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03 de marzo de 2011


La era K y el doble discurso

Política y Teoría N° 72 (105) / Marzo - junio de 2011

Durante los siete años de mandato kirchnerista, hemos asistido por parte del gobierno, a una metodología de definición de sus acciones, y de comunicación de las mismas al pueblo, que hemos dado en llamar “el doble discurso”. Este no se limita a negar realidades como los índices de pobreza y desocupación, la inflación, las falencias en el abastecimiento de energía, u otros hechos de la realidad con los que chocamos a diario, y frente a los cuales la falsedad se hace obvia.

Durante los siete años de mandato kirchnerista, hemos asistido por parte del gobierno, a una metodología de definición de sus acciones, y de comunicación de las mismas al pueblo, que hemos dado en llamar “el doble discurso”. Este no se limita a negar realidades como los índices de pobreza y desocupación, la inflación, las falencias en el abastecimiento de energía, u otros hechos de la realidad con los que chocamos a diario, y frente a los cuales la falsedad se hace obvia.

Nos preocupa también el “doble discurso”, cuando se da en terrenos más sutiles: esto es, cuando los que detentan el poder se embanderan con los sectores más perjudicados por sus propias políticas; arman construcciones simbólicas en las que se colocan como los sucesores de nuestros patriotas; se muestran como exponentes de las luchas de los pueblos originarios y a la cabeza de los millones de trabajadores en negro, de los sin techo, de los excluidos del sistema; mientras a través de la judicialización de la protesta, la represión parapolicial o la represión directa que deja a su paso muertos y heridos, se ensañan para detenerlos. Cuando se llaman a sí mismos, los que pugnan por un país soberano y aparentan estar a la cabeza de la justicia social, peleando contra las por ellos llamadas “corporaciones”, mientras sus políticas favorecen abiertamente a las grandes empresas monopólicas nacionales e internacionales, a los pooles de siembra y las enormes firmas agroexportadoras, a los patrones del juego, a los trusts petroleros, a los grandes empresarios del transporte; y sigue la lista que es larga, aunque los beneficiarios son un puñado. Cuando se arrogan el rol de ser los campeones de los derechos humanos y respecto a los juicios a los represores de la última dictadura, siguen teniendo los archivos de la dictadura militar que obran en su poder guardados bajo siete llaves, Julio López continúa desaparecido, los derechos de los ciudadanos en estos tiempos son violados constantemente, y ya suman más de diez los asesinados por las fuerzas represivas.

Es justo por tanto, frente a esta manipulación permanente de la opinión pública, analizar algunas de las corrientes ideológicas de “última generación”, que en estos siete años han sido la inspiración y justificación de estas prácticas políticas. Y aquí es donde debemos nombrar a Ernesto Laclau y su mujer, Chantal Mouffe, que según las propias afirmaciones de Cristina Kirchner, son algunos de sus mentores en estos aspectos políticos y filosóficos, como así también de algunos miembros del coro de “integrantes de mundos políticos e intelectuales”– como ellos mismos se definen – que adhieren al espacio Carta Abierta.

 

Respecto a la teoría del conocimiento de la realidad

Los autores Laclau y Mouffe, alineados en lo que podríamos llamar el “post-modernismo”1 y el “post-estructuralismo”; y que además aceptan – no sabríamos decir por qué – la denominación de “postmarxistas”, afirman junto a Derrida, que al “significante”, es decir, las palabras o formas del lenguaje que nos sirven para comunicarnos, no les corresponde un “significado”, o sea un concepto que refleje la realidad y se exprese en dicho significante. Tampoco el “significado” tendría, según esta teoría, una correspondencia con la realidad.
Respecto a esa concepción de Laclau y Mouffe acerca de la radical contingencia de la realidad, dicen:

Si tener accidentes es una característica esencial de una sustancia -o si lo contingente es una parte esencial de lo necesario-, ello implica que dentro de cualquier estructura hay una indecidibilidad necesaria (entendiendo por “estructura” una identidad compleja constituida por una pluralidad de momentos). Pues la estructura requiere las conexiones contingentes como parte indispensable de su identidad, pero éstas, precisamente por ser contingentes, no pueden derivarse lógicamente de ningún punto de la estructura.”2

La imposibilidad de encontrar racionalidad en la estructura interna de la realidad, se origina para estos autores, en el hecho de que los objetos o hechos objetivos, tienen múltiples rasgos accidentales o contingentes  – o sea aquellos que pueden ser de una forma o de otra -, y éstos, por su propio carácter de accidentes, están en el terreno de lo indeterminado o “indecidible”, aquello sobre lo que no se puede decidir. Por consiguiente, lo que el hombre conoce de la realidad objetiva, está en el terreno de lo relativo, lo contingente,  y el lenguaje pasa a ser el que estructura esta realidad.
A esto respondemos, que si bien lo contingente está presente en la esencia de la sustancia, no la agota, es justamente esta esencia de la estructura de todo lo real la que trasciende las distintas contingencias o accidentes, es el rasgo constitutivo fundamental que hace que una cosa sea lo que es  y no otra, y es precisamente lo que hace que podamos conocerla.

