Noticias

02 de octubre de 2010

El tratado de paz con Alemania. ¿Porqué pudo triunfar el naciente poder soviético en la guerra civil y contra la invasión de 14 potencias?

La guerra civil y la intervención externa

A noventa años de la Revolución Socialista de Octubre en Rusia

Para consolidar más al Poder Soviético ha-bía que acabar la guerra. Se propuso a los países beligerantes acordar un armisticio. Respondieron al llamado Alemania y sus aliados. Inglaterra, Francia y sus aliados no contestaron. Su propósito era derribar al Poder Soviético (ver nota anterior en hoy nº 1188) y que Rusia continuara en la guerra suministrando carne de cañón. Se envió una segunda nota a la Entente pero Londres y París siguieron sin responder.
De modo que en las negociaciones con Alemania la Rusia Soviética estaba en inferioridad de condiciones y sola. Berlín planteó exigencias muy duras: la entrega de Polonia, parte de Letonia, toda Lituania y una parte de Bielorrusia.
El CC del Partido discutió esas condiciones. Lenin insistía en que era imprescindible la paz por separado con Alemania: el viejo ejército se había dispersado y el nuevo aún no estaba constituido; la economía del país estaba destruida.
Pero en esta cuestión Lenin estaba entonces en minoría en el CC. Se conformó un grupo llamado de “comunistas de izquierda” encabezado por Bujarin (quien luego, en los años 20, pasó a teorizar y liderar la línea de derecha). Ese grupo sostenía que en Alemania estaba por estallar la revolución y, por lo tanto, según ellos, establecer la paz debilitaría las posibilidades revolucionarias. Se pronunciaban por la “guerra revolucionaria”, la que “empujaría” la revolución alemana. Y afirmaban que no se podían hacer negociaciones ni compromisos con los imperialistas.
Lenin sostuvo que no era marxista la idea de “empujar la revolución” desde afuera. Y que el naciente Poder Soviético no sólo no se debilitaría sino que se fortalecería al obtener una tregua, un respiro, que podía servir para recomponer la economía. Por su parte, la posición de Trotski fue intermedia: “ni guerra, ni paz”.
El 10 de febrero de 1918, la delegación alemana presentó un ultimátum. Trotski, a cargo de las negociaciones, se negó a firmar la paz pese a que Lenin le indicó que lo hiciera. Sin avisar, Alemania rompió el armisticio y lanzó 300 mil efectivos en dos columnas contra Petrogrado.
El gobierno soviético declaró ¡la patria socialista está en peligro! Se formaron nuevos destacamentos del ejército rojo. El 23 de febrero derrotaron a las tropas alemanas en las cercanías de las ciudades de Pskov y Narba.
El CC del Partido volvió a discutir el tema y decidió aceptar las condiciones planteadas por Alemania, que se endurecieron mucho más. Este fue el resultado de la negativa de Trotski a aplicar la directiva de Lenin y de la oposición de Bujarin. Los “comunistas de izquierda” siguieron en su posición y desde el comité regional de Moscú, que controlaban, declararon su “desconfianza en el CC”.
Se convocó en marzo de 1918 al VIII Congreso del Partido, congreso extraordinario, con el fin de resolver definitivamente la cuestión de la paz. La postura leninista fue aprobada por 30 votos contra 12 y 4 abstenciones. Este congreso cambió el nombre del Partido y pasó a llamarse Partido Comunista (bolchevique). Asimismo se consideró que el Programa del Partido aprobado en 1903 se había cumplido y que debía elaborarse un nuevo Programa. Para ello se resolvió tomar como base el informe de Lenin a este Congreso.

La guerra civil y la intervención de las potencias imperialistas

Las clases dominantes y las potencias aliadas fueron sorprendidas por la victoria de la Revolución de Octubre. No obstante, creyeron que el Poder Soviético era efímero. ¿Dónde se había visto que una “chusma” de harapientos y analfabetos pudiesen tomar en sus manos el poder y dirigir un país (máxime uno que abarcaba la sexta parte del mundo)? Según los sabios burgueses, la prensa “seria”, los analistas más informados y los traidores revisionistas ese “disparate” sólo podía caber en la cabeza “delirante” de unos pocos “utopistas” como Lenin. Día a día, semana a semana, pronosticaban la inminente caída del nuevo régimen. A mitad de 1919, Churchill se jactó ante el parlamento inglés de que había organizado una cruzada de 14 países y que en el año nuevo no habría más Poder Soviético.
En medio de la ruina y el hambre provocados por tres años de sangrienta guerra, los obreros y campesinos pobres barrieron al viejo Estado opresor y lo sustituyeron por uno nuevo, el de su dictadura revolucionaria. Como bestias feroces, los capitalistas y terratenientes desataron una guerra civil de tres años empleando a la alta oficialidad zarista, con inmensos recursos financieros y abundante material bélico. En su apoyo intervinieron 14 potencias extranjeras.
Se rompieron los dientes. Derrochando coraje, millones de trabajadores, héroes anónimos, dirigidos por su Partido, forjaron sus propias fuerzas armadas que repelieron y derrotaron a las sucesivas oleadas de ejércitos blancos. El nuevo Ejército Rojo integró a sus operaciones globales el incesante accionar de las guerrillas en las zonas ocupadas por el enemigo. En el fragor de estos combates se formaron miles de nuevos oficiales surgidos de las filas obreras y campesinas. También ganaron a un considerable número de especialistas militares de las viejas fuerzas armadas.
Uno de los más viejos argumentos de la burguesía consiste en atribuir a los bolcheviques la autoría de un golpe de estado para tomar el poder. En estos días previos al 90º aniversario lo vuelven a reiterar, por ejemplo, Sebrelli y el escritor ruso Solzhenitsin. Ocultan que la insurrección armada fue protagonizada por las masas de obreros y soldados. Y triunfó de manera rápida porque se realizó en el momento preciso de mayor auge revolucionario y de mayor debilitamiento y división en el gobierno provisional burgués y en el conjunto de las clases dominantes. En una situación en que las grandes masas ya reconocían, apoyaban y engrandecían a su partido de vanguardia y éste ya había ganado la dirección de los soviets obreros y de soldados, y poseía gran fuerza en las principales guarniciones situadas en la retaguardia y en la Marina de guerra.
Pero, además, los exponentes de esa tesis del golpe de estado de Lenin separan la insurrección triunfante de la guerra civil que desataron los terratenientes y la gran burguesía, apoyados por la intervención de 14 países capitalistas.
¿Por qué pudo vencer el naciente Poder Soviético? Porque participaron millones de obreros y campesinos en una lucha que fue de vida o muerte. El gran “plebiscito” – si se me permite usar este término – a favor de la Revolución fue que las grandes masas combatieron a muerte para afianzarla y derrotaron a la contrarrevolución. Lenin siempre mantuvo una confianza ilimitada en la potencialidad revolucionaria y la iniciativa creadora de la clase obrera y de las masas explotadas.
En la próxima y última nota de la serie que publicamos con motivo del 90º aniversario de la Revolución de Octubre nos referiremos a porqué el socialismo demostró su superioridad.