El 10 de junio, en el día de la Reafirmación de los derechos soberanos argentinos sobre Malvinas, desde el Museo de la Memoria, la presidenta dedicó largos minutos a reseñar los ítems de su catálogo de argumentos desmalvinizadores. Apelando a su pirotecnia verbal, utilizando verdades parciales de aquellos acontecimientos que conmovieron por 74 días a la Argentina, Cristina cuestiona el asunto esencial de la guerra que entre abril y junio de 1982 el imperialismo inglés le impuso a nuestro país: el derecho de los pueblos y naciones oprimidos por el imperialismo y el colonialismo, a enfrentar con las armas en las manos, el orden mundial impuesto por los poderosos del planeta.
La presidente invierte la ecuación real en el mundo actual; para Cristina, la guerra de Malvinas que opuso a la nación argentina al imperialismo inglés, no es desde el punto de vista nacional una guerra justa. Le da así la razón a Inglaterra, imperialismo que nos impuso su guerra colonial de usurpación, con el pretexto de defender la democracia frente a una dictadura. Este es el argumento principalísimo de la política de desmalvinización del kirchnerismo: los que lucharon en Malvinas no defendieron la soberanía ante la guerra que nos impuso el imperialismo (y por eso son héroes de la patria), sino que fueron “víctimas” de la dictadura, víctimas de la locura de un borracho y del genocidio dictatorial. Plena coincidencia con la argumentación inglesa.
La desmalvinización
La desmalvinización ha sido, desde el 14 de junio de 1982, la verdadera política de Estado aplicada por todos los gobiernos a la cuestión Malvinas. El caracú de esa política de Estado es destruir la conciencia anticolonialista y antiimperialista que emergió vigorosamente durante las jornadas bélicas en el Atlántico Sur. La desmalvinización cambió de formas pero no de esencia. El alfonsinismo estigmatizó la causa hablando de los “chicos de la guerra” (los “loquitos del casco”, como los caracterizó el por entonces ministro del interior Mestre). Alfonsín y Caputo negociaron los Acuerdos de Madrid que, finalmente, firmaron Menem y Cavallo, debido a la huida anticipada del alfonsinismo. En la práctica, los Acuerdos de Madrid significaron la rendición incondicional de la Argentina ante el imperialismo inglés. Desde entonces, los Acuerdos de Madrid son la viga maestra por la que se desarrollan las relaciones argentino-británicas.
El menemismo practicó la política de relaciones carnales con el imperialismo inglés (y con otros imperialismos), propiciada por el canciller Guido Di Tella y Carlos Menem como presidente.
De la Rúa y Rodríguez Giavarini profundizaron esa política y desmantelaron bases antárticas argentinas respondiendo a exigencias británicas. También se concedió una base a la OTAN en el Tolhuin, Tierra del Fuego, que finalmente no se concretó.
Para Néstor Kirchner, con múltiples vinculaciones con los intereses ingleses, la guerra de Malvinas fue “una cobarde agresión” contra Inglaterra. Era la época en que Kirchner elogiaba a Tony Blair a quien consideraba el político más importante de las últimas décadas del siglo XX. En 2003 Kirchner viajó a Londres a participar de la reunión de la llamada “tercera vía” promovida por el primer ministro británico. Esta línea chocó con los reclamos de los Veteranos de Malvinas quienes protagonizaron el acampe de la llamada “Carpa Verde” en Plaza de Mayo en 2004, que duró más de 100 días y que en varias oportunidades estuvo a punto de derivar en graves enfrentamientos. Néstor Kirchner finalmente cedió y otorgó a los Veteranos algunos de los reclamos que venían sosteniendo hacía años. Fue un triunfo de los combatientes de Malvinas por sus derechos negados y contra la desmalvinización.
