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02 de diciembre de 2010

La siguiente es la primera parte del informe presentado por el camarada Rosendo Irusta (Otto Vargas) en nombre de la Comisión Política, al Comité Central re­unido el 1° y 2 de enero de 1976. Publicado en Nueva Hora N° 212 -7 al 13 de enero de 1976, para derrotar al golpismo.

Informe del Comite Central del PCR – 1° y 2 de enero de 1976 –

Documentos del PCR / tomo 4

Al frustrar el levantamien­to golpista de un sector pino­chetista, ultrarreaccionario, pro­yanqui, de la Aeronáutica, las fuerzas antigolpistas popula­res y patrióticas han obtenido un triunfo parcial, pero muy importante. Este triunfo favo­recerá la acumulación de fuer­zas a los sectores antigolpistas y es en primer lugar, un fru­to de la lucha dura contra el golpe de Estado proimperialis­ta que han librado las fuer­zas patrióticas, entre las que ocupa un lugar destacado nuestro partido.

Al frustrar el levantamien­to golpista de un sector pino­chetista, ultrarreaccionario, pro­yanqui, de la Aeronáutica, las fuerzas antigolpistas popula­res y patrióticas han obtenido un triunfo parcial, pero muy importante. Este triunfo favo­recerá la acumulación de fuer­zas a los sectores antigolpistas y es en primer lugar, un fru­to de la lucha dura contra el golpe de Estado proimperialis­ta que han librado las fuer­zas patrióticas, entre las que ocupa un lugar destacado nuestro partido.

 

El golpe pinochetista: una amenaza real

La sublevación de las fuer­zas de la Aeronáutica el día 18 de diciembre no debe ser subestimada. Nada más peli­groso para el futuro de nues­tro Partido y de nuestro pue­blo que minimizar la importan­cia de esa acción golpista. La sublevación (que contó con el apoyo de una parte impor­tante de la Fuerza Aérea) le­vantó una plataforma gorila, ultrarreaccionaria, antidemocrá­tica y proyanqui inspirada en el modelo pinochetista. Es cier­to que políticamente las fuer­zas sublevadas eran diversas, pero a poco que se observe su accionar, y la línea que predominó en ellas, se verá que tras el conato golpista es­tá la zarpa del imperialismo yanqui.
Para ello es necesario re­cordar que en las últimas se­manas los altos mandos del Ejército y la Marina habían acordado desplazar a Isabel Perón del gobierno luego de los ascensos, retiros y pases de fin de año. En esos Altos Mandos predominan sectores de origen liberal en los que es fuerte el lanussismo prosoviético. Estos sectores son los mismos que desde mayo de este año han venido pro­moviendo junto a diversas fuerzas civiles el llamado gol­pe “institucional”.
La salida a la calle de las Fuerzas Armadas realizando, so pretexto de luchar contra la subversión, gigantescos ope­rativos rastrillos en las barria­das obreras y populares de todo el país, y la remoción de gran parte de los mandos adversos al lanussismo significaba que el golpe de Esta­do que propician las fuerzas prorrusas era puesto a punto. Fue en ese momento, aprovechando el descontento generalizado en la Aeronáutica contra Fautario, que los sectores pinochetistas proyanquis promovieron la sublevación de la base de Morón y otros sectores de la Aeronáutica.
El objetivo de esa sublevación destinada a actuar por la “inacción” como señalaron sus jefes, era crear opinión publica y condiciones para acumular fuerzas para el gol­pe pinochetista proyanqui. Esas fuerzas aspiran, como di­ce la proclama golpista, a “la instauración de un nuevo or­den de refundación con sen­tido nacional y cristiano” y con ese levantamiento apuntaban tanto a acumular fuerzas pa­ra los forcejeos previos al gol­pe que se prepara como operar, de ser necesario, durante el propio desarrollo de éste y luego de producido. Por eso, con posterioridad a la suble­vación de la Aeronáutica co­menzaron las manifestaciones de fuerzas civiles que apoya­ban a Capellini, realizando el lunes 22 una manifestación por la calle Florida, el martes 23 una manifestación ante el domicilio de Mujica y con posterioridad otra manifestación ante el domicilio de Ro­jas.
Los yanquis, preocupados por el avance soviético en Eu­ropa y Medio Oriente, quie­ren tranquilidad en América Latina. Pero tranquilidad no significa no hacer nada. Menos aún en la Argentina.
Al proponer los sublevados pinochetistas que el coman­dante general del Ejército asu­miese “la conducción del go­bierno nacional” colocaron en un duro trance al teniente ge­neral Videla y a sus amigos. Si estos tomaban actitudes abiertamente golpistas quedaban encorsetados por la proclama de los pinochetistas que, para peor, tomaban como pretexto de sus proposi­ciones los mismos argumentos que manejó el Estado Mayor del Ejército ante la oficialidad para exigir la licencia prolon­gada o la renuncia de la señora Presidente (corrupción, inmoralidad, degradación de las instituciones, subversión marxista, restauración del “ho­nor” nacional, etc.). Esa proclama pinochetista y las manifes­taciones públicas de Capellini y sus allegados, no podían ser sostenidas por muchos secto­res golpistas que apoyan a Vi­dela y por otro lado, si ésta reprimía aparecía defendien­do al gobierno de Isabel.
Con un gasto mínimo (ya que lo fundamental de los sec­tores pinochetistas del Ejérci­to y principalmente la Marina no levantaron cabeza) ha emergido como fuerza militar un sector proyanqui que tiene posiciones muy importantes entre las fuerzas represivas y es apoyado por una gran par­te de los terratenientes y gran­des capitalistas (que han cons­tituido la Asamblea de Enti­dades Empresarias), por un sector de la Iglesia, etc. A es­to ha conducido, principal-men­te, el aventurerismo golpista de los sectores prosoviéticos que hicieron del gobierno de Isabel Perón su enemigo principal.
Estas fuerzas proyanquis disputan a los prosoviéticos la supremacía entre las fuerzas golpistas y sería peligrosísimo subestimarlas por el simple hecho de que no tienen mayoría en la cúpula de las FF.AA. Tampoco la tenían las fuerzas golpistas proyanquis en Indonesia en 1965, ni en Brasil en 1964, ni siquiera en Chile en 1973, donde debieron apresar al comandante en jefe de la Marina y destituir al general Pratt para poder ­dar el golpe que triunfó en septiembre de 1973.