En lugar de basarse en que cada realidad material, incluidas las relaciones sociales, tienen rasgos esenciales que exceden a cualquier accidente, y es eso lo que le permite ser conocida por el hombre; llegan por el contrario, a la formulación de que debido al carácter contingente de la realidad, el hombre no puede conocerla y es el lenguaje el que terminará estructurando la realidad, o como ellos mismos dicen “construyendo” la realidad; acción a la que llaman intervención hegemónica. El conocimiento que dará como consecuencia este proceso, serán construcciones arbitrarias, contingentes, que pueden ser de una manera u otra:

…este es el momento deconstructivo en el análisis de Derrida – es que el “significado” y “la intuición del objeto” no se relacionan entre sí de un modo teleológico, es indecidible (desde el punto de vista del significado) si el segundo estará o no subordinado al conocimiento……Ahora bien: una intervención contingente que ocurre en un terreno indecidible es precisamente lo que nosotros hemos llamado intervención hegemónica.”3

Por el contrario, para el materialismo dialéctico, la realidad, más allá de los accidentes, como color y tamaño, que pueden ser de una forma u otra; posee rasgos esenciales, está recorrida por múltiples contradicciones, entre las cuales encontramos la contradicción principal de cada realidad, que más allá de lo coyuntural y lo accidental puede conocerse. Y es el hombre el que posee esa cualidad de aprehender y comprender los procesos inteligibles de la realidad, la dialéctica que la recorre y sus leyes. Es el que puede conocerla por sucesivas aproximaciones: partiendo de la experiencia y yendo de lo simple a lo complejo, de lo concreto a lo abstracto; formando  conceptos, juicios y razonamientos a partir de la misma, y formulando un lenguaje a través del cual expresarla y transmitirla.

Lo que ocurre es que las afirmaciones que acabamos de citar, llevan convenientemente a los autores, a que el lenguaje termine estructurando la realidad al margen de la misma, ya que ésta es contingente. Esta tesis ha motivado que nos detengamos más de lo deseado en su análisis, debido a que esta teoría que sustentan, nos conducirá – según veremos – a justificar una serie de premisas que les son del todo necesarias para manipular con justificaciones teóricas – con “chapa de ciencia” – sus afirmaciones políticas, tan arbitrarias como útiles a sus propósitos de terminar salvando la democracia burguesa.

Laclau-Mouffe llegan a la conclusión de que la realidad es inefable, y que solo mediante la intervención de un sujeto podemos referirnos a ella, esto es, usando la deconstrucción teorizada por Derrida, que a un significante este sujeto tiene el derecho de atribuirle a su arbitrio un significado. Es entonces “el lenguaje”, como entidad abstracta, el que determina y construye realidades. Niegan que sea el sujeto que habla el que realice esta tarea,  aunque nosotros sospechamos que así es y que en definitiva es este sujeto, oculto tras “el lenguaje” o lo que luego en sus textos se va transformando en “lo político” o “el poder”, el que construye una realidad al margen de ésta, a su mejor conveniencia y de acuerdo a lo que en cada momento le es más útil. En algunos textos niegan esta intervención del sujeto, para evitar la acusación de haber caído en el clásico idealismo, donde lo objetivo, o está en la mente de un sujeto en forma innata, o es construido por este; o en su defecto en el relativismo respecto del conocimiento, o sea en alguna de esas teorías que bajo las más variadas máscaras están en el terreno del idealismo, y que después de negar los descubrimientos del materialismo dialéctico e histórico, también se encogen de hombros frente a la existencia de la realidad más allá de que el hombre la conozca o se refiera a ella,  ya que consideran fuera de la posibilidad del sujeto conocerla tal cual es, y por ende transformarla, como propone el marxismo.

Aquí apelan a lo que llaman “articulaciones hegemónicas”, consideradas “desde el comienzo como construcciones contingentes, precarias y pragmáticas”. En este marco consideran a lo político, mediante el lenguaje, como el constructor de la realidad, y en algunos puntos usan directamente la terminología kantiana de “la cosa-en-sí”. Cosa-en-sí, que según Kant, para el conocimiento humano es una completa incógnita, ya que ignora si existe o no, y en caso de que exista, no puede llegar a ella tal cual es, sino a través de las categorías de su mente – por ejemplo el espacio y el tiempo, la relación causa-efecto, etc. –, tanto en el terreno de las sensaciones, de las percepciones o del entendimiento y la razón. Debido a esto, el sujeto que conoce ordena y estructura la realidad, establece y dicta sus leyes, y concluye en que sus conocimientos acerca de ella son producto de “construcciones” de la mente del sujeto y no propiedades de la materia.

