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08 de octubre de 2014

Las acusaciones mutuas por el desmanejo de la economía, entre las camarillas del ministro Axel Kicillof y del entonces titular del Banco Central Juan Fábrega, terminaron con la renuncia de éste, aceptada presurosamente por la presidenta Cristina Fernández.

Kicillof queda como piloto del ajuste

Una pelea de comadres por quien lo hacía “mejor”

Esto, de ninguna manera augura un cambio en la política de ajuste con recesión e inflación que viene aplicando el gobierno kirchnerista desde enero de este año, aunque haya matices en el libreto (o relato) entre ortodoxia y heterodoxia (más mercado para unos, más controles para otros). Pues en ambos casos no se ataca el mal de fondo que es la inflación, que es lo que ha llevado y sigue llevando al desbarajuste de la economía, a la caída de la inversión y del empleo, a la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, a la pobreza y al hambre, y también a la llamada “escasez de dólares”.
Los partidarios de Fábrega planteaban seguir la política de ajuste con una devaluación del peso más explícita en relación al dólar. En tanto los partidarios de Kicillof quieren continuar profundizando el ajuste con mayor emisión monetaria para mantener el gasto público corrupto, haciendo perder valor al peso sin que eso se vea en un aumento del precio del dólar, aunque no alcancen las reservas para sostenerlo (apenas alcanzarían para cubrir los vencimientos de deuda presupuestados). Los mayores controles pueden calmar temporalmente el desbarajuste cambiario, pero la situación económica y social va a seguir empeorando pues la decisión política es seguir profundizando el ajuste con mayor recesión y más inflación.
 
Los trapitos al sol
La disputa entre las camarillas de Kicillof y de Fábrega adquirió también ribetes de conventillo. Según los chismes de pasillo, Axel Kicillof había amenazado a Juan Fábrega con difundir que el hermano de éste opera en el mercado informal del dólar y se beneficia con las corridas cambiarias. Aunque eso era sabido en el mercado: el hermano de Juan Fábrega es agente financiero desde hace veinte años y era muy conocido por Néstor Kirchner.
A su vez, el ahora ex titular del Banco Central había cuestionado a Kicillof por haber intervenido en favor del Fondo de Inversión Latan Securities, para que el Banco Central le vendiera bonos en forma directa y ventajosa. Fue una operación por unos 200 millones de dólares, que benefició a dicho fondo regido por Diego Marynberg, un inversor de amistad y consulta de Kicillof.
Hasta el martes pasado, Fábrega creía que contaba con el aval de la Presidenta a su gestión. Por eso fue confiado a su lugar de aplaudidor en la primera fila. Pero allí, con el bochorno público, se dio cuenta que Kicillof había ido con el cuento de su hermano a Olivos y que Cristina creyó la teoría conspirativa del ministro, quien le habría dado los detalles de los expedientes cambiarios y la supuesta información que Fábrega había filtrado a los banqueros.
Fábrega entendió el mensaje y renunció al día siguiente, siendo inmediatamente reemplazado por Alejandro Vanoli, quien hasta ese momento presidía la Comisión de Valores con el aval del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno. Este antecedente inmediato hizo que el jueves se desplomaron las cotizaciones de los papeles argentinos en Buenos Aires y en Manhattan.
Esto pese a que Vanoli, ahora kirchnerista, había sido un fuerte defensor de la política de mercado y endeudamiento menemista, en toda la década de 1990. En esos años, Vanoli trabajó en el Palacio de Hacienda dentro del equipo encargado de emitir deuda y colocar bonos en el exterior –junto a Miguel Kiguel y Federico Molina–, como titular de la Oficina de Crédito Público. Después trabajó para la Alianza de Fernando de la Rúa, en el equipo de Carlos Weitz, de la Comisión de Valores.
Bueno, en esa década también Néstor y Cristina fueron admiradores de Menem y de Cavallo. Incluso cuando este último asumió con De la Rúa. Cosas veredes, Sancho. n