Fernando Báez Sosa de 19 años, fue asesinado por diez jugadores de rugby a la salida del boliche “Le Brique” en Villa Gesell.
Los implicados en el crimen aberrante de Fernando hoy están detenidos y se niegan a declarar.
Este lamentable episodio conmovió a la toda la sociedad que no tardó en repudiar y poner sobre la mesa el debate acerca de las causas que fomentan este tipo de accionares miserables.
A Fernando lo mataron salvajemente de la manera más cruel ya que, incluso después de dejarlo inconsciente, lo golpearon con una furia incontenible y en grupo. Mucho se está debatiendo sobre el consumo excesivo de alcohol y las consecuencias que tiene en el accionar de los jóvenes. Sin embargo, la forma en que amedrentaron a Fernando que estaba indefenso y el comportamiento violento en manada, no son producto de haber tomado de más. En ellos se expresan las bases patriarcales de nuestra sociedad donde en ritos de iniciación violentos los varones pretenden afirmarse “machos” no “maricas” para pertenecer a un grupo y demostrar su supremacía física sobre otros. Este machismo no sólo es amenaza para las mujeres, la supremacía física castiga a los propios varones.
También en la opinión pública hay debates sobre qué implicancias tienen las diferencias de clase, escondidas éstas tras el discurso de los valores deportivos. El rugby durante muchos años fue considerado un deporte de elite y las preguntas que surgen alrededor de este hecho tienen que ver con ¿tener mayor o menor poder económico?, ¿pegar por ser de otra nacionalidad?, ¿pegar porque sos negrito/a? etc. En medio de la conmoción por el asesinato de Fernando, un jugador de rugby escribe una carta que titula “Sí, fuimos nosotros” en la cual sentencia “nos creemos el ejemplo y nos creemos moral y físicamente superiores al resto. Es por este narcisismo colectivo, por este convencimiento ficticio que tenemos de nosotros mismos que nadie, ni una sola persona en el ambiente rugby se animó a decir que fuimos nosotros”. Este joven rosarino hace una autocrítica sobre el mundo del rugby que lejos de poner en cuestionamiento estas ideas, las reproducen y fomentan.
El asesinato de Báez se da en plena temporada de verano en la ciudad balnearia que todos los años recibe a miles de jóvenes. Frente esto, no hay una política de turismo que contemple al aluvión adolescente que concurre a la ciudad. Después de largos meses de invierno nadie quiere perderse la temporada salvadora, donde kioscos y supermercados venden alcohol a los pibes sin ningún cuidado. Esto constituye un negocio del mismo aparato estatal, que lo presenta como la única forma de divertirse en una fiesta, promoviendo una cultura del reviente, dejando zona liberada los ambientes donde frecuentan los jóvenes. Por lo general, los policías esperan que los pibes se revienten a golpes para caerles encima.
Exigimos justicia para Fernando Báez Sosa y su familia y una condena ejemplar a los responsables.