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16 de abril de 2014

A la exacerbación de las contradicciones étnicas, lingüísticas y religiosas se suma el ahogamiento económico, tanto desde el imperialismo de Rusia como desde las potencias imperialistas occidentales.

La creciente disputa interimperialista lleva a la división del país

Ucrania desgarrada

La clase obrera, los pueblos y la nación de Ucrania se encuentran atenazadas entre las políticas de ajuste fondomonetaristas que impone el gobierno provisional de las oligarquías fascistas proeuropeas en Kiev y los “correctivos económicos” que le aplica Moscú –tras su “exitosa” anexión de la península de Crimea–, a cuyo amparo los oligarcas prorrusos en las provincias del Sureste apelan a bandas armadas, que llegan incluso a reivindicar la pertenencia de esa parte del país al viejo imperio zarista (ver aparte extractos del discurso de Putin del 18 de marzo de 2014).
La clase obrera y los pueblos de Ucrania desde 1917 fueron protagonistas de la Revolución dirigida por los bolcheviques, siendo Ucrania una de las repúblicas fundadoras de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922. Tras la restauración capitalista en la misma en 1957, formó parte de la socialimperialista Unión Soviética hasta su colapso en 1991, cuando volvió a declararse independiente. Pero sus gobiernos siguieron estando en manos de los sectores burgueses restauracionistas del capitalismo, constituidos en una verdadera oligarquía que dividió sus intereses principalmente entre los sectores proeuropeos y los sectores prorrusos, por las relaciones económicas y también étnicas, lingüísticas y religiosas. Sobre estas relaciones presentes e históricas, todos estos años han venido operando tanto los imperialistas de Estados Unidos y sobre todo de Alemania, Francia e Inglaterra y los de Rusia, en feroz disputa entre sí, con el consiguiente fracturamiento no sólo económico sino también social y político de la nación de Ucrania.
Las agitaciones políticas y sociales ocurridas en la última década en Ucrania, enfrentando las políticas de los distintos sectores oligárquicos proimperialistas en disputa por el poder –que han hundido al país en una pavorosa crisis–, eclosionó en grandes manifestaciones desde fines del año pasado cuando el presidente prorruso Yanukovich rechazó tener relaciones más cercanas con la Unión Europea para favorecer los vínculos con Rusia. 
La feroz represión de este gobierno provocó la muerte de más de cien personas a manos de la policía, y terminó el 22 de febrero con la huída de Yanukovich y la instauración de un gobierno provisional. 
Este gobierno, aunque votado también por los sectores prorrusos del Parlamento ucraniano, volcó la balanza a favor de los sectores oligárquicos proeuropeos y pronorteamericanos, con la reacción consiguiente del imperialismo de Rusia, que ocupó “pacíficamente” la península de Crimea haciendo primar sus intereses imperialistas por sobre los de los trabajadores, el pueblo y la nación de Ucrania.
Así se plantea plantea  como contradicción principal la que enfrenta a los países que integran la OTAN (Estados Unidos, Inglaterra y Europa occidental) con los de Eurasia (en los que incluye a la China imperialista, aunque ésta se ha diferenciado en relación a esa disputa, como lo manifestó su presidente Xi Jinping en su reciente visita a la Unión Europea).
 
Moscú acrecienta 
la presión económica
En una nueva escalada de la disputa por el control de Ucrania, en una carta enviada a 18 dirigentes de Europa Occidental –entre ellos, Francia, Italia y Alemania– el 10 de abril, el presidente de Rusia Vladimir Putin afirmó que, si la situación ucraniana no se estabiliza cuanto antes, el grupo ruso Gazprom “se verá obligado a exigir el pago adelantado de la entrega de gas. Caso contrario, cesará total o parcialmente el servicio”.
El mismo día, el presidente del gigante ruso de la energía, Alexei Miller, acentuó la presión exigiendo a Kiev que pague 11.400 millones de dólares. Según Moscú, esa suma corresponde al lucro cesante sufrido por el presupuesto ruso durante los cuatro años en que Ucrania se benefició con tarifas preferenciales de gas.
Desde fines de 2013, como parte del alejamiento de Ucrania de la UE, Rusia había acordado rebajar el precio de gas hasta 268,5 dólares por 1.000 metros cúbicos. Pero a partir de marzo de 2014, Gazprom suspendió dicho descuento, con lo que el precio de gas para el país vecino aumentó de 268,5 a 385,5 dólares por 1.000 metros cúbicos. Pocos días después el monopolio gasista ruso elevó la tarifa a 485 dólares, tras eliminar otro descuento que venía rigiendo desde el acuerdo de 2010 a cambio de la prórroga de la permanencia de la Flota rusa del mar Negro en el puerto de la ciudad de Sebastopol.
Por otro lado Rusia suspendió las importaciones de lácteos de Ucrania con pretextos sanitarios, al tiempo que Putin instaba a los miembros de su Gabinete a “estar preparados de antemano para cualquier evolución de los acontecimientos, en particular, para sustituir las importaciones”. También sugirió que se elaboren “los correctivos necesarios”, por si la situación en Ucrania obliga a introducirlos.
 
El ajuste fondomonetarista
A los “correctivos” que aplica el imperialismo ruso sobre Ucrania, que afectan principalmente a la clase obrera y pueblos de todo el país, se suma el duro ajuste que comenzó a aplicar el gobierno de Kiev como condición para la “ayuda financiera” prometida por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea. Dicho ajuste incluye el despido de empleados públicos, suba de impuestos y reducción de los salarios.
Frente al ajuste fondomonetarista y al chantaje imperialista de Rusia reiteramos nuestra solidaridad con la clase obrera y los pueblos de Ucrania y la defensa de su integridad territorial. ¡Fuera las garras imperialistas de Ucrania!