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09 de octubre de 2019

La emancipación de las mujeres

Reproducimos algunas de las grageas publicadas en nuestro semanario, que fueron escritas por nuestro camarada Otto Vargas, secretario general del PCR fallecido el 14 de febrero de este año.

La emancipación de las mujeres

Engels concedía gran importancia al tema de la opresión de las mujeres y a su eliminación para lograr el fin de toda explotación. Calificó de magistral la crítica de Fourier a la forma burguesa de las relaciones entre los sexos y a la posición de la mujer en la sociedad burguesa: “Él es el primero en proclamar que el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es la medida de la emancipación general”.

 

La mitad del cielo

“Las mujeres llevan sobre sus espaldas la mitad del cielo y deben conquistarla” dijo Mao. Durante la Revolución en China millones de mujeres se movilizaron dirigidas por el PCCh. Su participación en la guerra contra la invasión japonesa aplastó la idea reaccionaria de que las mujeres «sólo sirven para el trabajo doméstico».

La reforma agraria, donde millones de mujeres participaron de forma activa, demolió el sistema patriarcal-feudal. Las campesinas conquistaron títulos de propiedad personales sobre la tierra y dejaron de ser la “esposa de…”. La Reforma Agraria: “¡la tierra para quien la trabaja!” hizo más por ellas que millones de discursos sobre su derecho a la igualdad. Con la Revolución de Nueva Democracia, las mujeres –liberadas de la antigua estructura familiar– pasaron a estar a la vanguardia de las transformaciones revolucionarias.

Durante la Gran Revolución Cultural Proletaria más de 300 millones de mujeres se movilizaron contra el revisionismo, en defensa del camino comunista. Se crearon talleres colectivos de trabajo doméstico, comedores colectivos, apuntando a que la sociedad fuera responsable de los hijos y que éstos no fueran “propiedad” de la familia ni del Estado; en la perspectiva de acabar con el carácter privado de la familia y de las tareas domésticas, liberando a la mujer del exclusivismo del hogar.

El libro “La mitad del cielo” de Claudine Broyelle (editado por Ágora), nos da ejemplos brillantes de los enormes avances del movimiento femenino proletario en la revolución china, principalmente durante la Gran Revolución Cultural Proletaria.

 

La doble opresión

La mayoría de las mujeres sufre una doble opresión: de clase, por ser parte del pueblo, y de género, como mujeres. En nuestro país la revolución de liberación nacional y social no será posible sin la participación activa de las grandes masas de mujeres. Como dijo Mao: “Las mujeres llevan sobre sus espaldas la mitad del cielo y deben conquistarla. Si esa parte del cielo permanece serena, las tempestades revolucionarias, que deben barrer el viejo mundo, se reducirán a nubarrones pasajeros”.

 

La prostitución no es trabajo

No es lo mismo vender la fuerza de trabajo que mercantilizar el propio cuerpo. Las mujeres no “se prostituyen”, son prostituidas. Quienes ven la prostitución como un trabajo libremente elegido, un contrato “entre iguales” (donde el cuerpo de la mujer es la mercancía, el objeto, y el cliente es el que tiene el dinero para pagar el precio) impulsan la sindicalización de las “trabajadoras sexuales”. Distinguen entre prostitución “libre” y “forzada”, pero las situaciones de prostitución no se dan nunca en libertad. Las mujeres son compelidas por necesidades económicas, por presiones y violencias de todo tipo y por mensajes culturales sobre las “necesidades” de los varones y las ideas de que “una mujer siempre tiene algo para vender”. Todo esto favorece la trata y legaliza las ofertas de “trabajo” en whiskerías, saunas, etc. y, de paso, crea la ficción de bajar el número de desocupados.

 

El derecho al aborto

Ivone Gebara, una monja brasileña de la Congregación Hermanas de Nuestra Señora dedicada a la educación de menores carenciados, está a favor de la despenalización del aborto: “Si una mujer no tiene condiciones psicológicas para enfrentar el embarazo tiene derecho a interrumpirlo”.

“La prohibición del aborto sólo perjudica a las mujeres pobres. La moral católica no alcanza a las mujeres ricas que pueden garantizar una intervención quirúrgica en condiciones humanas…”. “Frente al hecho de que el aborto es inevitable, es mejor realizarlo en condiciones de dignidad. No significa la afirmación de su ‘bondad’… es apenas un aspecto coyunturalmente importante en un proceso más amplio de lucha contra una sociedad organizada sobre la base del abandono social de sus hijos y de sus hijas”. Revista Veja, 6/10/1993.

 

Crímenes sexistas

La violencia es, sin dudas, la forma más ultrajante en que se expresa la opresión de las mujeres. En la Argentina, han proliferado los casos de secuestros con violaciones seguidas de muerte y los asesinatos donde el victimario resulta ser la pareja o ex pareja, su novio o amante. Para dar cuenta del carácter sexista de estos crímenes, surgió el concepto de “femicidios” que indica el carácter social y generalizado de la violencia basada en la inequidad de género. (Ver Grupo Taller “Entre Nosotras”: Mujeres. Nuestras vidas, nuestras luchas. Cuad. Ágora 13).

 

Las mujeres del pueblo navajo

Los navajos habitan en el suroeste de Estados Unidos desde el siglo 17. Controlan su economía y desde 1994, por ley, rige el Autogobierno indígena. Se dedican a la agricultura, el pastoreo, la venta de joyas y artesanías; trabajan en fábricas de ciudades aledañas y en la minería. Unas 170.000 personas hablan el idioma. Todos los integrantes de la familia cooperan en la agricultura, la esquila y las ceremonias religiosas.

Por viejas creencias míticas las mujeres ocupan socialmente un lugar muy especial. Ellas cuidan el rebaño de ovejas, cardan la lana, hilan y tejen y, ante conflictos entre familias, ellas deciden y juzgan.

Las familias se agrupan en clanes con una férrea estructura matriarcal. La descendencia y la herencia se transmiten por línea materna y la mujer más anciana de la familia administra la economía doméstica. Cuando los navajos se casan todas las pertenencias del hombre pasan al clan de la esposa, él sólo será dueño de sus ropas, joyas, sillas de montar o la pick-up. Su vivienda (hogan) estará en el clan de la esposa. Por tradición, si ella desea separarse pondrá fuera del hogan la silla de montar para indicarle que debe retirarse. Fuente: National Geographic.

Hoy N° 1786 09/10/2019