Dowek siempre nos sorprende. Aunque conozcamos su trayectoria y su estética desde los lejanos tiempos de su participación en el grupo La Postfiguración o sus “Lo que vendrá” de los setenta. Y nos sigue sorprendiendo, ahora, con una muestra-homenaje a la mujer trabajadora con pinturas acrílicas sobre transferencia fotográfica en tela.
Toda la obra de Dowek es recorrida por dos constantes. Una, más referida al contenido, a la elección temática, que siempre está vinculada a los grandes problemas de nuestro país. Más que una “pintora social” es una convencida y pasional militante de la lucha “por exigir una vida definitivamente más digna de ser vivida”, como ella misma señala en el catálogo. De allí, su compromiso político e ideológico que reflejan todas sus obras.
A esa particular elección de contenidos y temas le suma una infatigable búsqueda de formas plásticas nuevas, originales, de vanguardia y, sobre todo, del máximo nivel. Entonces, el producto que nos presenta es una vigorosa síntesis en la que se entrelazan dialécticamente forma y contenido.
Todas las reporteadas coinciden y ella usa el mismo argumento: la mujer está presente en la pintura argentina de diferentes maneras, pero nunca como mujer trabajadora y menos en una línea de producción.
La profunda mirada de Dowek debió sortear muchos obstáculos para poder concretar esta obra, que exigió una cuota extra de valor político y personal para realizarla. Nada la detuvo en su búsqueda política y estética.
El resultado es un impactante recorrido en la cotidianeidad de María Rosario, reconocida luchadora, miembro de la Comisión Interna de Terrabusi-Kraft y dirigente nacional de la CCC y del PCR.
La obra nos presenta la entrada de la fábrica donde trabaja María, como también la línea de producción y embalaje. Con una paleta de colores casi ausente; los blancos y grises remarcan el aspecto documental que Dowek quiso destacar. La presencia de planos blancos, rectas y formas rígidas y estáticas realzan el carácter enajenante de la producción. Lo gris lo invade todo volviéndolo casi monótono, repetitivo.
Un toque de color con protagonismo del rojo aparece recién cuando nos muestra, en su casa, la intimidad de María, ya alejada de la fábrica. Su retrato personal es particularmente impactante, y en especial la fuerza reflejada en sus ojos (con antecedente en su anterior Romina Tejerina).
Reconocida por críticos, académicos y, sobre todo por sus pares como una de las mejores plásticas argentinas, su obra contribuye cualitativamente a la lucha por la construcción de una cultura democrática, científica, popular y antiimperialista, en la que el proletariado revolucionario también debe jugar su papel.
Una numerosa concurrencia asistió a la inauguración. Estuvieron dirigentes políticos, académicos, críticos de arte, plásticos junto a conocidos y amigos tanto de Dowek como de Rosario. Entre otros se destacaban A. Nigro, C. Gallardo, N. Correas, M. A. Bengochea, J.C. Romero, M. Waintrop, H. Svernini, I. Vega, M. Fallace, R. M. Ravera, M. J. Herrera, R. Facaro, M. Cafiero, O. Vargas y Canela.
Durante la inauguración de la muestra, charlamos con compañeras de María. Una de ellas, Liliana, nos decía: “lo que me impresiona es que nunca se toma a la mujer trabajadora para hacer obras de arte, siempre aparece como objeto de deseo, como madre o por su belleza, pero nunca por el trabajo. Es muy bueno que en todas las obras se destaque cómo es la vida diaria de una mujer trabajadora, porque no se la tiene en cuenta”. A lo que agregó Sandra “Por ser mujer estoy encantada y muy orgullosa con todo esto. Estoy emocionadísima, y se lo dije a María, porque ella se lo merece, por lo que es toda su vida y su lucha en defensa de todos los trabajadores. Con ella estamos muy bien representadas”.
Diana Dowek
“Es como un documento”
—¿Por qué elegiste esta temática?