Pero el kirchnerismo aprovechó entonces para darle a la desmalvinización otra impronta, la suya, la del doble discurso. Delineó una política de doble faz, cínica al extremo y sumamente perniciosa: homenajea a los combatientes no como héroes sino como víctimas, y cuela calladamente los argumentos británicos como hizo con la Ley N° 14.486 promovida por el gobernador kirchnerista Scioli, y sancionada por unanimidad por la Legislatura de la provincia de Buenos Aires.
La Ley N° 14.486
Esta ley se presenta como un reconocimiento económico de la provincia de Buenos Aires a los Veteranos de la Guerra Nacional de Malvinas. Sin embargo, por impulso de Ernesto Alonso, presidente de la Comisión Nacional de Ex Combatientes de Malvinas, dependiente de la presidencia de la Nación, y en cumplimiento de los lineamientos impuestos por Cristina Kirchner (de acuerdo a lo que sostuvo en algunas reuniones este funcionario), se adoptó en los fundamentos de dicha Ley el criterio que utilizaron en 1982 los usurpadores británicos para establecer unilateral e injustamente una zona de exclusión alrededor de los territorios insulares para agredir a nuestro país; criterio que por demás los ingleses tampoco respetaron dado que el ataque al Crucero Gral. Belgrano —que produjo 327 bajas argentinas— se perpetró por fuera de esa pretendida zona de exclusión.
La imposición de una zona de exclusión por Inglaterra, incluso violó la Resolución 502 aprobada por el Consejo de Seguridad contraria a los legítimos derechos soberanos argentinos, ya que imponía retrotraer la situación a antes del 2 de abril de 1982; la decisión británica violaba abiertamente de modo indudable esa Resolución, al imponer unilateralmente una “zona de exclusión” para desarrollar libremente su agresión militar colonialista.
Con la 14.486, por primera vez en todo el período posterior a la Guerra Nacional de Malvinas, el gobierno nacional, pudo imponer en una ley, utilizando los favores de un gobernador genuflexo y obsecuente, el concepto británico de zona de exclusión que instrumentó para desplegar su agresión militar colonialista.
De ninguna manera se puede ni se debe reconocer otro escenario en el que se desarrolló el conflicto -el TOM (Teatro de Operaciones Malvinas)-, que comprendió el territorio de las Islas del Atlántico Sur y que estuvo en vigencia entre el 2 y el 7 de abril de 1982. Y posteriormente el TOAS (Teatro de Operaciones del Atlántico Sur) en el que se desarrolló la guerra hasta el 14 de junio.
Como dice en su declaración sobre la Ley 14.486 el Centro de Civiles Veteranos de Guerra “Operativo Malvinas”: “El poder soberano legislativo se asienta, como es sabido, sobre el derecho soberano territorial, salvo que se conceda esto implícita o explícitamente, generando así una situación de hecho beneficiosa en este caso, solo para el Reino Unido de Gran Bretaña. De ningún modo nuestro país puede permitir apoyarse en lo que determine el Reino Unido sobre Malvinas y el Atlántico Sur (…)”.
Y en otro párrafo del documento sostiene: “Admitir en la Legislación argentina decisiones extranjeras demarcatorias como sería justamente la zona de exclusión británica, que conlleva el ejercicio de su utilización exclusiva, atentaría sobre un principio básico de soberanía y quienes legislaran en tal sentido ameritarían el concepto reservado en el artículo 29 ‘in fine’ de la Constitución de la Nación Argentina”.
El doble discurso kirchnerista quedó en esta Ley expuesto crudamente: mientras se presenta como un reconocimiento a los derechos de los Veteranos de Guerra, es principalmente un logro extraordinario para los usurpadores.
Hubiese sido un acto reconfortante para los Combatientes de Malvinas y para los intereses de todo el pueblo argentino, que este 10 de junio Cristina Kirchner en vez de repetir sus diatribas desmalvinizadoras, hubiera anunciado la modificación de los artículos 1 y 2 de la referida Ley, borrando de ella todos los argumentos que benefician abiertamente al usurpador inglés.