El hambre y la desnutrición desde las embarazadas hasta la ancianidad y la desintegración e involución social -a manos de la perpetuación de condiciones de indigencia, insuficiencia de ingresos y de trastornos alimentarios en grandes capas de la población rural, suburbana y urbana-, constituye uno de los principales flagelos de la Argentina latifundista y dependiente, profundizado por la política y el modelo sojero de deforestación, producción y exportación del kirchnerismo.
El hambre y la desnutrición desde las embarazadas hasta la ancianidad y la desintegración e involución social -a manos de la perpetuación de condiciones de indigencia, insuficiencia de ingresos y de trastornos alimentarios en grandes capas de la población rural, suburbana y urbana-, constituye uno de los principales flagelos de la Argentina latifundista y dependiente, profundizado por la política y el modelo sojero de deforestación, producción y exportación del kirchnerismo.
Respecto de los diversos trastornos alimentarios, el Dr. Abel Albino, médico pediatra argentino de la Fundación Conin (Cooperadora para la Nutrición Infantil), hace más de una década viene señalando la importancia de combatir la desnutrición en el embarazo y la primera infancia puesto que “genera debilidad mental”. La única debilidad mental –indica Albino– “que se puede prevenir y se puede revertir y, además la única creada por el hombre, es por eso que se debe quebrarla”.
El Dr. Albino no se cansa de repetir que “tenemos el 40% de los argentinos por debajo de la línea de pobreza y siempre que hay pobreza hay desnutrición que afecta a los niños menores de 6 años. Esto se debe a que dependen de terceros que no tienen los medios o la capacidad como para sacar adelante a estas criaturas. Esto es un grave drama individual y social”.
Respecto a cómo se produce la debilidad mental a partir de la desnutrición, Albino señala que “cuando nace un niño su cerebro pesa 35 gramos, lo que equivale a seis monedas de un peso. Cuando tiene catorce meses, en el momento en que ya camina, pesa casi un kilo, es decir el 80% del cerebro de un adulto. De grande pesa 1,200 kg. Entonces, la clave del desarrollo de un individuo y de la nación está en el primer año de vida”.
En cuanto a la obesidad, el Dr. Albino destaca que en muchas oportunidades se encuentran personas que superan su peso ideal en los barrios marginales “pero no es porque se coma bien, nadie come bien allí”, dice. Dicha obesidad “se da por un mecanismo hipotálamo-hipoficiario”. Como el consumo energético es muy grande en el crecimiento del niño, “si el chico come poco el cerebro frena el crecimiento por un mecanismo de compensación, y cuando se vuelve a una dieta relativamente normal, se hincha. Esto quiere decir que fue desnutrido, no que estuvo bien alimentado”.
Pobreza y mala alimentación
La ingesta diaria de la mayoría de los niños en edad escolar, la de la mayoría de los adolescentes y jóvenes y la de la mayoría de los ancianos, expresa una planificada deficiencia nutricional. No puede sorprender que la mayoría de los internos procesados o condenados en las cárceles federales y provinciales padezcan de diversos grados de insuficiencia nutricional.
Los diversos grados de consumo diario deficiente de calorías, que abarcan también a las proteínas, grasas, calcio, hierro y zinc, resultan irrefutables para la mayoría de la población argentina por eso el Estado ha eliminado los estudios que recomienda la Organización Mundial de la Salud. Ello es así porque como dice Albino: “si queremos quebrar la desnutrición debemos hacer un abordaje integral de la problemática social que da origen a la extrema pobreza”.
La relación entre desnutrición y desarrollo mental es esencial para comprender que la desnutrición es física y también psíquica y por ende afecta el ciclo de vida del desarrollo mental y de la integración social de las personas afectadas.
La denuncia del Dr. Albino y de tantos otros pediatras resalta que en Argentina hay un “subregistro de desnutrición”. La Dirección de Estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación y las de las provincias no tiene cifras sobre la desnutrición. Sólo contabiliza los casos de personas que mueren a causa de ella.
De esta manera y en contraste con el auge de la concentrada producción sojera, no es para nada aventurado afirmar que la deficiencia nutricional en la Argentina es una política de Estado que con gran complicidad de la mayoría de las fuerzas de la oposición, lleva más de dos décadas de institucionalización, arraigo y profundización.