—Desde el 2001 venía trabajando con los desocupados, aunque trabajé también sobre lo de Romina Tejerina, que es un paradigma por ser, como otras miles en nuestro país, una mujer pobre, explotada, violada y a la que no se le reconocen derechos. Pero con los cambios en nuestro país quería hacer otro proyecto, que pusiese el centro en el movimiento obrero ocupado y en particular en la mujer. Entonces se me cruzó la idea de Rosario. De María conocía su actividad, su lucha, que era de la Comisión Interna de Terrabusi. Me contactaron con ella y tuvimos dos largas charlas preparatorias. Después se hizo la serie.
—¿Cómo fue el proceso de producción de la obra?
—Primero pedí permiso a la empresa para que me dejaran entrar. No fue fácil, me tuvieron mucho tiempo esperando. Creo que lo definitorio fue cuando al de Relaciones Públicas de la empresa le dije: “En la historia del arte argentino no aparece una mujer trabajadora, está ausente; porque la mujer siempre fue objeto del deseo o como madre, como las prostitutas de Spilimbergo, o la Ramona Montiel de Berni, o las maternidades de Castagnino”. Ahí aceptó que entrara un día a la fábrica.
Después estuve con María en su casa, en su intimidad durante varias horas. Sacamos fotos durante toda esa jornada, y de ese material salieron las obras. Trabajé mucho sobre ese material, eligiendo, modificando, montando, cambiando, pintando.
Durante este proceso María ya no participó. Sólo hacia el final le mandé dos obras por mail, y recién hoy ella se encuentra con todo.
Quiero destacar que esta obra estuvo preparada para una muestra en la galería Agalma que venía trabajando con mi obra. Pero cuando la vieron, aunque conocen bien mi obra y mi trayectoria, me dijeron que esto no era comercial y que no la iban a exponer en su galería (ubicada frente del Jockey Club). No sé si fue censura, pero lo cierto es que levantaron la muestra. Entonces, el director del Borges me abrió sus puertas y aquí estamos, inaugurando.
—¿Qué te gusta de esta serie?
—Es una obra diferente, extraña en mi producción, porque es como un documento, hay como una objetivación, un distanciamiento objetivo para mostrar el trabajo. Quise hacer un homenaje al trabajo, y en particular a la mujer trabajadora. No lo quería hacer altisonante, expresionista, sino como documento; traté que no se viese tanto mi mano, decir que esto es así, que se trabaja de esta manera en este mundo desolado, enajenante. Personalmente fue muy fuerte el impacto al entrar en la empresa, encontrarme un laboratorio, su estructura, por eso también trabajé mucho con su arquitectura. Estoy conforme con el resultado general.
María Rosario
“Me siento orgullosa de ser parte de esto”
—¿Qué opinás de esta obra?
—Hoy es el primer día que la veo, vine por invitación de Diana y me encuentro con toda esta obra que me gusta mucho, que es muy impresionante.
—¿Cómo fue tu participación?
—Este es un proyecto que tenía Diana hace mucho tiempo. Ella quería reflejar un día en la vida de una mujer trabajadora, desde que se levantaba hasta que se acostaba, cómo trabajaba, todo.
Primero fue todo un proceso el lograr que Diana pudiese entrar a la empresa. Luego, cómo era el levantarse, ir a la fábrica y entrar, cómo era una línea de producción, cómo trabajaba una mujer, cómo se relacionaba con sus compañeras.
Más allá de que yo sea la protagonista en esta obra, me parece muy importante que se vea reflejada la vida cotidiana de las trabajadoras: cómo trabajan, cómo es la superexplotación en las líneas. Se ve, por ejemplo, cómo tenemos que trabajar paradas durante ocho horas, con los problemas que acarrea de várices, de cintura. Por eso, junto a la actual pelea de nuestras reivindicaciones, de las categorías, incluimos la de la silla para las mujeres.
Hoy en día es muy difícil unir lo artístico con lo cotidiano de la mujer trabajadora y eso es lo que logra Diana Dowek con su obra. Por eso me siento muy orgullosa de ser parte de todo esto.