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02 de octubre de 2010

El siguiente es un extracto del Informe del Comité Central del PCR de la Argentina, del 1° de febrero de 2008.

La crisis económica internacional

Hoy 1256 / Sobre su origen y magnitud

Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de los EEUU, escribió en el Wall Street Journal que las raíces de la crisis hipotecaria, que inició la actual crisis económica mundial, está “en el período que siguió al fin de la Guerra Fría”, cuando “el capitalismo derrotó al socialismo, cuando cayó el mercado del Comecon y, principalmente cuando se impuso en China” (La Nación, 13/12/07).
En realidad Greenspan, por los intereses que defiende, no puede reconocer que el socialismo había sido derrotado en 1957 en la URSS y los países de Europa Oriental y en 1978 en China, y que en la URSS y los llamados “países socialistas” de Europa Oriental, existía otra forma de capitalismo –un nuevo tipo de capitalismo de Estado– con su mercado propio, el Comecon.
Con la derrota del socialismo y la posterior caída del Comecon, el capitalismo dispuso, según Greenspan, de “una mano de obra relativamente bien educada y de bajo costo”, unida a una tecnología avanzada. En 20 años, centenares de millones de personas entraron en esa economía capitalista imperialista mundial; se produjo una enorme división internacional del trabajo. El capitalismo dispuso de “una gigantesca carpa de oxígeno” con una mano de obra inmensa (como ya señalamos, en quince años, en el mundo, se cuadruplicó el número de obreros) con salarios muy bajos, aumento de las horas y la intensidad del trabajo. Hay que tener en cuenta que esta ofensiva patronal siguió al período neoconservador de Reagan en los EEUU y la Thatcher en Gran Bretaña, en el que se operó una enorme ofensiva capitalista contra los derechos de los trabajadores y que la derrota mundial de la clase obrera fue acompañada de la desaparición, o transformación, de muchos partidos marxistas-leninistas-maoístas que existían en el mundo.

La ampliación de la explotación obrera
China se transformó, primero, en la fábrica del mundo (produce actualmente más de la mitad de la producción industrial del mundo; muchos son productos fabricados por empresas yanquis o europeas, pero todos llevan el “made in China”) y, posteriormente, en la gran prestamista de los EEUU. La economía mundial tuvo el mayor nivel de crecimiento en treinta años. Se produjo un aumento gigantesco de la explotación de los trabajadores. El capitalismo pudo borrar conquistas laborales históricas, como sucedió en Europa y en nuestro país, imponer la llamada flexibilización y multiplicidad de tareas, los contratos basura y aplastar los salarios. En el llamado mundo “globalizado” supuestamente existe libertad para el libre tránsito de las mercancías, sin embargo no se permite la libre circulación de la principal mercancía del capitalismo, la fuerza de trabajo.
Millones de indocumentados en los EEUU y Europa facilitaron aún más la feroz explotación de la masa asalariada. Esto se acrecentó en los países oprimidos por el imperialismo, ya que en este mundo “globalizado”, existen países “globalizadores” y países “globalizados”.
Los países metropolitanos pudieron reducir la inflación y, desde los ‘90, en los países centrales hubo una caída pronunciada de la tasa de interés real, junto a un aumento de la tasa de ahorro y alzas enormes en el valor de las acciones de las Bolsas y del precio de las viviendas. En medio de esto, el capitalismo atravesó varias crisis, de las que salió inflando distintos tipos de burbujas, hasta precipitarse en la tremenda crisis actual.
En esta crisis se expresa la crisis de superproducción relativa. El capitalismo entraña la contradicción entre la tendencia a ampliar ilimitadamente la producción y la capacidad limitada de compra de los consumidores fundamentales, los trabajadores. Y pese a que se estimuló de mil maneras al mercado, sobre todo en los EEUU, las inversiones en el desarrollo de la producción no eran rentables, en un mundo que actualmente tiene 967 millones de hambrientos (según la Oxfam, La Nación, 19/10/8).