Las denuncias desde la provincia de Tucumán
Las crónicas periodísticas locales señalan que desde principios de 2002 en Tucumán denunciaban la agudización del hambre en los niños, mientras las fotos de Barbarita documentaban la realidad macabra de la desnutrición infantil. No por haberse resuelto sino como explicitación de su ocultamiento, desde 2009 la provincia de Tucumán no tiene registros fehacientes oficiales de niños desnutridos.
Los médicos pediatras y los especialistas en salud pública denuncian que por resolución del Ministerio de Salud de la Nación, el término y concepto de “desnutrición” fue reemplazado por el de “bajo peso”. La resolución fue incorporada en Tucumán en septiembre de 2010, a través de una circular del Sistema Provincial de Salud (Siprosa). La misma establece una modificación a la metodología de medir la problemática nutricional, que le ha permitido mostrar a las autoridades provinciales y nacionales una baja tan notoria como fraudulenta, por las que las cifras de desnutrición pasaron, sin otra explicación, de 22.000 a 3.690 afectados.
El diagnóstico de “desnutrición”
Según ha informado el portal de internet de El Aconquija del 12 de junio de 2014, el pediatra Eduardo Gómez Ponce en carta documento enviada a la Presidencia de la Nación “la mitad de los desnutridos no ingresa en las estadísticas”.
“El año pasado, el médico que se desempeña en el CAC N° 10 de Villa Amalia, había alertado sobre la exclusión de miles de niños de las estadísticas oficiales de desnutrición debido a un cambio en la metodología de medición”.
Los niños no diagnosticados presentan síntomas alarmantes, que incluyen delgadez extrema, decaimiento general, tendencia a contraer enfermedades, vientre abultado, cabello seco y ralo. Se trata de niños que no muestran interés en jugar, que sufren mareos frecuentes y sensación de fatiga, además de dispersión y una expresión de tristeza permanente.
“Antes evaluábamos a los niños con riesgo nutricional de acuerdo a su edad. Ahora podemos tener a un niño cuyo peso es acorde a su estatura, pero no acorde a sus seis años, sino, por ejemplo, que corresponde a uno de tres años”, explicó a El Aconquija el doctor Eduardo Gómez Ponce.
“De hecho, en 2006 se reconocía que esa era la cantidad de desnutridos en la Provincia: 22.000”, resalta Gómez Ponce, “pero el número se redujo drásticamente con el cambio de método. Lo mismo que ocurre con el Indec ocurre con la vida de estos pequeños”, agrega.
El doctor Gómez Ponce señala que en la provincia hay aproximadamente 180.000 niños menores de 6 años, de los cuales unos 70.000 son pobres. “La palabra desnutrición fue totalmente eliminada del sistema de salud público”, revela Gómez Ponce y agrega “las enfermeras tienen prohibido asentar ese diagnóstico”.
Genocidio infantil
La nota del portal El Aconquija finaliza destacando que “el disfraz que se instauró en la provincia a las verdaderas cifras de desnutrición se suma al que se impuso a las de mortalidad infantil. El 26 de enero de 2008, un informe de El Periódico reveló que desde el Ministerio de Salud que encabezó Juan Manzur desde 2003 hasta 2007, se dio la orden de inscribir como fetos a los niños nacidos con 500 gramos o menos. De esta manera, su muerte no engrosaría las cifras de mortalidad infantil, sino de muertes fetales”.
“Así se redujo drásticamente la mortalidad infantil en la provincia y se triplicó la de muertes fetales. Empleados de la Maternidad aseguraron que la orden incluía no brindar asistencia a los nacidos con menos de 500 gramos, ya que los protocolos los consideraban fetos”. “Así, denuncian, murieron en una palangana cientos de niños por asfixia y enfriamiento. Esta macabra situación llegó a la Justicia Federal, donde se imputó a Manzur por ‘genocidio infantil’”.
La catástrofe sanitaria y social que describe El Aconquija sobre la base de las denuncias de los médicos pediatras que luchan en los barrios populares de Tucumán contra la desnutrición y el ocultamiento del Estado, es una catástrofe que abarca, en mayor o menor grado, a la mayoría de los sectores suburbanos y urbanos de todo el país.