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02 de octubre de 2010

¿Sólo imprevisión o consecuencia de una política que favorece sin límites la ganancia de un grupo de monopolios extranjeros y de burguesía intermediaria?

La crisis energética

En los últimos tiempos nuestro país ha mostrado síntomas de una crisis energética. El gobierno, preocupado por el impacto electoral, primero la negó, después intentó medidas restrictivas al consumo y, finalmente, la atribuyó a maniobras de las distribuidoras de gas con el objeto de conseguir aumentos de tarifas.
En los hechos ha faltado gas para el transporte, se limitó el uso de electricidad para las centrales térmicas y la industria, faltó gasoil para las cosechas y existen serias posibilidades de cortes programados de gas y electricidad domiciliarias (que se unirían a los que ya existen en la realidad). ¿Es sólo imprevisión o se trata de consecuencias de una política que favorece sin límites la ganancia de un grupo de monopolios extranjeros y de burguesía intermediaria?

Las causas
El petróleo es un material estratégico que se agota en el mundo. Cada 4 barriles de petróleo que se consumen se descubre sólo 1 barril de reservas. En Argentina es peor: Repsol sólo repone el 17% del consumo.
Agresiones como la de EEUU a Irak son producidas para conseguir reservas. Los gobiernos argentinos, gerentes de la dependencia (y este no ha sido la excepción), desplegaron una política de entrega energética en petróleo, en gas y en el resto de las fuentes.
En la industria petrolera, el 85% de las inversiones se hacen para descubrir reservas, el restante 15% es para explotar y es el momento de las ganancias. A un precio internacional que ha llegado a 70 dólares el barril y con derecho a la libre exportación, las petroleras venden en el exterior y agotan las reservas. Con costos internos de unos 6 dólares el barril, aunque el gobierno les retenga un porcentaje, el negocio de exportar es suculento. Repsol en 5 años ha amortizado la mitad del valor de la compra de YPF, con ganancias de 8.200 millones de dólares. Además, el porcentaje retenido aumenta las reservas monetarias destinadas al pago de una deuda externa ilegítima y fraudulenta (y a múltiples negociados) y no a satisfacer necesidades populares y un desarrollo independiente.
Cayeron las reservas a un mínimo de siete años y el autoabastecimiento podría perderse en sólo dos. Lo mismo ocurre con el gas. Se redujo el horizonte de reservas.
En el transporte de gas, el último gasoducto para consumo interno es de 1988 (en épocas de YPF y Gas del Estado). Las privatizadas han construido 10 gasoductos, pero destinados a la exportación y despreciando el mercado interno. Alrededor del 36% de la población no recibe gas natural por redes y si se considera a aquellos que están por debajo de la línea de pobreza, casi el 60% consume otras formas de energía principalmente garrafas cada vez más caras.
Ocho empresas encabezadas por Repsol producen el 92% de la oferta de combustibles. Esas empresas participan también en el resto del negocio energético. El 85% de la extracción de gas está en manos de esas empresas. Repsol tiene participación en Transportadora de Gas del Norte (TGN) y Petrobras en Transportadora de Gas del Sur (TGS).  
Como con gas y petróleo se produce una parte fundamental de la energía eléctrica, la crisis se traslada a ese ámbito donde tampoco se ha desarrollado una política de expansión. Unido a esto, en energía nuclear no hay un plan de construcción de cinco o seis nuevas centrales y de expansión del área. Para no cortar la luz se lleva la producción de las represas al límite y más allá de la conservación de reservas hídricas ante potenciales desperfectos.
En estas circunstancias, una sequía, las bajas temperaturas (¿se podría esperar otra cosa en invierno?), las bajantes en los embalses, etc., desnudan las carencias. Es lo que algunos han llamado “el síndrome de la frazada corta”: si me tapo la cabeza, se me destapan los pies. Pero la frazada es corta por la política energética que se continúa aplicando.

Las maniobras
En el marco anterior, hay disputas en las alturas. Las privatizadas dicen que no invierten porque las tarifas están congeladas. Ocultan que con sus jugosas ganancias nunca lo hicieron.
Parece haber disputas por el control de áreas entre funcionarios (que a su vez representan intereses). Moreno, que es De Vido, se contrapone a Cameron, forzando la salida de un representante de British Gas de Metrogas que es reemplazado por uno de Repsol (ambas participan en la empresa). O sea que ahora Metrogas es más Repsol que British. Pero Pan American (60% British y 40% Bridas) extendió el tiempo de concesiones petroleras en Santa Cruz. ¿Significan cambios para el pueblo y la patria, o sólo disputas y redistribuciones de tajadas?
El gobierno por su parte se cubre de las consecuencias en el humor electoral atribuyendo todo a un complot. Pero, más allá de tibios amagues, sigue expresando los intereses de la entrega en cada medida que toma (o que no toma).

Las soluciones
Más allá de circunstancias climáticas o de aumento de consumo industrial, la crisis es causada por el proyecto dependiente de país (y en el campo de la energía) que este gobierno no sólo no ha cambiado sino que ha profundizado. No se construyen gasoductos para consumo interno ni nuevas destilerías. Tampoco represas, usinas y líneas de alta tensión. No se exploraron reservas. Mientras tanto las empresas giraron al exterior sus ganancias, llegando al extremo de que esas ganancias en España pagaron impuestos que no pagaron aquí.
Se deben estatizar todas las fuentes energéticas del país (explotación, explotación y distribución de petróleo y gas, represas, centrales eléctricas y sus sistemas de distribución, etc.) del subsuelo al surtidor y de las represas al consumidor.
Decía el general Mosconi: “La falta de criterio conservativo en la explotación de nuestros yacimientos, por parte de las empresas privadas, trajo indudablemente un aumento en la producción, que aparentemente benefició al país al reducir el monto de la importación, pero que no lo benefició en cuanto a que el oro de las ganancias obtenidas por las empresas emigró del país, yendo a reforzar las arcas de los grandes consorcios internacionales”. Se debe asegurar una explotación conservativa, terminar con las exportaciones energéticas (no se debe exportar lo que ya es escaso) y aumentar el uso de hidrocarburos para el desarrollo de una poderosa estructura petroquímica estatal.
Es preciso recuperar la renta energética (sólo la petrolera es superior a 15.000 millones de dólares anuales) y aplicarla a satisfacer las necesidades del pueblo y una Argentina independiente, entre ellas realizar las inversiones que permitan desarrollar nuevas fuentes alternativas.
Como en la metáfora de Mosconi, combinar la hulla negra (el carbón), la hulla líquida (el petróleo), la hulla blanca (energía de las caídas de agua), la hulla verde (energía de las corrientes de llanura), la hulla azul (energía eólica), la hulla salada o lunar (energía de las mareas), la hulla dorada (la energía solar), etc., es decir, combinar las distintas fuentes de energía para evitar que los potenciales déficits en alguna de ellas afecten el poder de decisión nacional y las actividades productivas.
Por último, avanzar en proyectos de nuevas represas hidroeléctricas y centrales nucleares y promover el ahorro energético como política de Estado, modificando el esquema basado en el modelo exclusivamente petrolero y sosteniendo una política que dé prioridad al transporte público sobre el particular (recuperar y modernizar los ferrocarriles para transformarlos en el sistema troncal de transporte de carga y pasajeros) y combinar el transporte automotor con el ferroviario y el fluvial y marítimo, recomponiendo la flota del Estado.