Una especulación desenfrenada
Las enormes ganancias de estos 20 años se volcaron fundamentalmente a la especulación, desatando una fiebre especulativa y generando inmensas burbujas, como la de las llamadas “hipotecas basura”, la inmobiliaria, la bursátil, la de las materias primas, etc.
La caída del precio del petróleo desnudó que aquella cifra de más de 140 dólares el barril a la que llegó a cotizarse, no se debía a un aumento del consumo y de la demanda, sino a expectativas de ganancias financieras, especulativas, como sucedió con el precio de la soja, el trigo, el maíz y el girasol. Que su precio no estaba vinculado con el ciclo de la economía productiva, puesto que el costo de producción de un barril de petróleo no pasa de 10 dólares; sino que era objeto, al igual que otras materias primas, de la especulación financiera.
Esta fiebre especulativa, según Greenspan, es sólo comparable con la Tulipomanía del siglo XVII, cuando en todo el mundo la burguesía invertía en el cultivo de tulipanes, o con la “fiebre del oro” en California, en 1847. En ese entonces Marx le escribió a Engels: “Esto no lo habíamos previsto; el descubrimiento del oro en California implica la aparición de un mercado de la nada que equivale a la mitad de Europa”. Ahora ha sucedido algo semejante, pero multiplicado por 10 o más veces, al abrirse –para el llamado “capitalismo global” y los nuevos avances tecnológicos en la producción– el inmenso mercado de los ex países socialistas, la tercera parte de la tierra, que mantenía un mercado relativamente independiente del de occidente. La mayor ampliación del mercado mundial desde la Revolución Industrial de 1780.
Las hipotecas basura originaron los llamados “derivados”: montones de papeles que manejaron los bancos hipotecarios y los bancos de inversión para apalancar inversiones, y el capital financiero pasó a controlar gigantescas ramas industriales a escala mundial. Por ejemplo, el grupo Cerebrus Capital Management es el que controla el 80% de las acciones de la Chrysler.

Magnitud y extensión de la crisis
“Esta es una crisis única en la vida, y posiblemente la más grande crisis financiera de su tipo en la historia de la humanidad”, declaró Charles Bee, vicedirector del Banco Central inglés (La Nación, 25/10/08).
“En 1929 la deuda de los EEUU era del 130% del PBI y subió al 160% con la crisis. En 2008 la deuda es de 350% del PBI, pero va a llegar al menos al 500% y esto no toma en cuenta los derivados financieros”, planteó G. Soros en Davos (La Nación, 28/1/09). La crisis será “devastadora” y “durará varios años”, acaba de declarar Barack Obama.
La crisis del ‘30 trajo el fascismo y el fascismo trajo la guerra. La guerra trajo la Revolución y ésta el triunfo del socialismo en la tercera parte de la Tierra. Pero en 1930 existía el socialismo en la URSS, la sexta parte del mundo, y la URSS se salvó de la crisis y se fortaleció en la década del 30. Hoy la crisis tiene el trasfondo de tres guerras en curso: la de Irak, la de Afganistán y la de Palestina. Y hay focos de posibles guerras con Irán, en Pakistán y otros lugares de Asia Central.
El tsunami (como se lo llama) de la crisis actual ha ido arrastrando todo y no se sabe cómo va a terminar. Ahora se ha creado una nueva burbuja: la del dólar. Muchos se han refugiado en el dólar y en los bonos del Tesoro yanqui y nadie sabe hasta dónde puede resistir este refugio. La caída de la libra esterlina es una advertencia para lo que puede suceder con el dólar, que permanece como divisa de reserva mundial.
Los Estados de los países centrales, con la esperanza de relanzar la economía, se comprometieron a salir en auxilio de los bancos, entidades financieras e industriales, por sumas de tal magnitud (“aparentemente infinita”, escribió Henry Kissinger en Clarín del 1/2/09) que muchos economistas consideran impagables y estiman que esos Estados no tienen ese dinero, por lo que no se sabe si con estas medidas frenarán la crisis o sí, en definitiva, quebrarán los Estados garantes, lo que desataría una recesión mundial aún más aguda y procesos hiperinflacionarios de proporciones nunca vistos.