hijo Néstor y su nuera Raquel. Por aquellos días, estas madres se reunían para intercambiar datos e información sobre dónde podrían estar sus hijos, y obligadas por las condiciones impuestas por la dictadura, el 30 de abril 14 de ellas comenzaron a rondar alrededor de la pirámide de Mayo. En ese 1977, esas madres, juntando moneda sobre moneda y sorteando infinidad de dificultades en el diario La Nación, publicaban el 10 de diciembre –Día de los Derechos Humanos- el primer listado de nombres de desaparecidos. El 8 de diciembre de 1977, bajo las órdenes de Alfredo Astiz eran secuestradas de la iglesia Santa Cruz: Esther Ballestrino y María Ponce, las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, junto con otras personas allí reunidas. El 10 de diciembre, la valiente Azucena Villaflor era secuestrada en su barrio de Sarandí, partido de Avellaneda, y llevada adonde funcionaba uno de los centros de la maquinaria fascista: la Escuela de Mecánica de la Armada. Muchos años pasaron, muchas las batallas que dieron su familia, las Madres, las organizaciones de derechos humanos y nuestro pueblo, para dar con el cuerpo de Azucena. Sus cenizas hoy están en la Plaza de Mayo, donde fue su territorio de lucha.
Una Azucena en la Plaza
En el homenaje realizado en la Legislatura porteña ofició de anfitrión el diputado Alejandro Bodart, presentando una mesa en la que estaban Elia Espen, Aída Sarti, Nair Amuedo (Madres de Plaza de Mayo), Enrique Arrosagaray (biógrafo de Azucena Villaflor) y Cecilia Devincenti (hija de Azucena). Adhirieron al acto: María del Rosario Cerruti (Madre de Plaza de Mayo), Junta Interna ATE Indec, la comunidad de la Iglesia Santa Cruz de Buenos Aires, Rocío Sánchez Andía (Coalición Cívica), Vilma Ripoll (MST), Chiche Perelman y Jorge Torres (PCR), Carlos Tifemberg, Diana Dowek (artista plástica), la Junta Interna ATE del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, y Nora Cortiñas (Madre de Plaza de Mayo que compartió su tiempo haciéndose presente en otro homenaje, al luchador antidictatorial Rodolfo “Pipo” Westerkamp.
Aida Sarti, madre de Plaza de Mayo línea Fundadora, fue la primera en relatar su experiencia con Azucena Villaflor. Relató cómo comenzaron a organizarse las madres, y la anécdota cuando en esas primeras reuniones de Madres, con su carácter “enérgico”, Azucena dijo “qué hacemos aquí, vamos a la Plaza, a decirle a Videla lo que pasa”. Aida recordó que “el 8, 9 y 10 de diciembre de 1977 fueron los días más trágicos para las madres, desde lo que pasó en la Iglesia Santa Cruz”. Más adelante Sarti leyó “el último regalo que Azucena les hizo a las madres el 9 a la noche: Hagamos un trato, de Mario Benedetti… es como que nos está diciendo sigamos adelante”.
Elia Espen (Madre de plaza de Mayo) comenzó su intervención afirmando “yo pienso que hay personas que pasan por al lado de uno, pero Azucena es una persona que pasó y se quedó, y en estos 35 años se sigue quedando”. Elia recordó como Azucena organizaba las tareas a las madres, y cómo se infiltró entre las madres el genocida Astiz. Finalmente sentenció: “Quedamos las que quedamos y quedamos las que queremos que todo cambie por nuestros hijos, por todos ustedes… yo aplaudo los juicios, pero todavía nos queda un montón… tienen que abrirse los archivos para que cuando las madres ya no estemos sepamos quienes fueron los ejecutores”.
Nair Amuedo (Madre de Plaza de Mayo) explicó que ella conoció a Azucena a través del libro de Arrosagaray, “ese libro que enseña lo que es una mujer de lucha, porque ella siempre apoyó a su hijo como yo apoyé a los míos… cuando se llevan a Néstor (hijo de Azucena Villaflor), la desesperación de esa madre, porque no sabíamos donde vivían los chicos, a mí me pasó lo mismo… todas esas cosas que hemos vivido las madres, con historias distintas pero todas pasamos lo mismo, pero algunas sabíamos y apoyábamos y otras ignorábamos totalmente… y que algo emocionante es que las hayan encontrado juntas, juntas en esa fosa común… es una cosa que emociona y hace que nosotros sintamos algo muy especial por Azucena, esa idea de que juntas teníamos que estar”.
Enrique Arrosagaray, autor del libro Los Villaflor de Avellaneda, en su alocución contó el camino de la investigación, atravesada por testimonios de varias madres aceptaron conversar. Afirmó “la historia de las madres es una historia a contramano porque pelearon contra la dictadura pero además tuvieron que pelear con varios gobiernos y funcionarios porque las abrazaban y las aplaudían pero en realidad les incomodaban, porque ellas iban al caracú, al corazón de los problemas: querían la aparición con vida de los muchachos desaparecidos, y justicia. Y hablar de justicia no es sólo hablar de Videla, de Massera, es hablar de las grandes empresas, de los grandes oligarcas que fueron los que impulsaron aquel golpe de 1976 con el mascarón de proa puesto en los militares. Y ese poder que está detrás de los gobiernos son los que nunca quisieron saber nada con las madres”. “Las madres crearon una herramienta política que les dolía a casi todos”.
Una madre de todos
Cecilia Devincenti Villaflor abundó en detalles emocionantes de la vida de esta maravillosa mujer, a la que definió como “una ama de casa común, que había trabajado en la fábrica Siam y había vivido todos los movimientos de la época” antes de casarse. Con la desaparición de su hijo Néstor en 1976, su hija la recuerda “triste, llorosa, tratando de hacer un hábeas corpus. (…) Y ese dolor tan grande, mi mamá lo revirtió en amor, salió para afuera y cuando vio que había muchas mujeres que estaban haciendo lo mismo que ella, que lo hacían desorganizadamente, un día en el Vicariato Castrense, al ver tan mal a Marcos Zucker, al que le habían dicho que estaba muerto su hijo, en ese momento mi mamá dijo “vayamos a la plaza”, y a partir de ahí, de alguna manera mi casa cambió porque esa madre, que estaba las 24 horas del día preocupada y ocupada por cada uno de nosotros se convirtió en una madre ocupada de nosotros pero además ocupada por mi hermano desaparecido y por todos los compañeros que estaban desaparecidos”.
Cecilia Devincenti relató imágenes que emocionaron hasta las lágrimas de lo que fue la última vez que vio con vida a su madre al salir de su casa. Al finalizar su intervención, los presentes cerraron la ceremonia con un estridente: ¡Azucena Villaflor, presente, ahora y siempre!