Laclau-Mouffe abundan en la mayoría de sus escritos sobre el tema, baste como ejemplo su libro Hegemonía y Estrategia Socialista, texto donde sientan el fundamento filosófico que les permitirá pasar a la categoría de politólogos y verdaderos oráculos en el campo de la política, al menos de la política argentina.

Por eso insiste en este caso Laclau:

Si la contingencia radical ha ocupado el terreno del cimiento, todo significado social será una construcción social y no un reflejo intelectual de lo que son las “cosas-en-sí”. La consecuencia es que en esta “guerra de interpretaciones”, el poder, lejos de ser meramente aparente, pasa a ser constitutivo de la objetividad social.”4*

Este tipo de argumentos ya fue refutado hace más de cien años, primero por Marx y Engels en varias de sus obras por ejemplo, el Antidühring  de Engels, y por Lenin en Materialismo y Empiriocriticismo. Es decir que lo “posmoderno” es más viejo de lo que los autores que se inscriben en él, creen.

Baste un párrafo con la coherencia de la teoría materialista dialéctica del conocimiento, en las palabras de Engels, después de este fárrago de argumentaciones:

    “Pero, ¿de dónde saca el pensamientos esos axiomas? ¿Los saca de sí mismo?….los principios no son ya el punto de partida de la investigación, sino sus resultados finales; no se aplican a la naturaleza y a la historia humana, sino que se abstraen de ella; no son la naturaleza y el mundo humano los que se rigen por los principios, sino que estos sólo tienen razón de ser en cuanto coinciden con la naturaleza y con la historia.” 5*

 

Los “posmarxistas”
       
Como dice Lenin: “Toda una serie de escritores que pretenden ser marxistas han emprendido…una verdadera campaña contra la filosofía del marxismo….Es el revisionismo filosófico típico, pues los revisionistas son los únicos que han adquirido un triste renombre por haber abjurado de las concepciones fundamentales del marxismo y por haberse mostrado timoratos o incapaces para, en forma franca, directa, decidida y clara, “liquidar cuentas” con los puntos de vista abandonados”6/7

Tanto Ernesto Laclau, que militó en el Partido de Izquierda Nacional, para luego emigrar de la Argentina a una cátedra en Inglaterra, al igual que su mujer Chantal Mouffe, son dos pragmáticos de la política. Toman de diferentes autores lo que les conviene para llegar a su propósito. Reconocen la influencia de Derrida, Heidegger, y Lacan entre otros.

A lo largo de sus escritos, dos temas están siempre presentes, como muestra de su preocupación por ellos:

Uno es refutar y dar por superado al marxismo – nosotros entendemos que darlo por enterrado, aunque sin lograrlo en absoluto -. Otro es cómo demostrar que la democracia burguesa de las tres últimas décadas, una de las formas de gobierno del capitalismo y del imperialismo en nuestros días; es conveniente y aceptable para las masas, no sólo como la única sino también como la deseable forma política que los pueblos y sus gobernantes deben profundizar y fortalecer. Esto aún a costa de tener que recurrir al conocido ideólogo  nazi Carl Schmitt para reforzar sus argumentos.

 

Sus posiciones respecto del marxismo

En primer lugar Laclau-Mouffe consideran que a partir de mediados del siglo XX, se demuestra cabalmente el fracaso  de las experiencias del marxismo en el poder. Les parece justo emitir este juicio sólo con poco más de cincuenta años de experiencias de gobiernos socialistas; sin recordar los cientos de años que llevó terminar con un sistema de dominación de clases para pasar a otro, como en los casos del esclavismo o del feudalismo por ejemplo.

Pero más allá de esta descalificación, cuestionan al marxismo, no desde los últimos períodos, en que la URSS y luego China cambian el socialismo por el retorno al capitalismo; sino desde sus orígenes y en sus tesis fundamentales. Además de que prácticamente en sus textos no aparezcan términos como “materialismo dialéctico”, “materialismo histórico”, “plusvalía” o “frente único”; niegan la preponderancia de lo económico y su influencia en las relaciones de producción, la existencia de clases sociales y de la lucha de clases. También digno de destacar es que en general, cuando critican al marxismo, lo hacen de segunda mano, reproduciendo las opiniones muchas veces de ignotos terceros autores, sin polemizar con los grandes teóricos marxistas (Marx, Engels, Lenin, Mao) y con los textos directamente escritos por ellos.  

Cuando hablan de deconstruir la “modernidad”, el “racionalismo”, el “esencialismo”, las concepciones “fisicalistas o naturalistas”, se refieren por lo general elíptica o expresamente al marxismo y a su interpretación la realidad.