 

El proletariado: vanguardia de la lucha antigolpista

El repudio popular a la su­blevación gorila de la Aero­náutica fue general. La clase obrera se constituyó en la avanzada de ese repudio.
El jueves 18 y el viernes 19 los cuerpos de delegados de numerosas empresas se pronunciaron contra el golpe y manifestaron su decisión de enfrentarlo. El paro general con permanencia en los luga­res de trabajo del lunes 22, a las 10 horas, cuando ya los sublevados se habían rendido fue la expresión máxima de aquel repudio. El país fue paralizado totalmente durante una hora. La sola resolución de este paro a las 23.30 hs. del día anterior fue decisiva para que los sublevados de Morón se rindieran.
El rol que jugaron los cuer­pos de delegados en el accionar de la clase obrera queda demostrado por lo sucedido en Córdoba en el caso de los gremios metalúrgicos y prin­cipalmente en el gremio me­cánico, y lo ocurrido en La Plata, en donde la CGT gol­pista de la zona, dirigida por Diéguez y Balcedo y la direc­ción del gremio de la carne, guardaron silencio ante el pa­ro, lo que no fue obstáculo pa­ra que el proletariado indus­trial de La Plata, impulsado por los delegados de sección, parara (especialmente en el frigorífico) y para que tam­bién pararan los empleados de los ministerios públicos, bancarios, etc.
Un gran debate se abrió en la clase obrera: ¿qué ha­cer ante el golpe? ¿Movilizar­se y luchar o esperar las ór­denes de arriba, o en el caso del interior esperar las órde­nes de la Capital? ¿Parar e irse a las casas o mantener­se en las fábricas y en los sindicatos para garantizar la movilización antigolpista? El triunfo de la línea de parar el país el lunes manteniéndo­se en los lugares de trabajo fue una bofetada para los gol­pistas porque subrayó, por un lado, el repudio a todo golpe de Estado, y porque fue un gigantesco ensayo antigolpista de masas.
Todo esto vuelve a replan­tear lo que hemos afirmado reiteradamente: luego del Cor­dobazo nunca nada volverá a ser igual en la Argentina. Quien lo olvide se equivocará. Más aún cuando desde entonces, y principalmente desde 1973, la clase obrera ha triunfado en numerosas luchas y ha conquistado reivindicaciones importantes como es el caso de las reivindicaciones conseguidas con el contrato de trabajo, el instituto de las remuneraciones, las paritarias, una cantidad muy grande de reivindicaciones por fábricas como las 6 horas en una gran cantidad de secciones y em­presas insalubres; las 8 horas de trabajo para los obreros rura­les conquistadas en muchos lugares por los sindicatos cla­sistas de FATRE, etc. y esto ha despertado sed de reivin­dicaciones y de combate. Me­rece destacarse que el viernes 19 en el turno mañana de Santa Isabel se reunieron $ 15.000.000 en solidaridad con los compañeros dirigentes del SMATA Córdoba presos desde hace un año por la glo­riosa huelga del SMATA en 1974. El otro hecho importan­te a destacar es que el repudio al golpe fue masivo y abarcó a la enorme mayoría de los sectores populares. Es de des­tacar, por ejemplo, la posición antigolpista de fuerzas impor­tantes del movimiento estu­diantil como la JR y el MNR, y el hecho de que fue muy importante la de­serción de soldados entre los sublevados de la Ae­ronáutica, así como la de­cisión adoptada en varias compañías del Ejército por los soldados que decidieron no ti­rar contra el pueblo en el ca­so de ser movilizados para una faena golpista.
Desde el punto de vista de nuestro Partido extraemos la gran lección de estos aconte­cimientos, que dan razón a nuestra línea y a nuestro largo trabajo entre las masas por hacer triunfar esta línea: como ha sucedido en los últimos meses a veces es necesa­rio saber nadar contra la co­rriente para poder ganar la confianza de las grandes ma­sas populares y del pueblo.
