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02 de octubre de 2010

La Biblia y el calefón

Liniers en la mirada de Felipe Pigna

La incorporación del historiador Felipe Piña a la sección Zona del diario Clarín, nos pareció en su debut del domingo 10 de junio algo importante ya que, a través de él, por su forma de encarar los temas, éstos llegan a un gran público, particularmente juvenil.
El domingo 24 la segunda nota de Pigna está ilustrada con la imagen de Santiago de Liniers. Qué bueno, nos dijimos, en consonancia con los 200 años de la histórica Defensa de Buenos Aires ante la segunda invasión inglesa, nos va a hacer una presentación amena del tema. Pero no, no habla de la actuación de Liniers frente a la invasión de los colonialistas ingleses (por más que lo hiciera por lealtad a la Corona española o a su origen francés), ni del papel en esas jornadas de “los que menos tenían”, como las recordadas Manuela Pedraza o Martina Céspedes. Pigna se ocupa de lo sucedido un año después, en 1808, cuando España había sido invadida por Francia y llegó aquí como enviado de los monopolistas de Sevilla (que habían conformado allí una Junta Central), nada menos que José Manuel de Goyeneche. La nota no dice quién era este personaje que venía a pedir “dinero para resistir la invasión napoleónica a la península”. Tampoco aclara la nota que lo que llaman “Fondo Patriótico” no se refiere a nuestra patria sino a la potencia colonial que nos imponía su dominio.
Goyeneche fue uno de esos aristócratas criollos que estuvieron siempre al servicio de la monarquía española, a diferencia de los que fueron patriotas, incluso de origen español como Arenales. Fue alcahuete en la Corte en España y volvió aquí a “obtener obediencia”, pero no a la resistencia española, sino a los monopolistas de Sevilla. Luego fue uno de los masacradores de los levantamientos independentistas de Chuquisaca y La Paz en 1909, y después fue jefe de los ejércitos realistas en el Alto Perú.
El caso es que Liniers, haya sido por profrancés o por corrupto, no mandó los fondos recaudados a España sino que se los gastó aquí y,dice Pigna, que “con la excusa de una tercera invasión inglesa, sostuvo una gran tropa a la que le había aumentado cuantiosamente los sueldos para mantenerla fiel a sus designios”. Pero, ¿acaso no seguían merodeando los barcos ingleses en las costas de Suramérica? ¿Acaso esa “gran tropa” no eran las primeras milicias, principalmente criollas, que se conformaron para la defensa de Buenos Aires?
No se puede decir, como dice Pigna, que “la actitud del virrey (todavía Liniers) desalentó a la población”. ¿A qué población se refiere? Y menos sustentar esa afirmación, con una cita del síndico español de la Real Audiencia (¡vaya autoridad!), que escribió “la gente (¿qué gente?) en una justa desconfianza, ha suspendido los donativos por la evidencia con que conocen que no se han de dirigir a la Metrópoli, sino que han de convertirse en unos gastos que todos (¿qué todos?) lamentan y lloran. ¿Quién ha de franquear su dinero para que con desprecio de la sagrada causa se reparta entre presidiarios y hombres vagos a quienes el virrey ha distribuido las dotaciones y honores de los primeros empleos militares?”
Seguramente se habrá arrepentido Liniers dos “años después frente al pelotón de fusilamiento formado por los soldados de la Revolución a la que él intentaba derrotar–frente a aquel pelotón plebeyo dirigido por su ex compañero de la Reconquista, Juan José Castelli-”, por haber mantenido “esos presidiarios y hombres vagos” que integraban las milicias criollas.