Entre otros muchos textos, refiriéndose a su particular modo de efectuar “un proceso de reapropiación” del marxismo como “tradición intelectual”, con la intención de “ir más allá de esta última”, dicen al respecto:

Para nosotros esta reactivación debe mostrar la contingencia originaria de aquellas síntesis que las categorías marxistas intentaban establecer. En lugar de adherirnos a nociones tales como “clase”, la tríada de niveles (lo económico, lo político y lo ideológico) o la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción como fetiches sedimentados, lo que intentamos fue revivir las precondiciones que hicieron posible su operatividad discursiva (la de el marxismo), y nos interrogamos sobre su continuidad o discontinuidad en el capitalismo contemporáneo.”8

 Para concluir finalmente con esta confesión: “Releer la teoría marxista a la luz de los problemas contemporáneos implica necesariamente deconstruir las categorías centrales de esta teoría. Eso es lo que ha sido denominado nuestro “posmarxismo”. 9

En virtud de la brevedad de este artículo nos detendremos en sólo dos puntos más de las posiciones de estos “posmarxistas” respecto a los fundamentos de las tesis marxistas.
 
Algo que es preocupación a lo largo de toda su obra es el concepto de hegemonía. Para ellos es de crucial importancia porque es fundamental para negar la posibilidad de la revolución con hegemonía de la clase obrera. Por lo tanto deconstruyen el concepto marxista de hegemonía y lo transforman de acuerdo a sus propósitos.

Uno de sus argumentos es que en este período de la globalización y de crecimiento desigual del capitalismo, la clase obrera se encuentra fragmentada y no está en condiciones ser protagonista principal y hegemonizar el resto de los sectores oprimidos para protagonizar los cambios fundamentales hacia otra sociedad, ni la revolución en marcha al socialismo y al comunismo, ni las luchas de emancipación de los pueblos oprimidos. Para estas afirmaciones de que la clase obrera como tal, como clase, no existe; usan un estereotipo de “clase obrera” que según ellos constituía la visión marxista de la misma: léase clase obrera homogénea, unida, organizada, y conciente de su carácter de clase. Muy por el contrario, los marxistas que dirigieron revoluciones triunfantes jamás tuvieron esa visión simplista e irreal de la clase obrera, sino que la vieron en su extraordinaria complejidad y potencialidad.

El otro argumento que se destaca es el surgimiento de “un conjunto de fenómenos nuevos y positivos”. Cuando los enumeran, para Laclau–Mouffe son tan novedosos hechos como “la aparición del nuevo feminismo, los movimientos de minorías sexuales, la lucha antinuclear y los movimientos ecologistas”; como las luchas de sectores oprimidos por sucesivos regímenes de producción a lo largo de la historia como lo son “los movimientos contestatarios de las minorías étnicas y nacionales, y las luchas sociales en los países de la periferia capitalista”. Ya a esta altura, no sorprende que consideren “nuevos” a fenómenos con siglos de existencia, movimientos sociales originados en la resistencia a las distintas formas que reviste la opresión del estado: ese órgano de las clases dominantes para sojuzgar y oprimir a las grandes mayorías, sea cual sea el traje político que vista. Movimientos sociales que llevan cientos de años resistiendo, triunfando o siendo derrotados, pero enfrentando tanto a las minorías en el poder, como a la dominación colonial de opresores sobre pueblos sometidos y, actualmente, la dominación imperialista de un puñado de potencias sobre el resto del planeta.

Denominan a esta situación de los “nuevos” fenómenos en la política mundial “un exceso de lo social” respecto a los cuadros racionales y organizados que nos presentaba según ellos el marxismo. Por eso concluyen:
    
Lo que está actualmente en crisis es toda una concepción del socialismo fundada en la centralidad ontológica de la clase obrera, en la afirmación de la Revolución como momento fundacional en el tránsito de un tipo de sociedad a otra, y en la ilusión de la posibilidad de una voluntad colectiva perfectamente una y homogénea que tornaría inútil el momento de la política. El carácter plural y multifacético que presentan las luchas sociales contemporáneas ha terminado por disolver el fundamento último en el que se basaba este imaginario político, poblado de sujetos “universales” y constituido en torno a una Historia concebida en singular: esto es, el supuesto de “la sociedad” como una estructura inteligible, que puede ser abarcada y dominada intelectualmente a partir de ciertas posiciones de clase y reconstituida como orden racional y transparente a partir de un acto fundamental de carácter político. Es decir, que la izquierda está asistiendo al acto final de la disolución del imaginario jacobino.”10

Debemos agregar que también desde este análisis que desconoce la dialéctica y la unidad y lucha de contrarios como movimiento interno de toda realidad, descartan la existencia de las llamadas clases dominantes,  y consideran distintos tipos de relaciones entre las cuales distinguen las siguientes categorías: de “subordinación”, de “opresión” o  de “dominación”. Para los autores, sorprendentemente, es “relación de subordinación aquélla  en la que un agente está sometido a las decisiones de otro – un empleado respecto a un empleador por ejemplo…

 A lo cual agregan:

Está claro por qué las relaciones de subordinación, consideradas en sí mismas, no pueden ser relaciones antagónicas: porque una relación de subordinación establece simplemente, un conjunto de posiciones diferenciadas entre agentes sociales…”11

Como vemos, los autores no dejan piedra sobre piedra de lo que ellos interpretan como marxismo. Y con esta sencilla argumentación creen dar por terminado el tema de la lucha de clases más allá de los infinitos datos de la realidad que demuestran lo contrario.