Está claro que en la resis­tencia al golpe ha jugado un papel decisivo la firmeza con la que Isabel de Perón enfren­tó a los golpistas en condi­ciones muy difíciles porque junto con las exigencias del sector golpista de la Aeronáu­tica es público que los sectores golpistas –especialmente los prorrusos– aprovecharon la ocasión para exigir la re­nuncia de Isabel Perón. Se ha demostrado correcta la apreciación del Partido cuando se­ñaló que la dirección del pe­ronismo iba a resistir. Efectiva­mente la dirección del pero­nismo que encabeza Isabel ha resistido, con las modalidades que son propias de la fuer­za social y política a la que ella representa, pero esa re­sistencia no es de menospre­ciar para las fuerzas patrióti­cas y antiimperialistas porque esta resistencia ha contribuido a que creciera la conciencia antiimperialista, nacional, de nuestro pueblo.
También se mantiene viva la corriente nacional en las FF.AA. que es una corriente desarrollada; una corriente antigua y profunda aunque en ellas existen diversos afluentes y diversas posiciones. Esa corriente nacionalista se mantiene organizada y si bien ha perdido puestos importantes de conducción en las FF.AA. no debe ser menospreciada y los acontecimientos futuros así lo demostrarán.
Pero la suerte de esta corriente en las FF.AA. está muy ligada a qué línea ha de predominar en ella: ¿predominará una línea que pretende reducir su accionar a un accionar golpista, seme­jante al de los sectores pro­yanquis o prorrusos nada más que con un programa naciona­lista, tercermundista? ¿O pre­dominará una línea que trate de ir a la unidad de esa co­rriente de las FF.AA. con los sectores populares antiimperialistas, aceptando a estos secto­res populares tal cual son, es decir como peronistas, comu­nistas revolucionarios, radica­les antiimperialistas, etc.?
Al mismo tiempo en las masas peronistas y en gran parte de su dirección va creciendo la idea de la necesidad de en­frentar a los golpistas en el terreno en el que inevitable­mente estos han de tratar de decidir la lucha, es decir: en el terreno del enfrentamiento armado. Esto ha sido decla­rado públicamente por varios dirigentes peronistas, y ha si­do recogido con alarma por el vocero golpista prorruso La Opinión por cuanto –se­ñala el diario golpista– indi­caría que en los círculos diri­gentes del peronismo se va abriendo camino una opinión que parte de la autocrítica rea­lizada por el general Perón luego del golpe de 1955 cuando declaró que la sangre que se quiso ahorrar al no enfrentar a los golpistas debió ser derramada con creces después, durante 18 años de larga resistencia a los triunfantes en la “Libertadora”. Por eso, si bien muchos peronistas asignan importancia al llamado a las elecciones y a todo lo que ayude a eliminar los argu­mentos formales para el gol­pe, no confían en que simplemente el llamado a elec­ciones, o el clima electoral, va­ya a evitar el golpe de Estado proimperialista. De ahora en más estará planteado, entre las fuerzas antigolpistas, este debate, es decir: si sólo con las negociaciones que rea­lizan los sectores negociado­res del peronismo (que dicho sea de paso, muchos de ellos son elementos conciliadores con el imperialismo yanqui o conciliadores con las posicio­nes de los prosoviéticos) se podrá evitar el golpe proim­perialista, o si habrá que organizarse en el terreno en el que inevitablemente será ne­cesario hacerlo para garantizar en caso de golpe el le­vantamiento popular que aplaste a los golpistas proim­perialistas.
A lo largo de este proceso, desarrollado durante todo el año 75 no solamente se han fortalecido las posiciones pa­trióticas antigolpistas v antiimperialistas, y se han transformado en una importante corriente, en una importante fuerza política y social, sino que se han fortalecido cada uno de los afluentes que integran esa corriente.
Esto sucede no solamente con nuestro Partido, sucede también con la propia corriente nacionalista en las Fuerzas Armadas, aunque haya sufrido golpes al ser desplazada de los puestos que ocupaba en los lugares de conducción y sucede par­ticularmente con el peronismo, que se ha ido depurando y fortaleciendo y, al mismo tiempo, radicalizando. Es de subrayar, por ejemplo, que al­gunos de los llamados reali­zados para combatir contra el golpe, o para enfrentar al gol­pe en la crisis provocada por la sublevación de la Aeronáu­tica, fueron hechos por secto­res peronistas que señalaron el enfrentamiento al imperialismo yanqui y al imperialismo ru­so, como ha sido el caso de numerosos dirigentes sindica­les, políticos o gobernadores, intendentes y otras autorida­des gubernamentales.

