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30 de octubre de 2019

Se puede resolver el hambre en diez días

La crisis económica y sus soluciones

Lo primero que deberá resolver un gobierno popular es el hambre que azota a más de 10 millones de personas, y esto se puede hacer en diez días.

En la Argentina, 9.000 grandes terratenientes de más de 2.500 hectáreas (apenas un 2% del total de productores agropecuarios) tienen más de 15 millones de cabezas de vacunos (un 32% del stock ganadero del país). Con solo un 2% de esos animales, sin perjudicar el ciclo productivo y afectando solo parte de las fabulosas ganancias y rentas de esos terratenientes, se puede abastecer durante un mes a 200.000 comedores populares, a un promedio de 50 personas por comedor, es decir garantizar las proteínas necesarias a 10 millones de hambrientos. Y además quedarían los cueros y “desperdicios”, con cuya venta se podrían obtener los fondos para comprar directamente a los pequeños y medianos productores, leche, verduras, frutas, etc.

El cálculo es sencillo. A un kilo de carne cada cinco personas por día, para 10 millones de personas, lo que se necesita son dos millones de kilos diarios; es decir, 60 millones de kilos en 30 días. Esto se puede obtener de la faena de 300.000 novillos, a un promedio de 200 kilos limpios cada uno. Esos 300.000 novillos en un mes representan el 2% de los 15 millones de vacunos que tienen esos 9.000 grandes propietarios. Y se pueden obtener afectando apenas al 1% del ganado de los establecimientos de entre 2.500 a 5.000 hectáreas; a un 2% de los de 5.000 a 10.000 hectáreas, y a un 3% a los de más de 10.000 hectáreas.

También se puede resolver rápidamente la desocupación.

En la Argentina, hay centenares de miles de familias que no tienen o disponen de poca tierra para trabajar. 235.000 familias con menos de 100 hectáreas (el 62% del total de las explotaciones agropecuarias del país), disponen de menos de 7 millones de hectáreas (un escaso 4% del total de la tierra utilizable), lo que hace un promedio de solo 29,8 hectáreas por familia. En el otro extremo, 12.000 grandes terratenientes (apenas un 3% del total de las explotaciones agropecuarias del país) disponen de 110.000 millones de hectáreas (un 62% de la tierra utilizable en el país), es decir un promedio de 9.166 hectáreas cada uno.

Si se expropiara a esos grandes terratenientes lo que exceda de 2.500 hectáreas, quedarían libres 80 millones de hectáreas. Con 20 millones se puede garantizar un mínimo de 100 hectáreas a los 235.000 pequeños y medianos productores, y los otros 60 millones de hectáreas se pueden repartir entre las mujeres y jóvenes campesinos sin tierra, comunidades aborígenes, obreros rurales y familias de desocupados que quieran trabajar la tierra, lo que a un promedio de 100 hectáreas resultaría en 600 mil nuevas explotaciones agropecuarias.

Por supuesto, para implementar esta reforma agraria, hay que ver en cada lugar cuáles son los latifundios y cuál sería el tamaño medio de las explotaciones familiares en las nuevas condiciones, o si pueden explotar esas tierras en cooperativas o bajo otras formas. Para esto es fundamental también que sean las propias masas del lugar, a través de sus organizaciones, asambleas y multisectoriales, las que puedan disponer y decidir sobre el uso y tenencia de esas tierras.

Por otro lado, un puñado de grandes monopolios maneja lo fundamental de las exportaciones argentinas y, por tanto, de las divisas del país, como Cargill, Louis Dreyfus, Bunge Ceval, Nidera y La Plata Cereal, en granos; Aceitera General Deheza y Vicentín, en aceites y pellets; Repsol, Petrobras, Pan American y Chevron, en petróleo; Techint, en siderurgia, y Aluar, en aluminio. Con un estricto control de cambios, nacionalizando el comercio exterior, se puede garantizar la disposición de esas divisas en función de las necesidades de los trabajadores y de la producción nacional, con control de sus organizaciones. Lo mismo respecto del petróleo y otros recursos claves para el bienestar de los trabajadores y la producción y el transporte nacionales, hoy en manos de un puñado de monopolios como consecuencia de las políticas entreguistas.

Está claro, entonces, que se puede terminar con el hambre en 10 días, que sobra carne en la Argentina para que coman los hambrientos, y también que se puede comenzar a resolver inmediatamente la crisis a favor de los trabajadores y la producción nacional. Tenemos el capital humano, que es lo más importante, y también los alimentos, la tierra, el petróleo, las industrias, para hacerlo. La cuestión es buscarlos donde están y poder disponer de ellos, por y a favor de los trabajadores y la producción nacional.

(Extractado de Eugenio Gastiazoro:
Historia Argentina, tomo IV
“de 1930 a nuestros días”,
Editorial Ágora, Buenos Aires, 2004).

Hoy N° 1789 30/10/2019