Pero estas teorías, sin demasiadas diferencias, ya existían hace prácticamente un siglo, cuando Lenin en su libro Materialismo y empiriocriticismo escrito en 1908, desarrolla su polémica con ellas. Y aunque es preferible leer su texto completo, sólo referiremos un corto fragmento al respecto:

El punto de vista de la vida, de la práctica debe ser el punto de vista primero y fundamental de la teoría del conocimiento. Y conduce infaliblemente al materialismo, apartando desde el comienzo mismo las elucubraciones interminables de la escolástica profesoral. Naturalmente, no hay que olvidar aquí que el criterio de la práctica no puede nunca, en el fondo, confirmar o refutar completamente una representación humana cualquiera que sea. Este criterio también es lo bastante “impreciso” para no permitir a los conocimientos del hombre convertirse en algo “absoluto”; pero, al mismo tiempo, es lo bastante preciso para sostener una lucha implacable contra todas las variedades del idealismo y del agnosticismo. Si lo que confirma nuestra práctica es la verdad única, última, objetiva, de ello se desprende el reconocimiento del camino de la ciencia, que se mantiene en el punto de vista materialista, como el único camino conducente a esta verdad.”12

 

¿A quién atacan y qué  defienden Laclau-Mouffe?

Cuando Ernesto Laclau dice: “ningún sistema político es estable si no ha logrado un cierto equilibrio entre lógicas equivalenciales (la movilización autónoma de las masas) y las lógicas diferenciales (la absorción institucional de las demandas).”13, no debe sorprendernos a partir de lo que hemos visto, que ni sueñe con hablar de “resolución” respecto a las demandas de los distintos grupos que reclaman. Usa el término “absorberlas”, digno de cualquier gobierno que quiere tener la fiesta en paz.

Y por si esto fuera poco insiste: “En una situación de gran desorden, la necesidad de un orden, cualquiera que sea, es más imperiosa que el contenido concreto que éste asuma; y cuanto más generalizado esté el desorden, mayor será la distancia entre estas dos dimensiones y más indiferencia manifestará la gente ante el contenido concreto de las formas políticas que restauran una cierta normalidad”14

Creemos que coherentes con esta visión, se ubican netamente en el lugar de los que detentan  el poder,  y de acuerdo con eso agregan:

Es importante, ciertamente, entender que la democracia liberal no es el enemigo a destruir para crear, a través de la revolución, una sociedad enteramente nueva. Esto es, desde luego, lo que ya argumentábamos en este libro mediante nuestra insistencia en redefinir el proyecto de la izquierda en términos de una “radicalización” de la democracia. Desde nuestra perspectiva, el problema con las democracias liberales “actualmente existentes” no es con sus valores constitutivos cristalizados en los principios de libertad e igualdad para todos, sino con el sistema de poder que redefine y limita la operación de esos valores. Por esto, nuestro proyecto de “una democracia radical y plural” fue concebido como una etapa en la profundización de la “revolución democrática”, como la extensión de las luchas democráticas por la igualdad y la libertad a un número crecientemente amplio de relaciones sociales.”15

Y para continuar con la panacea de la democracia capitalista agregan:

Es la noción misma de ciudadanía la que sido transformada con el Estado social, puesto que se atribuyen ahora al  ciudadano “derechos sociales”. Como consecuencia, las categorías de “justicia”, “libertad”,”equidad” e “igualdad” han sido redefinidas, y el discurso liberal democrático ha sido profundamente modificado por esta ampliación de la esfera de los derechos. La nueva concepción “socialdemócrata” de la realidad, que ha llegado a ser hegemónica se inscribe sin duda en el cuadro del liberalismo, pero de un liberalismo profundamente transformado por su articulación con la idea democrática.”16

Lo que más les interesa demostrar es que la situación de los oprimidos es lo bastante satisfactoria como para conformarlos con algunos retoques, sin incursionar en cambios mayores, como la destrucción del estado de las clases dominantes y su reemplazo por un estado de nuevo tipo, que represente a las mayorías, con la forma política que cada realidad haga necesaria en el camino al socialismo.