 

Tres grandes fuerzas

Paulatinamente van apare­ciendo en la política nacional tres grandes fuerzas. Como hemos señalado ha surgido con nitidez una corriente pi­nochetista, proterrateniente y proyanqui, ultrarreaccionaria, donde se confunden sectores de origen liberal con sectores nacionalistas católicos de derecha; fuerza que, como diji­mos antes, no debe ser subes­timada ya que, aprovechando el aventurerismo de los sec­tores prosoviéticos, y también el hecho de que el gobierno no golpea a fondo ni al im­perialismo ni a los terratenien­tes ya que simplemente recor­ta sus privilegios con algunas tímidas reformas, ha podido ir recuperando sus fuerzas que estaban sumamente debilita­das, golpeadas, y dispersas, en 1973.
El enorme repudio de ma­sas al golpe pinochetista de la Aeronáutica demuestra que si las fuerzas antiyanquis fue­sen capaces de unirse, el sec­tor terrateniente proyanqui, pinochetista, sería barrido de la escena política nacional con relativa facilidad, pero que si continúa recuperando fuerzas puede ser un enemigo muy di­fícil de derrotar porque apro­vecha el largo dominio que han ejercido sobre la econo­mía y la sociedad argentina los sectores de las clases explo­tadoras que lo promueven.
Al mismo tiempo, cada vez más, ha ido quedando claro que los sectores golpistas pro­soviéticos se mueven a caba­llo de un amplio espectro de fuerzas cuyo origen exige que nos remontemos a la situación analizada por nuestro Tercer Con­greso.
Nuestro Tercer Congreso señaló la existencia de un amplio frente nacionalista burgués que era hegemonizado por los sectores de la gran burguesía que dirigían testaferros, agentes y sectores burgueses asociados y amigos de los soviéticos. Este frente nacionalista burgués era liderado por el general Perón pero limitado por el hecho de que el general Perón debió negociar su regreso a la Argentina con el lanussismo prosoviético. Aprovechando que desde el poder los sectores lanussistas prosoviéticos habían condicionado tanto las elecciones como la entrega del gobierno, y la propia consti­tución del Partido Justicialis­ta, con posterioridad a mayo del 73, nos encontramos con un Parlamento, un gabinete nacional, gobiernos de provin­cia, legislaturas provinciales y con el propio partido justicia­lista, hegemonizado por una corriente prosoviética que no era demostrativa de las aspi­raciones mayoritarias de las masas peronistas, sino que eran demostrativas del avance de los sectores prosoviéticos.
Este avance fue posible aprovechando el control de los resortes de poder con Lanusse y luego con Cámpora y al calor de la lucha popular contra el imperialismo yanqui y los sec­tores terratenientes y de gran­des capitalistas asociados al imperialismo yanqui, que habían sido desplazados del go­bierno cuando el general Lanusse defenestró al sector de Levingston y Onganía en 1971.
El frente nacionalista bur­gués había aprovechado una situación política basada en una excepcional coyuntura in­ternacional, tanto en lo políti­co como en lo económico. Desde el punto de vista polí­tico el imperialismo yanqui estaba sufriendo una dura de­rrota en Indochina, había per­dido posiciones en todo el mundo y particularmente en América Latina, y muy espe­cialmente en la Argentina con posterioridad a 1969. Parale­lamente el socialimperialismo soviético ya estaba a la ofen­siva mundialmente y exis­tían grandes ilusiones en la “ayuda soviética” porque todavía nuestro pueblo no había llegado a conocer, como todavía no ha llegado a conocer a fondo hoy, la verdadera faz del socialim­perialismo. Por otro lado se había abierto una coyuntura extremadamente favorable pa­ra nuestras carnes y nuestros cereales. Hay que recordar que el general Perón llegó a pro­nosticar que nuestro país se­ría el gran abastecedor mun­dial de proteínas rojas, un país, decía él, que llegaría a tener cerca de 200.000.000 de cabezas de ganado vacu­no y sería al mismo tiempo, un gran productor de cerea­les. Sobre esta base fue posi­ble hacer la alianza con un sector de terratenientes y fue posible, para ese sector prosoviético, realizar también una alianza con sectores burgue­ses promoviendo un desarro­llo industrial basado en las perspectivas de extraordinarias exportaciones.
Nosotros en nuestro Tercer Con­greso criticamos estas ilusio­nes, que pretendían resolver los grandes problemas nacionales sin realizar la revolución democrática, popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista, que señala el Programa de nuestro Partido. Los hechos nos dieron la razón.
Con el último conflicto árabe-israelí, con el aumento de los precios petroleros que siguió a esa guerra, y con el violento estallido de la crisis económica capitalista que sacudió las estructuras dependientes de nuestro país, la base sobre la cual se fundamentaba ese frente nacionalista burgués se resquebrajó. Paralelamente el imperialismo yanqui, al retirarse de Indo­china, fue reagrupando sus fuerzas y comenzó a contra­atacar. Ya en América Latina había estimulado y ayudado al golpe de Estado de Pino­chet, y los cambios produci­dos en Uruguay, con lo cual el gobierno de Perón queda­ba prácticamente cercado en América Latina.

