Para salvar a los bancos y grandes corporaciones (como General Motors), tras la caída de Lehman Brothers en agosto de 2008 el gobierno de los Estados Unidos, endeudándose extraordinariamente, emitió miles y miles de millones de dólares que inundaron el mundo. Gran parte de esos dólares fueron derivados hacia la especulación con las materias primas minerales y agrícolas (las llamadas commodities), cuyos precios (sustentándose principalmente en la demanda de las llamadas potencias emergentes, como China e India) tuvieron un auge prolongado alcanzando niveles extraordinarios.
El “dólar barato” y los precios extraordinarios de las materias primas llevaron a una sobreacumulación de capitales (y de endeudamiento) en los distintos sectores de producción de las mismas y en las industrias subsidiarias y servicios conexos, con la consiguiente sobreproducción relativa. Lo que se expresa en un crecimiento de la oferta muy superior a la expansión de la demanda esperada.
El mero anuncio del fin de las políticas de “dólar barato”, con el reflujo de capitales especulativos de las llamadas “economías emergentes”, puso en evidencia esa sobreproducción, con el consiguiente quiebre en el aumento de los precios. Lo que sucede en el sector energético (petróleo crudo y gas natural) es algo que viene ocurriendo prácticamente en todos los sectores de la producción primaria (desde los minerales hasta los granos), con el consiguiente efecto depresivo sobre todas las industrias y servicios conexos a esas producciones. Fenómeno que también se advierte en otras industrias básicas, como las del hierro y el acero, e incluso industrias sofisticadas como la eólica y los equipos fotovoltaicos.
La crisis del sector energético, en particular del sector petrolero, es la que hoy más conmueve al conjunto de la economía mundial capitalista, por ser éste la principal fuente del “flujo sanguíneo” de su funcionamiento. De lo que derivan los movimientos geoestratégicos en la lucha intermonopolista e interimperialista por su dominio, donde la variación de su precio afecta la posición relativa de los países, en particular entre las propias potencias petroleras.
El “dólar barato”, la especulación financiera que se montó en torno al mismo y, en el caso de petróleo, la inestabilidad en su abastecimiento por las guerras en importantes regiones productoras (en particular Medio Oriente y Africa), hicieron que su precio se elevara por las nubes. Esto implicó una expansión de la producción no sólo por las técnicas tradicionales sino sobre todo por las “no convencionales”, como el “fracking”, sobre las que se volcaron centenares de miles de millones de dólares, aumentando tanto la oferta que, sumada a la de los países de la OPEP y Rusia, supera con creces la demanda inmediata como las expectativas de demanda futura del líquido elemento en el mundo.
Así nos encontramos a mediados de junio de 2014 con la rápida y abrupta caída de su precio, que se prolonga en el tiempo. Tanto por el desacuerdo en reducir su producción (y la oferta, para que se sostenga el precio) entre los países productores tradicionales agrupados en la OPEP, como en los propios productores del “shale”, que se ven forzados a seguir bombeando crudo para pagar sus deudas.
Dentro de los Estados Unidos –aparte de Exxon Mobil Corp. y Chevron Corp., que además de bombear crudo cuentan con un poder monopólico en refinación, químicos y oleoductos–, se desarrolló un importante grupo de empresas medianas y grandes de petróleo y gas, que se endeudaron fuertemente durante el auge del sector energético, con un alza de sus pasivos de casi 55% desde 2010 para llegar a casi 200.000 millones de dólares (La Nación, 9/1/15). La necesidad de estas empresas de cubrir sus costos de endeudamiento permite explicar por qué los productores estadounidenses planean seguir con la extracción de crudo incluso si el barril se negocia por menos de 50 dólares, con un descenso de 55% desde junio. Lo mismo sucede con el gas natural cuyo precio ha caído 40% desde junio a menos de 3 dólares por millón de BTU (unidad térmica británica, por sus siglas en inglés), frente a alrededor de 4,70 dólares por millón de BTU.