Tampoco figura en este examen el tema del imperialismo, ya que consideran que ha finalizado la época de un mundo unipolar, bajo la égida de EEUU, y es preciso avanzar hacia una conformación multipolar, mediante diferentes “polos regionales con sus instituciones específicas.”17 Esta idílica propuesta hecha en plena época de expansión imperialista, en medio de la mayor crisis del capitalismo y de una lucha feroz entre las potencias para no salir de la misma como principales perjudicadas; nos lleva a una pregunta obligada: el imperialismo se esfumará espontáneamente, y de lo contrario – como descontamos ocurrirá – ninguna potencia se dará por muerta antes de tiempo; y falta saber qué potencias les simpatizan a Laclau-Mouffe y sus seguidores, como para hegemonizar a cada uno de estos “polos regionales”; ya que no existe por el momento, libertad para que los países oprimidos decidan al respecto. Solo la lucha de los pueblos y las revoluciones permitirán cambiar la situación, que se expresa tanto en feroces luchas interimperialistas por esferas de influencia, como en la más tenaz resistencia de parte de los sojuzgados, lo que  vemos a diario en su más cruda expresión en todo el continente africano,  en nuestra propia América Latina y en el mundo entero.

 

¿El discurso lo puede todo? Una ideología de la pobreza y la dependencia

Cuando estas teorías se llevan a la práctica, y se pretende trastocar la realidad a través del discurso, todo parece volverse posible. En pos de ese objetivo y sin que ningún escrúpulo la detenga, Chantal Mouffe apela incluso al conocido ideólogo nazi Carl Schmitt, buscando argumentos para mejor manejar la voluntad popular. Así le reconoce que “es un adversario del que debemos aprender”.

De él recoge la teoría de que “la democracia consiste fundamentalmente en la identidad de gobernantes y gobernados”, pero le enmienda la plana agregando que “si es el pueblo el que va a gobernar, es necesario determinar quiénes pertenecen al pueblo”18

Mouffe considera que para llevar a la práctica estas propuestas de Schmitt es necesario “poner en cuestión “toda la idea de “pueblo” como algo ya dado y con una identidad sustantiva”. Afirma, por el contrario que pueblo “es el resultado de una construcción”, que se logra gracias a la llamada “articulación hegemónica”, cuyo carácter es contingente, -y que de acuerdo a las conveniencias del poder, hoy puede ser una y mañana otra, según resulte más útil -.

Para “suturar” – como gustan decir los autores, aunque nosotros preferimos términos más caseros como “coser”, “remendar” o “zurcir” – este proyecto de poder, en función de lo que llaman “democracia radical”; después de construir al pueblo, Laclau agrega un broche de oro, cuando dice que “el significante vacío” (llamado a unificar la “cadena equivalencial” de todo tipo de demandas populares no satisfechas), es el punto “en que esa unidad se plasma y no puede ser de naturaleza conceptual” (es decir de naturaleza racional). “…el significante vacío es un nombre y no un concepto y, por tanto, constituye el movimiento político como singularidad. Pero la forma por antonomasia de un nombre (singular) es un nombre propio, lo que explica el rol del líder: en su nombre cristaliza la unidad del movimiento.”19

Por si lo asombroso de lo que sostienen hasta ahora fuera poco, como complemento necesario, incorporan la teoría del “agonismo” o enfrentamiento político. Este “agonismo” implica constituir arbitrariamente un ellos por oposición a un nosotros – lo que llamaríamos con mayor sencillez “bandos” –. Un “nosotros”, integrado por el gobierno y el pueblo a quien se supone representa, enfrentado y opuesto a un “ellos”, que integran de acuerdo a los distintos conflictos políticos, los sectores que están en desacuerdo:

…en el dominio de las identificaciones colectivas – en que se trata de la creación de un “nosotros” por la delimitación de un “ellos – siempre existe la posibilidad de que esta relación nosotros/ellos se transforme en una relación de amigo/enemigo, es decir que se convierta en sede de un antagonismo. Esto se produce cuando se comienza a percibir al otro, al que hasta aquí se consideraba según el simple modo de la diferencia., como negación de nuestra identidad y como cuestionamiento de nuestra existencia. A partir de ese momento, sean cuales fueren las relaciones nosotros/ellos, ya se trate del orden religioso, étnico, económico o de cualquier otro, se convierte en político en el sentido schmittiano de relación amigo/enemigo”20

Aquí volvemos al punto de partida. Protegidos por el paraguas de esta teoría que reemplaza los hechos reales por discursos y diatribas que supuestamente tienen el poder de construirlos, los gobernantes K siguen abusando  del doble discurso.

No sólo son muestra de ello la cadena oficial, los constantes mensajes de nuestras autoridades, incluidos los del twitter, método favorito de nuestros beneméritos Aníbal Fernández y Timerman; el abuso y la mendacidad de las propagandas oficiales, muy bien pagas con nuestros dineros; sino también los ocho pronunciamientos del grupo Carta Abierta, constituido por un conjunto variopinto de intelectuales, políticos y diletantes; documentos que comenzaron a publicar a partir del momento de más álgido enfrentamiento con el sector agropecuario.

