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20 de septiembre de 2023

Otto Vargas sobre el gobierno de Salvador Allende y el golpe de Pinochet

La experiencia chilena

Extractos del libro “¿Ha muerto el comunismo? Conversaciones con Otto Vargas”, del querido primer secretario general de nuestro PCR. Editorial Ágora, 4° edición, 2017, págs. 321 en adelante.

Nosotros, en el año 1972, estuvimos de paso en Chile con Gody Álvarez y otro compañero. Era visible la profundización de un proceso revolucionario que desbordaba al reformismo de la dirección de ese proceso. Se discutía entonces si se había abierto en Chile un proceso de auge revolucionario o si simplemente se trataba de una experiencia ordenada de tránsito pacífico al socialismo. Nosotros, que recorrimos en esa ocasión el sur del país desde Puerto Montt hasta Santiago de Chile, vimos que había una efervescencia de masas impresionante, con una radicalización muy grande que se acentuó posteriormente, en los meses previos a la caída de Salvador Allende en septiembre de 1973. Nosotros conocíamos muy bien –personalmente– a la dirección del PC chileno, a su secretario general, Corvalán; a Manuel Cantero, secretario de Organización; a Zamorano, de Propaganda; y también a algunos dirigentes del Partido Socialista como Toa, ministro del Interior, al que ya había conocido en 1951 en el Festival Mundial de la Juventud, en Berlín, y que después fue asesinado en el asalto a la Moneda. Conocíamos igualmente a dirigentes del Partido Radical, fieles compañeros de ruta del PC como Raúl Morales Adriazola, Orlando Cantuarias, Anselmo Sule, que ahora es dirigente de la organización de Partidos Democráticos de América Latina, y que fueron todos dirigentes de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas; conocíamos bien la profundidad de las ideas reformistas de esa dirección. A Lucho Figueroa, que fue el secretario de la CUT, Gladys Marín, Volodia Teitelboin, etc. Era una dirección que estaba totalmente convencida de la posibilidad de ese tránsito pacífico.

Pero ya había cambiado la línea del PCUS para el Tercer Mundo, después de los golpes de Estado en Brasil, en Ghana, en Indonesia, etc., y la dirección soviética observaba ese proceso con desconfianza, dejando en el aire a Salvador Allende.

Esa era otra característica importante de lo que estaba sucediendo. Es decir, el cambio que se produce entre Jruschov y Brezhnev hace que el proceso chileno se reoriente en el sentido de ir combinando las posiciones que habían conquistado por la vía pacífica, para organizar una fuerza en el seno del Ejército y de las Fuerzas Armadas a través de amigos o aliados como el general Pratt y otros. Esta fuerza militar debía empalmar con el gobierno civil, y junto con la insurgencia popular que era organizada por la izquierda, garantizaría el poder en Chile. Ese era el cambio que empujaba Brezhnev apoyado por Fidel Castro, quien siempre estuvo en contra de la posibilidad de un tránsito pacífico en Chile. Esto hay que tenerlo en cuenta, porque ése fue un tránsito pacífico que venía con estos ingredientes. No era, ya por el 72, 73, un tránsito pacífico inocente y angelical, sino que buscaba afirmarse en una fuerza amiga en el Ejército, la Marina y la Aeronáutica. Desde ya que, como sucedió en otros lugares, cometió el error de considerar amigos o neutrales a generales como Augusto Pinochet, que luego fueron los que encabezaron el golpe de Estado; pero no fue que los dirigentes del proceso chileno jugaron inocentemente allí.

Esto tiene que ver con un punto que usted traía: el carácter hipócrita de la llamada ayuda soviética. Es conocido por testimonios directos, el descontento de Salvador Allende respecto de ella.

Dice, por ejemplo, el dirigente del SMATA José Rodríguez, que muy pocos días antes del golpe, en una entrevista personal que él tuvo con Allende en un Congreso que se realizaba en Chile, el presidente chileno le confesó la desilusión con la que había regresado de la URSS. Y hay muchos otros testimonios de esto. Efectivamente, Salvador Allende fue esperanzado en que, ante las difíciles circunstancias de la economía chilena de esos días, y acosado ya por los preparativos golpistas, los soviéticos iban a respaldar con todo su poderío a la experiencia de la Unidad Popular. Y Brezhnev se desentendió de esto, lo que le produjo una profunda depresión a Allende, quien de regreso de la URSS, aunque no lo tenía planificado, pasó por Cuba y tuvo allí entrevistas que al parecer también lo desilusionaron. Por lo cual, enfrentó el proceso de esos días con una cuota muy grande de resignación y de entereza moral que, independientemente de lo que se considere sobre el contenido de la experiencia que él encabezó, son importantes a tener en cuenta. Porque la forma en que él enfrentó a los golpistas y la soledad relativa de ese día de septiembre en Chile, tienen que ver con las condiciones concretas en las que esa experiencia pacífica podía terminar.

A nosotros nos consta que Moscú sabía que el golpe venía, y descontaba que el golpe iba a triunfar. No sé si sabía la posición concreta que tenía en esto Pinochet y otros generales, pero nos consta que a gente muy importante de los soviéticos en Chile se la retiró de allí antes del golpe, a partir de tener conciencia de que el golpe venía y triunfaba.

Esa fue la experiencia chilena. Un fracaso más del “camino pacífico al socialismo”. Nos lo preanunció el camarada Keng Piao del PCCh en mayo de 1972 en Pekín: “Van al desastre en Chile; van a fracasar”. Lo que no fue obstáculo para que los maoístas reconociésemos la entereza moral de Salvador Allende, a quien Chou En-lai llamó por su posición frente al golpe: “un gran patriota”.

…Quiero señalar una cuestión más. Nosotros tuvimos esta posición frente a la experiencia chilena, pero fuimos motores en la Argentina del movimiento de solidaridad con la clase obrera y el pueblo chilenos a través de una organización que se desarrolló en esos años: OSPLA, Organización de Solidaridad con los Pueblos Latinoamericanos, en la que participaron algunos camaradas nuestros, de dirección, junto a otros dirigentes políticos del peronismo, del radicalismo, incluso algunos que entonces eran desconocidos, como Dante Caputo, y que luego iban a adquirir notoriedad en la política argentina. Desarrollamos una labor de solidaridad muy intensa, independientemente de las opiniones que nosotros teníamos y tenemos sobre el proceso chileno, porque en esto nos mantenemos fieles al principio con el que organizamos el partido en su origen: nosotros no condicionamos la solidaridad con la clase obrera y el pueblo de ningún país del mundo al camino que ese pueblo escoja para su lucha revolucionaria y a la forma que el proceso revolucionario adquiere en ese país.

 

Hoy N° 1979 20/09/2023