 

La muerte de Perón

La lucha por la hegemonía en el frente nacionalista bur­gués se abrió antes de la muer­te de Perón. Los desacuerdos sufridos cuando Cámpora via­jó a España y con motivo del regreso de Perón el 20 de junio de 1973, fueron expre­sión de esa lucha.
La muerte de Perón también afectó en gran medida a ese frente, como lo señalamos nosotros poco después del 1° de julio del 74, porque el general Perón aportaba al mismo no sólo el apoyo de un sector político más, sino que aportaba, fundamentalmente el apoyo de las gran­des masas populares que él influenciaba y orientaba. Por lo tanto estos hechos contri­buyeron para que ese amplio frente nacionalista burgués se rompiera. Esto junto con la agudización de la lucha inter­imperialista, fundamentalmente yanqui-soviética. Por eso es erróneo considerar, como dicen los representantes del socialimperialismo en la Ar­gentina y todas las fuerzas reformistas, a la muerte de Perón como el hecho funda­mental que provocó la ruptu­ra de ese amplio frente, que incluía de hecho no sólo a los partidos oficialistas sino tam­bién, y en gran medida, a lo fundamental de las fuerzas llamadas opositoras. Esa es una visión superficial que trata de esconder la razón fun­damental del fracaso y de­rrumbamiento del frente na­cionalista burgués que ocupó el gobierno con posterioridad a mayo de 1973.
La ruptura de ese frente generó una aguda lucha por el poder. Los distintos secto­res terratenientes y burgue­ses pasaron a enfrentarse en esa disputa y es ésta una de las causas fundamentales que está atrás del agudizamiento del clima golpista en la Ar­gentina y fundamenta la po­sición tomada por nuestro Comité Central en noviembre de 1974, cuando señalamos que la lucha golpe-antigolpe iba a pasar a ser la línea de­finitoria fundamental de la lucha de clases en la Argentina. Porque si bien distintas clases sociales comenzaron a disputarse el poder y para ello trataron de orientarse hacia posiciones golpistas de distintas características, también es cierto que estas fuerzas fueron agrupándose en dos grandes bloques golpistas: uno orientado por un sector terrateniente proyanqui y otro en el que fueron ganando supremacía, paulatinamente, los sectores prosoviéticos que todavía conservan hoy resortes muy importantes del poder que ganaron en el período de Lanusse, de Cámpora e incluso a partir de com­partir el gobierno durante la presidencia del Gral. Perón. Sería un error muy grueso no ver la heterogeneidad de esas fuerzas golpistas que hegemonizan los sectores soviéti­cos y confundir, como dijimos en nuestro informe del CC de mayo [28-29 de 1975], al jinete -es decir a los soviéticos- con el ca­ballo, es decir con los secto­res sobre los que ellos se han montado pero también sería un error, muchísimo más grave, viendo lo heterogéneo de ese sector golpista dejar, de ver que su carácter esen­cial es que está hegemoniza­do por un sector de testafe­rros, de agentes, y de terra­tenientes y burgueses proso­viéticos, y aprovecha para su trabajo los favores de un sec­tor muy importante de todos los partidos burgueses conci­liador con el socialimperialis­mo soviético.