Desde el principio, usando este verdadero antagonismo (mal llamado “agonismo”), van encontrando sectores destituyentes entre todos aquellos que disienten. Anuncian desde la primera carta que uno de sus objetivos es:

desenmascarar a los medios masivos de comunicación más concentrados, tanto audiovisuales como gráficos, de altísimos alcances de audiencia, que estructuran diariamente “la realidad” de los hechos, que generan “el sentido” y las interpretaciones y definen “la verdad” sobre actores sociales y políticos…sin la responsabilidad por explicar, por informar adecuadamente con ponderación sobre las mismas circunstancias conflictivas y críticas sobre las que operan.

No obstante lo predicado, ellos, con sus documentos de Carta Abierta, incurren exactamente en los mismos vicios que señalan. Por otra parte según la lógica de que con el discurso se construyen – o será mejor decir se fabrican – realidades para conducir al pueblo a donde se desea, no es de extrañar que sientan esa fobia ante toda descripción de los acontecimientos y con más razón a cualquier crítica, en especial la de los medios de comunicación de masas, más allá de que no nos quepan dudas acerca de cuánto desinforman.
Por citar algún ejemplo, usando el “nosotros” versus el “ellos”, cuando hablan sobre el conflicto agropecuario, se refieren a los sectores en lucha como “el empresariado rural”, no tocan el tema de las retenciones en que el gobierno con su trazo grueso fijó los mismos montos para los pobres, los medios, los ricos, y los oligarcas terratenientes que el gobierno pregona combatir. Así unió no por el amor sino por el espanto a los más diversos sectores del campo argentino. Sólo epítetos y falacias es lo que por toda explicación da el grupo Carta Abierta a la sociedad a la que pretenden iluminar con sus interpretaciones.

Laclau-Mouffe, muestran “en qué dirección debe avanzar la construcción del imaginario social posmoderno: con miras a indicar los valores comunitarios positivos derivados de la limitación de los agentes históricos, de la contingencia de las relaciones sociales y de los acuerdos políticos a través de los cuales la sociedad organiza el manejo de su propia imposibilidad”.21

A lo que agregan: “…la política democrática necesita tener un efecto real sobre los deseos y fantasías de la población, y en vez de oponer los intereses a los sentimientos y la razón a las pasiones, debería ofrecer formas de identificación que representen un desafío real a las que promueve la derecha. No estamos diciendo con ello que la razón y los argumentos racionales deban desaparecer de la política, pero sí que su lugar debería repensarse”.22

Siguiendo este ideario de desplegar las emociones, más que las soluciones racionales, llámense propuestas indispensables o transformación de esta realidad que nos acongoja día a día; es que respecto a los caminos a recorrer, los miembros de Carta Abierta proponen en la llamada Declaración de la Pirámide de Mayo:
Se vuelve imprescindible desplegar los trazos que vayan diseñando un proyecto capaz de irradiar convicción y entusiasmo, figuras sin las cuales la política queda huérfana de actores y prácticas fundamentales para realizar toda voluntad transformadora. Romper el hechizo neoliberal de los noventa implica regresar creativamente sobre una idea política que sea portadora de una amalgama de sueños utópicos y de proyectos históricamente realizables.”

Para luego continuar en la misma tesitura, sin propuestas ni soluciones reales a la vista:
    
Es necesario crear e imaginar nuevos lenguajes. La Pirámide es símbolo laico y profundo de un republicanismo democrático y social… En ella, la idea de la patria es una memoria que viene de la infancia y adquiere la gravedad de un mejor destino para todos. Puede entonces desprenderse de las visiones que finalmente la condenan a ser mera conmemoración de hechos bélicos fundantes. Liberada de ampulosas y gastadas atribuciones, puede también acoger a todos aquellos que hoy habitan el suelo argentino… Son por eso, la de patria y la de república, ideas capaces de tramarse con formas políticas nuevas y en gran parte ajenas a las tradiciones que aquellas palabras connotan. La Pirámide fue un lenguaje nuevo con las madres de Plaza de Mayo y sigue siendo a la vez clásico. Es la forma geométrica y conmemorativa de los revolucionarios que inauguraron el siglo XIX sudamericano. Este lugar nos reclama hablar de otra forma de problemas antiguos y releer la historia para tratar problemas nuevos.

Es una vez más el gatopardismo de cómo hacer creer que se cambia todo, para que todo siga igual y cuando en realidad no se  cambia nada.

Palabras y más palabras, utopías, engañapichangas, para lograr que esos “nuevos” movimientos no terminen unidos a la “peligrosa” clase obrera, que tanto los desvela y a la que tanto temen; y encuentren finalmente un camino hacia la liberación.

