La segunda Guerra Mundial fue una prueba de fuego para veinte años de revolución proletaria y construcción socialista. Y fue un desafío sin precedentes a la política, a la aptitud dirigente y a la capacidad organizativa y movilizadora del PC, en primer término de su conducción.
La segunda Guerra Mundial fue una prueba de fuego para veinte años de revolución proletaria y construcción socialista. Y fue un desafío sin precedentes a la política, a la aptitud dirigente y a la capacidad organizativa y movilizadora del PC, en primer término de su conducción.
Hitler valoró erróneamente las contradicciones existentes en la URSS. Especuló con un alzamiento o con la indiferencia de la masa campesina. Tejió planes en torno a las tensiones que se advertían entre los rusos y las otras nacionalidades. El Führer envió a su lugarteniente Rudolf Hess a Inglaterra para concertar un acuerdo de paz y una “santa alianza” anticomunista, tratando de aislar a la URSS. Hitler se lanzó ensoberbecido contra la Unión Soviética no porque estuviese loco, sino basándose en esos múltiples factores.
Por su parte, el imperialismo británico y el yanqui, si bien enfrentaban al imperialismo nazi alemán por el antagonismo de intereses que los oponía en la disputa por el dominio mundial, estimaban que la URSS no podría resistir. Su mayor interés era que los soviéticos se desangraran al máximo y que, a la vez, los nazis sufriesen pérdidas irreparables. Los resultados fueron radicalmente distintos a los perseguidos por unos y otros imperialistas. El nazismo fue derrotado esencialmente por el país de la dictadura del proletariado. En su marcha hacia Berlín, el Ejército soviético fue decisivo en la liberación de una serie de países ocupados por los hitlerianos.
Los nazis alemanes invaden Rusia
El 22 de junio de 1941, la Alemania nazi invadió la Unión Soviética con uno de los ejércitos más grandes de la historia universal. Hitler creía que iba a derrotar a los soviéticos en un lapso de tres meses, y casi todos los expertos militares y políticos del mundo estaban de acuerdo. La Alemania imperialista tenía las FFAA más modernas del mundo. Su fuerza de invasión constaba de tres millones de soldados, 3300 tanques, 7.000 cañones de grueso calibre y 2000 aviones. Sus FFAA acababan de conquistar Checoslovaquia, Polonia, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca y Noruega.
En 1941, la Unión Soviética sólo había experimentado 20 años de paz desde la última invasión imperialista. Bajo la dirección del Partido Comunista y de José Stalin, el país había vivido dos décadas de intensas luchas de clase y de construcción socialista. A pesar de grandes problemas, en ese entonces era un país auténticamente revolucionario y socialista. La revolución bolchevique puso en el poder a la clase obrera, eliminó los privilegios y la riqueza de los ricos, creó la primera economía socialista planificada y el primer sistema de agricultura colectiva, y transformó la estructura y la propiedad de la industria. La lucha de clases había sido muy difícil y llegó al borde de la guerra civil.
Los ejércitos soviéticos tenían muchos soldados pero poco equipo militar. Durante los agudos conflictos políticos de los años 30, se remplazó a gran parte de los altos oficiales con una nueva generación que no se había puesto a prueba.
La batalla de Stalingrado
A mediados de 1942 la situación era aún más difícil que a fines de 1941. El curso de la guerra recién cambió con la histórica batalla de Stalingrado, iniciada en agosto. Se combatió casa por casa. Incluso al verse cercados los soldados continuaban combatiendo y gritaban ¡Por Stalin y por la patria, nunca nos rendiremos! El 14 de octubre estuvo a punto de caer la ciudad. Fue el momento más crítico de la guerra, más grave aún que un año atrás cuando los nazis estaban a las puertas de Moscú. La resistencia a muerte no era en vano. Se preparaba en el máximo secreto, bajo la dirección personal de Stalin, un plan de cerco y contraofensiva que permitió concentrar una absoluta superioridad de fuerzas en efectivos -3 a 1- y en armamento -4 a 1- fabricado este último en su totalidad por la industria soviética a mediados de 1942. Los alemanes tuvieron 200.000 muertos y unos 100.000 prisioneros, entre los cuales había un mariscal de campo, 24 generales, 2.500 oficiales.
A las tropas regulares se sumó el movimiento guerrillero que comenzó desde los primeros meses de la guerra las regiones ocupadas por los nazis. Con la victoria de Stalingrado recibió un enorme estímulo y experimentó un extraordinario auge durante todo 1943, En su apogeo llegó a tener 500.000 guerrilleros armados. Fue destacada la labor del Partido Comunista en su organización y su impulso. Antes de evacuar el Ejército Rojo las zonas que caían en manos de los agresores, se decidía qué organismos y dirigentes debían actuar en la clandestinidad permaneciendo en la región ocupada. Los primeros tiempos, la carencia de armas limitaba el desarrollo. En la batalla de Stalingrado, los guerrilleros jugaron un papel de primer orden en la destrucción de las largas líneas alemanas de comunicación y abastecimiento. Pese a la salvaje represión nazi, no hubo prácticamente ciudad ocupada que no contase con una organización de resistencia que golpeaba a los nazis convergiendo con la actividad guerrillera cuyas bases estaban en los bosques.
A partir de Stalingrado comenzó a cambiar la correlación general de fuerzas y los soviéticos pasaron a la ofensiva. El costo fue de veinte millones de muertos, es decir uno de cada diez soviéticos. Un millón de inválidos. Varios millones de personas con sus capacidades físicas y mentales disminuidas. Millares de ciudades y de poblados completamente destruidos. La producción agrícola quebrantada. La industria de la parte europea desmantelada…
El factor decisivo fue el heroísmo, la iniciativa y la energía inagotable de las grandes masas. Por encima de los interrogantes y las incertidumbres generados por los serios errores previos e iniciales –que posibilitaron el rápido avance alemán en 1941-42-, la clase obrera, el campesinado trabajador, la gran mayoría del pueblo, adultos y jóvenes, hombres y mujeres, cerraron filas alrededor del Partido Comunista y de su dirección liderada por Stalin.
Actitudes nacionalistas de gran potencia
En la línea justa de unir lo socialista con lo nacional ruso para movilizar lo más profundamente posible a las masas campesinas y trabajadoras en general, se hicieron concesiones al nacionalismo ruso y a la Iglesia ortodoxa, algunas de ellas necesarias. La lucha de líneas en la cuestión nacional, en las nuevas condiciones de guerra a muerte contra el invasor nazi, se complicó y agudizó. Y a medida que se revirtió la situación y el Ejército Rojo pasó a la contraofensiva, fueron cobrando creciente fuerza las tendencias nacionalistas gran rusas.
Stalin y los dirigentes soviéticos tuvieron en 1943-45 actitudes nacionalistas de gran potencia al negociar y acordar –de hecho- determinadas esferas de influencia con los imperialistas yanquis e ingleses. Aunque en ese entonces la URSS era socialista y aportaba enormemente a la causa de la revolución y la liberación nacional, no puede aceptarse que se discutan en una mesa entre tres potencias los problemas y el futuro de otros pueblos y naciones.
Tras la muerte de Stalin en 1953, nuevas fuerzas burguesas del Partido Comunista maniobraron para tomar el poder. En 1956, Jruschov tomó las riendas, consolidó el poder de una nueva clase capitalista y dirigió la reestructuración sistemática del capitalismo de estado. Fue el fin del primer estado proletario.