 

Las contradicciones de los soviéticos

Esta fuerza golpista proso­viética está indudablemente signada por el carácter impe­rialista de la URSS. El carácter imperialista de la URSS determina que és­ta realice un intenso trabajo de infiltración a partir de las posiciones que ha ido ganan­do en el aparato estatal y también en las esferas políti­cas y ya va fortaleciendo las posiciones económicas que tenía desde hace mucho tiem­po o que ha ido ganando en este momento. Mundialmente su característica fundamental, es su debilidad relativa como propietario privado de los me­dios de producción, a dife­rencia de los sectores capita­listas y burgueses con los que rivaliza.
Esto debe ser tomado con precaución en la Argentina, donde los sectores prosoviéti­cos cuentan con una amplia base económica de propiedad privada, es decir de propie­dad de ese grupo monopolis­ta de testaferros soviéticos y de burgueses asociados. Sin embargo, por importante que sea esa base no logra amen­guar el apetito principal de esta fuerza que procura apo­derarse, a través del control del aparato estatal, y a veces a través de la nacionalización de determinadas industrias cla­ves y de la propiedad priva­da de los medios de producción. Por eso el socialimpe­rialismo soviético se caracteri­za mundialmente por propug­nar una política de naciona­lizaciones que lo hace relati­vamente simpático ante secto­res de pequeña burguesía radicalizada y ante ciertos sectores obreros e, incluso, en países dependientes como la Argentina, para sectores considerables de la burguesía media, al tiempo que lo hace entrar en contradicción muy aguda con aquellos sectores burgueses y terratenientes que basan su poderío en la propiedad privada de los medios de producción.
El modelo que impulsan aquí los sectores prosoviéticos es un modelo con mucha similitud al que han impuesto en los países totalmente subordina­dos por el imperialismo so­viético en el Este europeo o al que han impulsado por ejemplo en Cuba e incluso en los países de Medio Oriente donde lograron hacer pie: Tratan de ir creando una ca­pa social burocrática burguesa estrechamente asociada con la dependencia a la URSS. Esta capa social la van formando a través de su trabajo de infiltración y de toda uno política de aburguesamiento y burocratización que impulsan, como han hecho en el caso de la Revolución Cubana o co­mo hicieron en la época en que predominaban en Egipto o como pretenden hacerlo en Portugal.
En Argentina ese modelo tie­ne en cuenta el hecho de que una gran parte del producto nacional es producido por las empresas de propiedad esta­tal. Un país en el cual el ca­pitalismo de Estado tiene urna gran extensión, y tiene en cuenta también la gran impor­tancia del movimiento sindi­cal para tratar de inculcar formas de cogestión que permi­tan, junto con la política de nacionalizaciones, ir creando la base social afín al social­imperialismo soviético. El ejemplo piloto se está tratan­do de realizar a través de al­gunas empresas estatales que administran sectores ligados a los prosoviéticos como es el caso de SEGBA y en cierta medida de Ferrocarriles Argenti­nos. Al mismo tiempo tiene en cuenta la existencia de una amplísima red de cooperativas en el movimiento campesino a las que trata de ir asociando y subordinando a través del control de las palancas esta­tales y de un intenso trabajo de asociación con industrias estatales y privadas, bodegas, galpones de empaque, frigoríficos, etc. que controlan. Es­te trabajo se ha concentrado en la Argentina durante el período de la gestión Gelbard en determinadas indus­trias claves. Por un lado aque­llas de propiedad estatal que son fundamentales como es el caso de YPF, YCF, etc. y por el otro lado una política des­tinada a tener el control de la industria de la carne, de la industria de la pesca y, fun­damentalmente, una política para garantizarse el control de la energía, el control de la si­derurgia, de la petroquímica y de la química pesada, etc.
Así es como se ha ido conformando una importante fuer­za prosoviética que hegemo­niza, como decíamos, a uno de los dos bloques golpistas en pugna, pero que está mi­nado por contradicciones muy importantes propias del modelo que empujan y determinadas esencialmente, por el carácter imperialista de la URSS. Carácter que ya es cada día más difícil de disimular y de ocultar ante las grandes masas, y ante los ojos de las fuerzas que [se] han ido ilusionando con las promesas vendidas por los soviéticos.