Esa clase obrera que es como es; con sus obreros en negro y sus tercerizados; luchando contra por su legítima organización clasista, luchando tanto con patronales como con dirigentes sindicales asesinos, corruptos y traidores; con sus millones de desocupados excluidos del sistema a los que solo resta caerse del mapa; con sus hijos jóvenes que ni estudian ni trabajan; con sus viejos jubilados que día a día engrosan las filas de la pobreza y la indigencia; en síntesis, esa clase obrera que logrará unirse con aquellos para los cuales el horizonte está cerrado; con todos los que surgen de la marginación, la injusticia y el sufrimiento; con los  crecientes miles de sin techo; con sus aliados de los pueblos originarios, campesinos pobres despojados de su tierra y víctimas de un verdadero genocidio; con los sectores patrióticos y democráticos que asisten y resisten la entrega creciente de la energía, las comunicaciones, el subsuelo, los servicios esenciales de un país que sin haber pasado por una guerra ha regalado y sigue regalando su inconmensurable riqueza. Ese es el discurso que habla de la verdad, ese es el discurso que necesitamos porque habla de lo posible, aunque esto aterre el poder.

Omitiremos referirnos al último documento de Carta Abierta, “Indoamericano: legados y desafíos”, objeto de otro artículo, pero debemos decir – aunque nos prometimos no usar etiquetas ni epítetos – que nos merece el más absoluto desprecio el cinismo con que se desentienden de la muerte de luchadores populares, al menos tanto desprecio como el que los autores manifiestan ante estos asesinatos del gobierno K; ese mismo gobierno al que Carta Abierta cuando no defiende, justifica.

Como marxistas seguimos pensando que nuestra teoría, el materialismo histórico y el materialismo dialéctico están vigentes, y la realidad cada día se encarga de demostrarlo. Seguimos pensando que no se puede tapar el sol con un dedo, y que tarde o temprano se impone la fuerza de la realidad, cueste lo que cueste.

1 Ver el art. de Rosa Nasiff, “Sobre el “Imaginario social”, Política y Teoría 38, pag. 58
2 Ernesto Laclau ,Poder y representación.  Artículo publicado originalmente en Politics, Theory and Contemporary Culture, editado por Mark Poster, Nueva York, Columbia University Press, 1993. Tradujo Leandro Wolfson.
3 Ernesto Laclau ,Poder y representación.  Artículo publicado originalmente en Politics, Theory and Contemporary Culture, editado por Mark Poster, Nueva York, Columbia University Press, 1993. Tradujo Leandro Wolfson. Pag.4

4 Ibid.pag.12
* la negrita es siempre de la redacción.
5 Federico Engels, Antidühring, Buenos Aires, 1975, pag. 33-34
* Nota de la redacción: Engels se refiere aquí a Dühring, que anuncia “la filosofía como el desarrollo de la forma suprema de la conciencia del mundo y de la vida y abarca, en el sentido más amplio los principios de todo conocimiento y voluntad….”
6 V.I.Lenín, Materialismo y empiriocriticismo. Pag. 5
7 “Nuestros revisionistas se dedican todos ellos a impugnar el materialismo, aún cuando aparentan impugnar sólo al materialismo de Plejanov y no al materialismo de Engels….” Ibid. Pag. 9
8 E. Laclau y Ch. Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista, Buenos Aires, 2010. pag. 8
9 Ibid. pag. 10
10 Ibid. pag.26
11 Ibid. pag.196
12  V.I.Lenín, Materialismo y empiriocriticismo. Pag.174-175
13 Consideraciones sobre el populismo latinoamericano  Caracas, 2006. Cuadernos del CENDES Nº 62 p. 118-119
14 Poder y representación Ernesto Laclau.  Artículo publicado originalmente en Politics, Theory and Contemporary Culture, editado por Mark Poster, Nueva York, Columbia University Press, 1993. Tradujo Leandro Wolfson. .pag. 6-7
15 Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemonía y Estrategia socialista. pag 16
16 Ibid, pag 207
17 Chantal Mouffe,Política Agonística en un mundo multipolar, Barcelona, 2010
18 Chantal Mouffe, Carl Schmitt y la paradoja de la democracia liberal, 2002,Tópicos, Nº 010,Revista de Filosofía de Santa Fe
19 Consideraciones sobre el populismo latinoamericano  Caracas, 2006. Cuadernos del CENDES Nº 62 p. 118-119
20 Chantal Mouffe, El retorno a lo político, Barcelona , 1999. pag.15-16
21 Poder y representación Ernesto Laclau.  Artículo publicado originalmente en Politics, Theory and Contemporary Culture, editado por Mark Poster, Nueva York, Columbia University Press, 1993. Tradujo Leandro Wolfson. Pag. 12
22 Chantal Mouffe,Política Agonística en un mundo multipolar, Barcelona, 2010- pag. 16-17