No es necesario abundar en detalles sobre la originalidad histórica que ha significado el surgimiento del movimiento de empresas recuperadas, que junto al movimiento de desocupados constituyeron, a mi modo de ver, junto a la extensión de cuerpos de delegados clasistas en diversas empresas, el saldo más avanzado de las luchas populares de principios del siglo 21.
No es necesario abundar en detalles sobre la originalidad histórica que ha significado el surgimiento del movimiento de empresas recuperadas, que junto al movimiento de desocupados constituyeron, a mi modo de ver, junto a la extensión de cuerpos de delegados clasistas en diversas empresas, el saldo más avanzado de las luchas populares de principios del siglo 21.
Me he de referir exclusivamente a mi experiencia en la Cooperativa Renacer de Ushuaia, en cuyo proceso participo desde el año 2004, en los aspectos que definen el funcionamiento de la democracia directa, cuyo contenido es dinámico y en permanente construcción.
La Cooperativa Renacer es una fábrica gestionada por los obreros, como es conocido. En el libro Los compañeros he transcripto el relato que sus protagonistas han realizado sobre el movimiento, así como la documentación publicada por diversos medios.
Las dos aristas sobresalientes de este proceso son:
En primer lugar, Renacer critica negativamente al modo de producción capitalista, demostrando su carácter anacrónico, y también positivamente, porque opone a este modo de producción la forma proletaria de producción. La expropiación de la fábrica y su entrega en propiedad a los obreros constituye un acontecimiento sin precedentes en el mundo contemporáneo y es una avanzada de la conciencia histórica de la clase obrera argentina, cuyas luchas han cuestionado durante épicas jornadas, desde la Semana Trágica hasta la actualidad, la esencia del poder burgués, oligárquico e imperialista.
En segundo lugar, Renacer construye una nueva democracia, opuesta, tanto por su forma como por su contenido, a la democracia burguesa dominante.
El organismo que dirige la empresa es la asamblea. Esto diferencia tajantemente al colectivo obrero de las empresas burguesas, en las cuales la asamblea es un organismo formal, cuyo poder de decisión –aún en el caso de grandes corporaciones monopolistas– está en manos de un reducido número de individuos y su manejo técnico y administrativo queda en manos de empleados a sueldo no importa cuál sea su monto.
Otro sello distintivo de las asambleas generales de la Cooperativa es la organización de las luchas, siempre presentes, tanto para impedir las constantes maniobras que intentan quebrar el emprendimiento obrero, como las movilizaciones solidarias con las que realiza las organizaciones obreras y populares.
Las asambleas de la cooperativa son muy frecuentes. Se realizan no menos de dos o tres asambleas generales por mes, que trazan los lineamientos técnicos y políticos de la gestión, mientras que las asambleas de sección, que discuten cuestiones concernientes a la marcha del proceso productivo, se reúnen dos o tres veces por semana. Estas últimas son reuniones que se encargan de resolver tareas prácticas, en las que participan todos los obreros, de manera tal que el trabajo “material” y el “intelectual” constituyen una única fuerza consciente.
Ahora bien, es imposible que la asamblea reúna en un único organismo las funciones de planificación, ejecución y control. El llamado “asambleísmo”, impotente para dirigir una empresa, termina muchas veces desembocando en que la dirección real la ejercen un grupo de asociados que se separan y contraponen con la masa.
Existen dos importantes instrumentos de aplicación y gestión de las decisiones de las asambleas:
1) El Consejo de Administración. El Consejo de Administración, elegido por la asamblea y removible por decisión de ésta en cualquier momento, tiene dos funciones: a) Proponer a la asamblea diversas tareas vinculadas con la gestión de la Cooperativa. b) Ejecutar los planes aprobados y rendir cuentas de su gestión.
2) El Consejo de Producción. El Consejo de producción ejerce dos funciones muy importantes. Por un lado, es el encargado de monitorear y formalizar los planes para la organización de la producción, que son aprobados por la asamblea general. Por otro lado, ejerce el control de la producción. Esta función es decisiva, porque la sola existencia del Consejo de Administración, por definición, tiende a configurar tendencias burocráticas, aunque sus miembros realicen al mismo tiempo trabajo productivo. El control obrero subsistirá mientras continúe la oposición entre trabajo manual e intelectual, mientras siga existiendo la contradicción entre los estímulos materiales y la producción conciente.
Estas normas de funcionamiento autogestivo ¿no contienen en germen los elementos de un nuevo tipo de Estado? En los países capi- talistas los trabajadores deben optar por los grandes partidos burgueses, que invierten fortunas en publicidad y presentan programas que jamás cumplen. Estos partidos tienen el monopolio político e ideológico de la información, con la que bombardean permanentemente al pueblo. El Estado burgués no es solamente un aparato coactivo, capta y se rodea de intelectuales orgánicos que articulan mecanismos de consenso con un lenguaje atractivo para las fuerzas democráticas –tal es el caso del grupo de Carta Abierta– enmascarando por izquierda la política abiertamente promonopolista y oligárquica del gobierno, rodeado de mandaderos que, cada vez con más frecuencia, reprimen salvajemente al pueblo. Lo mismo ocurre con el resto de las formaciones políticas de la burguesía. El sistema electoral impide el debate de propuestas entre las masas de trabajadores, que en lugar de decidir colectivamente depositan su voto en forma individual.
El Estado del porvenir se debe estructurar con base a los consejos obreros, campesinos, estudiantiles y populares, que propondrán a sus representantes más avanzados para ejercer los cargos públicos. El sufragio popular, entonces, será el resultado de un amplio debate de masas, y los candidatos serán conocidos por el pueblo.
En las actuales circunstancias esta forma de poder popular y antiimperialista, basado en la democracia directa, es el modelo por el que deben luchar los revolucionarios. En el ínterin no se puede renunciar a utilizar el camino electoral, aunque esté plagado de trampas y proscripciones. Urge la formación de un amplio frente popular basado en organizaciones multisectoriales promovidas por la masa, para imponer candidatos que impulsen el debate de un programa mínimo de unidad popular que pueda resolver los problemas más urgentes de nuestra patria.