Victoria, madre soltera de Selene, de 2 años, con retraso madurativo y con frecuentes convulsiones, muy frágil de salud. Mucho luchó Victoria para que diagnosticaran a su hija en el precario sistema de salud misionero. Estudiando magisterio conoció a Lovera. Trabajador y atento a ella y a la salud de su hija. Más de un año duró la relación, y entre tereré y paseos, decidieron ir a vivir juntos en enero del 2015. Poco tiempo bastó para que Lovera mostrara su verdadera cara, esa que era insospechada cuando compartían charlas y proyectos en el noviazgo.
De pronto el sacudón a Selene, “jugaba con ella”, la agitaba, apropiándose de ella como un objeto de extorsión. La protesta de Victoria y los primeros golpes. Porque el violento siempre ejerce la violencia donde más le duele a la víctima. Todo se sucedió con violencia: gritar, romperle el celular, golpearla hasta la inconciencia, amenazar permanentemente con matar a Selene, drogarla, cerrar con llave. El terror se apoderó de ella. Ocho días duró el calvario.
Cómplice: el amigo que prestaba el auto para trasladarlas; el vecino al que Victoria logró decirle en un murmullo “él me pega” con la esperanza de que corra a decírselo a su padre, que con certeza la rescataría… ¿qué pasó? ¿qué pensó? “¿Quién no le dio alguna vez una cachetada a la mujer?”.
El 27 de enero la nena se puso muy mal y ella le rogó que la llevara al hospital, tenía la esperanza de que una vez ahí, después de que los médicos constataran las lesiones iban a dar aviso a la Policía y a su familia, ella estaba segura que una vez en el hospital, su familia y el médico de cabecera de Selene se iban a enterar. Logra que él las lleve, pero cuando Lovera se da cuenta de lo que podía pasar la amenaza con matar a la nena en la camilla del hospital y la obliga a retirarla de ahí.
¿La médica no vio las marcas? ¿No vio el terror en los ojos de Victoria? Ella, a la sombra del violento, daba explicaciones inverosímiles tratando que alguien percibiera lo que estaba pasando. Nadie. Ni siquiera cuando Lovera se puso agresivo y amenazó también a la doctora. Los dejaron ir.
De las permanentes palizas, la más vulnerable de las dos no pudo sobrevivir. Cuando Victoria se sacude de un extraño y pesado sueño que apenas le permitía moverse, ve a su hija moribunda. Nuevamente los ruegos. Lovera las llevó al hospital Samic de Oberá donde las abandonó y donde se constató la muerte de Selene. La autopsia determinó que Selene tuvo un derrame y un paro cardiorrespiratorio producto de un fuerte golpe en la cabeza. “Ya no hay nada que hacer” le dijo la doctora. La policía detuvo y arrastró a Victoria a la patrulla, que en estado de shock se abrazaba a la camilla de su hija. Lovera se dio a la fuga. No se la escuchó. No le realizaron una revisión física eficaz. “¿Te duele algo?”, le preguntaba el médico de la policía mientras en una habitación sin luz le hacía levantarse la remera para ver si estaba herida. Victoria no sentía nada. Tampoco la derivaron al hospital para determinar si hubo abuso sexual o hacerle exámenes de sangre. ¿En qué momento terminó el secuestro? Hace 18 meses que Victoria está detenida por la justicia misionera.
La violencia machista, la violencia institucional y de la Justicia, la misma que criminalizó a María Ovando por ser mujer y por ser pobre, determina que hoy Victoria esté en prisión preventiva y enfrente una pena de 25 años por “homicidio calificado, agravado por el vínculo”; mientras el agresor Lovera, detenido al fin, enfrenta una pena por “homicidio simple” con una posible condena de 7 años.
Otra vez, tanta injusticia junta nos ahoga y atraviesan nuestra garganta. La convertiremos en grito para exigir, como exigimos por Romina, María y Belén… ¡Justicia para Selene! ¡Cárcel al femicida Lovera! ¡Libertad para Victoria!