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06 de septiembre de 2017

Homenaje a Bernardo José de Monteagudo

Tucumán recuerda al prócer sudamericano

El 25 de agosto se realizó un acto conmemorativo del natalicio del prócer tucumano el Cnel. Dr. Bernardo José de Monteagudo. El acto se llevó a cabo en la Escuela que lleva su nombre. En la oportunidad se corrió el velo de un nuevo busto del prócer, que refleja el verdadero rostro de acuerdo al óleo hallado en Estados Unidos; en el mismo se destaca su faz morena correspondiendo a su pasado origen como afroamericano.

El 25 de agosto se realizó un acto conmemorativo del natalicio del prócer tucumano el Cnel. Dr. Bernardo José de Monteagudo. El acto se llevó a cabo en la Escuela que lleva su nombre. En la oportunidad se corrió el velo de un nuevo busto del prócer, que refleja el verdadero rostro de acuerdo al óleo hallado en Estados Unidos; en el mismo se destaca su faz morena correspondiendo a su pasado origen como afroamericano.
El merecido homenaje fue acompañado por personalidades destacadas del medio, así como de instituciones de gran prestigio que se sumaron a la iniciativa. El año anterior habían logrado recuperar la urna con sus restos y trasladarlos a su tierra natal, hoy están ubicados en un panteón majestuoso en el cementerio del oeste de la ciudad de Tucumán. El marco de público que asistió le dio solemnidad y emoción especialmente de sus alumnos de la escuela.
Interpretado nuestro himno con fervor, se pasó a descubrir el busto de autoría de un artista plástico y profesor de escuelas de Tucumán el docente Fabián Castro se presentaron ofrendas florales, se estrenó una canción con aires de zamba de letra del poeta salteño Juan José Piatelli, interpretado por docentes y alumnos de la escuela.
Para finalizar escuchamos las emocionadas palabras del maestro e historiador Miguel Galván que hizo un recorrido escueto de la vida y obra del ilustre tucumano.
 
Un revolucionario poco recordado
A la edad de 19 años se graduó en leyes y cánones en la jesuítica Universidad de San Javier de Chuquisaca. De inteligencia excepcional, llegó a ser uno de los más cultos jóvenes americanos, hablando fluidamente el francés y el inglés. Como sus compañeros universitarios devoró a los libros “prohibidos” de los franceses, y de los cultos castellanos.
Su obra literaria y la producción de textos fundacionales de las jóvenes repúblicas que se iban liberando es monumental, como su tesis doctoral, “Diálogo de Fernando VII con Atahualpa”, texto de antología, allí estaban ya firmes sus ideas libertarias reivindicatorias del incario, de condena al poder colonial español.
El joven revolucionario estuvo desde los inicios del proceso independentista en el Alto Perú en las insurrecciones de Chuquisaca y La Paz, que culminó con la instalación del primer gobierno Patrio el 25 de mayo de 1809 en La Paz; su proclama revolucionaria, lleva la impronta indeleble de nuestro prócer.
Derrotado ese gobierno, llevó al cadalso a los revolucionarios; su jefe el Cnel. Pedro Domingo Murillo expresó al pie del patíbulo: “La tea que yo encendí no se apagará jamás”. Cuánta razón tenía Murillo. Monteagudo preso en esas acciones, logró fugarse.
En 1811 se suma con entusiasmo al ejército auxiliar que envió la Primera Junta patria luego del triunfo en la batalla de Suipacha. Lo encontramos colaborando con su amigo Juan José Castelli; juntos elaboran el célebre discurso a las puertas de Tiahuanaco, de fuerte contenido reivindicatorio de los pueblos originarios y de los pueblos sojuzgados por el régimen colonial.
Ya en Buenos Aires asume el liderazgo de los sectores morenistas, redacta sus encendidas ideas en La Gaceta de Buenos Aires, funda el periódico Mártir o Libre. Desde sus páginas proclama la necesidad de declarar la Independencia; sus dardos apuntan al Primer Triunvirato.
Con el pretexto de honrar a los guerreros de Tucumán luego de la Batalla del 24 de setiembre, Monteagudo exhorta a los patriotas a declarar la Independencia de América. Dice que los combatientes “han renunciado al dulce patrimonio de la vida, olvidando el llanto y los gemidos de sus huérfanas familias”, solo por ver “enarbolado el estandarte de la Independencia y publicada la constitución”.
Es decisiva su participación en La Asamblea del Año XIII, todas las resoluciones progresistas de ese congreso llevan su sello libertario. Pero caído en desgracia es condenado al destierro. Luego, ya declarada la Independencia, siente el llamado de su tierra. Más afirmado y de voluntad férrea se suma a la logia Lautaro organizada por el Gral. San Martín.
Este tribuno popular escribió en ese momento: “yo no renuncio a la esperanza de servir a mi país, que es toda la extensión de América”.
El general San Martín lo llevó a su lado, sabía de sus virtudes y talentos, lo nombró auditor de guerra dando inicio a su carrera militar, sus servicios en la nueva función fueron fundamentales, su prestigio e influencia fueron creciendo. Su papel poco conocido fue decisivo en el tipo de guerra encarado por San Martín en la campaña libertadora del Perú.
Fue el verdadero ejecutor de las disposiciones del gobierno del Protector en el Perú. De su pluma surgió la proclama de la Independencia de Chile. Infatigable cumplía con eficacia las órdenes del gran Capitán. La guerra de zapa lo llevó a su ascenso como coronel, por su grandiosa imaginación. En la guerra Patria, no le tembló el pulso para ejecutar las políticas emanadas de su jefe y amigo.