 

La tercera fuerza

La tercera fuerza que ha ido emergiendo en estas circunstancias en la política nacional es una fuerza patriótica y antiimperialista, en la que tenemos que ubicar al peronismo dirigido por Isabel Pe­rón que mantiene una supre­macía incuestionable sobre las masas obreras del peronismo al mismo tiempo que mantie­ne la supremacía en una se­rie de provincias, donde pre­domina el campesinado pobre y sectores empobrecidos de capas medias, como es el ca­so de las provincias del Nor­oeste y del Noreste. Esta co­rriente nacionalista y antiim­perialista tiene influencia ma­yoritaria sobre la gran mayo­ría del campesinado pobre y va confluyendo también en ella el sector nacional y popular de las Fuerzas Armadas, corriente que, como hemos señalado, es muy he­terogénea y en la que incluso también trabajan sectores pro­soviéticos y sectores proyan­quis. Al mismo tiempo van apareciendo en la política ar­gentina crecientemente signos de un accionar independiente de sectores ligados al Se­gundo Mundo; esto tiene mucha importancia debido al pe­so que tienen en la Argenti­na los sectores capitalistas franceses, italianos, ingleses y alemanes Aquí, también, es importante tener en cuenta que a su vez, tienen contra­dicciones entre ellos propias de las condiciones en que ac­túan en la Argentina, independientemente del grado de unidad o de contradicción que puedan tener en la propia po­lítica del Segundo Mundo. Y, al mismo tiempo, esta co­rriente está siendo fortalecida por el crecimiento de una fuer­za auténticamente antiimpe­rialista tercermundista encabe­zada por nuestro Partido.
Si esta fuerza llega a unirse y si en esta fuerza llega a pre­dominar una línea correcta, una línea de enfrentamiento frontal con el imperialismo y con los sectores terratenientes asociados al mismo, una línea que trace un camino revolucionario respecto del Estado, principalmente de las FF.AA., y una línea de democracia pa­ra el pueblo para poder en­frentar a enemigos tan pode­rosos corno los que debe en­frentar nuestra patria y nues­tro pueblo, esta tercera fuerza puede ser la fuerza decisiva que signe el futuro de la so­ciedad argentina.
Quienes consideran que el gobierno de Isabel Perón no ha caído gracias a un equili­brio muy grande entre secto­res proyanquis y prosoviéti­cos, están equivocados, por cuanto ese equilibrio hace ra­to que se rompió a favor de los soviéticos y ahora los proyanquis están tratando de equilibrar la situación, cosa que todavía no han logrado. En primer lugar, esta opinión no tiene en cuenta que el fac­tor decisivo que ha impedido que cayese el gobierno de Isa­bel Perón es la existencia en la Argentina de esta tercera fuerza a la que nos estamos refiriendo; tercera fuerza que se ha ido conformando en un proceso duro, contradictorio y confuso como todos los proce­sos que originan grandes fuer­zas populares y nacionales. Que es muy posible que su­fra todavía golpes y derrotas muy importantes, pero golpes y derrotas que en la medida en que exista y se fortalezca el partido marxista leninista de la clase obrera, el PCR, inclu­so servirán para poder avanzar en el futuro en la larga lu­cha libertadora que debe de­sarrollar todavía el pueblo ar­gentino para poder liberarse y liberar a la Patria.
El hecho de que en esta fuerza haya predominado y predomine todavía una políti­ca reformista que es la polí­tica del peronismo, política que recorta los intereses del imperialismo y de la oligarquía terrateniente pero ha sido incapaz de tomar medidas re­volucionarias contra el impe­rialismo y contra los terrate­nientes, en un momento de crisis económica internacional y nacional grave, ha hecho que sectores importantes de las ca­pas medias golpeadas por esa política hayan sido ganados por los golpistas. Al mismo tiempo, el hecho de que no haya predominado una polí­tica clara y revolucionaria en lo internacional y que haya predominado en cambio una política de penduleo entre