No sólo el alambrado de púas que rodea a la Kraft, hace recordar a un campo de concentración nazi. Están los 150 efectivos de la policía bonaerense, que duermen en la fábrica, y se pasean con sus caballos y perros (que guardan a metros de la guardería a la que asisten más de 200 chicos).
Y para los trabajadores, la patronal yanqui sacó un reglamento, el lunes posterior al desalojo, digno de la antología del fascismo.
Allí se dice que “todo el personal de KFA deberá conducirse con buen trato, respeto y cortesía ante sus compañeros y supervisores. No serán tolerados actos de violencia física o verbal, los cuales serán castigados con la máxima severidad…”.
Por si esto fuera poco, la Kraft avanza sobre los derechos de los trabajadores, reduciendo los tiempos de descanso (dos de 10 minutos en 8 horas de trabajo), y el de comedor (40 minutos “desde la partida y regreso al puesto de trabajo”). Esto en una planta donde algunos compañeras y compañeros tienen que trasladarse 500 metros hasta su sector.
Y para mostrar lo poco que le importa la legislación laboral argentina, la empresa se arroga el derecho de asignar tareas que “eventualmente podrán ser de una categoría superior/inferior a la que el colaborador posee”. En criollo, multiplicidad de tareas.
Este verdadero decreto de Kraft, anuncia que se cerrarán los vestuarios salvo durante el ingreso o egreso, el comedor sólo permanecerá abierto en los horarios establecidos, y que se “canalizan” las solicitudes de licencias, adelantos, préstamos, etc., sólo a través del supervisor.
Eso sí, para demostrar que la situación no es tan grave para los 2600 trabajadores, el Ministerio de Trabajo, en su acta del pasado 1 de octubre, afirma que sus inspectores han constatado que “no hay fuerzas de seguridad en las líneas de producción”. Nos quedamos tranquilos, todavía no le apuntan a la cabeza a las compañeras y compañeros, para que produzcan.
02 de octubre de 2010