los yanquis y los soviéticos más que una firme política tercer­mundista, que ha impedido que nuestro país se apoye pa­ra resolver la crisis en las fuer­zas revolucionarias del Tercer Mundo, ha agravado las difi­cultades con las que esta fuer­za nacionalista y antiimperia­lista ha tropezado. Asimismo, es importante señalar que por las propias características del peronismo, pese a la situación de crisis que atraviesa el país, la clase obrera ha logrado mantener un nivel ocupacio­nal elevado y ha logrado man­tener en general salarios que, siendo bajos en relación con el costo de la vida, no ha su­frido el recorte que exigen las patronales monopolistas.
Muchas veces los sectores gorilas recuerdan o com­paran la administración actual con la administración de Alsogaray olvidando que si bien actualmente ha habido una in­flación superior al 300%, el salario real de los trabajado­res prácticamente no ha caído como entonces, mientras que con Alsogaray, con una inflación de aproximadamente el 100%, hubo centenares de miles de desocupados, los empleados públicos dejaron de cobrar sus sueldos y cobraban con atraso o con bonos y al mismo tiempo cayó abrupta­mente el nivel de vida de las masas trabajadoras. Esta si­tuación en la que ha podido mantenerse el movimiento obrero se debe a dos cues­tiones: por un lado, a la lucha del movimiento obrero a la que hacíamos referencia ante­riormente y, por otro lado, al hecho de que el gobierno pe­ronista tiene que tener en cuenta a estas luchas y a la opinión del movimiento obre­ro, que es el principal apoyo político del peronismo. Por eso es que los sectores golpistas, que han empujado y empujan en las fábricas una situación general de caos tratando de confundir la lucha por las jus­tas reivindicaciones del prole­tariado con una situación de caos y de relajo favorable pa­ra los golpistas, en el caso de triunfar, si son los sectores prosoviéticos van a volver a implantar la congelación salarial, van a volver a implantar el pacto social y junto con es­to una política de restricción de gastos en la administración pública y de despidos. Y por eso, también, es que si se tra­ta del sector pinochetista, co­mo señaló Alsogaray, acom­pañarán a su política de entre­ga de las riquezas nacionales especialmente el petróleo, una política de restricción de gastos en la administración pública, con despidos de miles de empleados públicos y una polí­tica de privatización de las empresas estatales también con el consecuente despido de miles y miles de trabajadores.
Los hechos de estas últimas semanas, la sublevación de fuerzas de la Aeronáutica ha demostrado que si el desenlace de esta situación se prolonga, lo que es lo más probable por cuanto difícilmente se pueda resolver esta situación con un solo golpe de Estado sino que es muy probable de que el desenlace de esta situación pueda prolongarse, esta terce­ra fuerza, en la medida en que sepa unirse y en la medida en que predomine en ella una línea justa, una línea proletaria podrá actuar y podrá vencer y abrir un cauce nuevo y original para la revolución en la Argentina.
Para esto tenemos que tener en cuenta que desde la gran manifestación de masas del 17 de octubre, que marcó a muerte al golpista Calabró y la línea golpista, pasando por el paro nacional del lunes 22 de diciembre en los luga­res de trabajo que paralizó todo el país, esta fuerza antiimperialista ha ido crecien­do, tanto en general y en el movimiento obrero y popular como en concreto en los gre­mios y en las empresas claves de concentración y aparece hoy como una corriente en as­censo en el movimiento obrero en el SMATA, en la UOM, en la Carne, entre los obreros rurales, en los ferroviarios, en textiles, en la sanidad, y también entre los empleados y trabajadores de servicios.
Y en la medida en que reali­cemos una política justa tam­bién crecerá en la pequeña burguesía urbana y rural y en sectores importantes de la burguesía nacional.