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11 de mayo de 2011

Volteado Mubarak, un 1º de Mayo sin precedentes. La clase obrera en el centro de la escena. Sindicatos independientes, recuperación y renacionalización de empresas: una revolución que recién empieza.

La hora del proletariado egipcio

Hoy 1368 / Huelgas, recuperación sindical, partidos

Ondeando banderas rojas, decenas de miles celebraron, el domingo 1º de Mayo, el Día Internacional de los Trabajadores en la ya histórica Plaza Tahrir (Liberación). Obreros de fábricas de todo Egipto, representaciones de la recién fundada Federación de Sindicatos Independientes y fuerzas de izquierda, nacionalistas y antiimperialistas se reunieron en el centro de El Cairo celebrando esta fecha —tan significativa para el proletariado de todo el mundo— por primera vez tras el derrocamiento de la dictadura de Hosni Mubarak el 11 de febrero.
Sobre un trasfondo de consignas contra las políticas del FMI y el Banco Mundial, contra la federación sindical que colaboraba con el régimen mubarakista, y en reclamo de los derechos de los trabajadores, se presentó un pliego firmado por 29 agrupaciones —entre ellas la Comisión de los Jóvenes Revolucionarios, agrupaciones de izquierda, sindicatos independientes y organizaciones de derechos humanos— exigiendo un salario mínimo de 1.200 libras egipcias (unos 800 pesos argentinos) y la jornada laboral de 8 horas.

Unidad obrero-juvenil
El protagonismo masivo de la clase obrera fue una característica distintiva de la gran pueblada egipcia, en comparación con las que atravesaron y siguen recorriendo a los países árabes del norte de África, la península arábiga y el Medio Oriente.
Desde la caída de Mubarak el 11 de febrero, miles de empleados públicos, transportistas, petroleros, textiles, ferroviarios, obreros de fábricas de armas, médicos, abogados, periodistas, artistas, profesores universitarios, policías, etc. protagonizan manifestaciones y huelgas en contra de la corrupción, la impunidad policial, la privatización de empresas estatales, las políticas económicas neoliberales de Mubarak y la complicidad del mubarakismo con el expansionismo israelí.
Con perseguidos, presos, torturados y asesinados en las movilizaciones de enero y febrero, la clase obrera conquistó el derecho de fundar sindicatos independientes del gobierno, de las patronales y del gremialismo colaboracionista; y comenzó a formarlos a lo largo y ancho del país. Hasta febrero, todas las actividades y las finanzas gremiales estaban bajo control de la Federación oficial. Ésta de hecho era una rama del Estado, la afiliación era obligatoria para la mayoría de los trabajadores, y las cuotas eran deducidas de los salarios en forma automática. Las huelgas sólo podían hacerse con el permiso de la Federación, que en las elecciones nacionales movilizaba en centenares de micros a sus afiliados para votar por el Partido Nacional Democrático de Mubarak.
En abril el nuevo ministro de Trabajo anunció la legalización de los sindicatos independientes, lo que en Egipto estaba prohibido desde hacía medio siglo.

Recuperar las privatizadas
El salario mínimo es de 400 libras egipcias (unos 280 pesos argentinos) y el sueldo promedio no llega a 720 libras (unos 480 pesos argentinos). El 40 por ciento de la población es pobre.
Pero junto al tema salarial, el reclamo que moviliza masivamente a la clase obrera egipcia es el de la renacionalización de las empresas privatizadas y extranjerizadas. La dictadura de Mubarak entregó decenas de fábricas y compañías antes estatales, a precio de regalo, a monopolios imperialistas, en el marco de la “reforma económica” egipcia auspiciada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Es el caso de la tradicional cadena de ropa Omar Effendi, fundada hace un siglo y medio, vendida en 2006 a una firma de Arabia Saudita y hoy prácticamente vaciada. O la fábrica textil de Shebeen el Kom, cerca de El Cairo, entregada a un monopolio “indonesio” que terceriza trabajos para marcas como Nike y Adidas y que redujo el plantel de trabajadores de 5.800 a 1.200, más otros 600 con contratos “basura”.
En el hospital Mansheat El Bakry en Heliópolis, médicos, enfermeros y trabajadores –incluidos los transportistas que cubren la ruta del hospital– fundaron un nuevo sindicato independiente: echaron al director, exigieron al gobierno que lo procesara por corrupción, y eligieron a un nuevo director.
El repudio y la lucha contra las políticas hambreadoras y proimperialistas del mubarakismo tuvieron relación directa con la oleada de huelgas que paralizó a Egipto en febrero forzando la renuncia de Mubarak.
Pero los reclamos obreros no fueron cumplidos, y los trabajadores de Shebeen el Kom reiniciaron el paro el 5 de marzo: hoy llevan casi dos meses en lucha, exigiendo ante los tribunales la nacionalización de la empresa y un sueldo mínimo de 1.200 libras. Los trabajadores de esta planta fabril formaron un sindicato independiente del gremio textil oficialista, y recibieron el apoyo de muchas otras fábricas como la histórica Hilados y Tejidos de Mahalla (un enorme complejo con 27.000 obreros) donde, en 2006, 3.000 mujeres trabajadoras iniciaron la gran huelga que después se multiplicó marcando el prólogo de la rebelión egipcia. El 5 de abril cientos de obreros de la fábrica manifestaron frente a la gobernación; presionada a su vez por las autoridades políticas, la patronal debió aumentar los bonos de almuerzo, prolongar los contratos y reincorporar a la mitad de los trabajadores que habían sido despedidos sin indemnización.
Igual que los de Mahalla, los de Shebeen el Kom se constituyeron en el centro de un amplio movimiento de apoyo en el que participan miles de vecinos, estudiantes y jóvenes como los del “Movimiento 6 de abril” y los “Jóvenes por la Justicia y Libertad”. “Los trabajadores apoyaron a los jóvenes en la primera fase de la revolución, y ahora los jóvenes de la revolución apoyamos a los trabajadores”, dicen.
Como en otros lugares del mundo, en la masa juvenil egipcia impera una profunda desconfianza hacia las organizaciones políticas, saldo de largas décadas de decepciones y traiciones de los partidos burgueses y de los revisionistas del marxismo. “Ni el gobierno ni los partidos políticos, la revolución es del pueblo”, fue una de las consignas coreadas el 1º de Mayo.
Pero muchos indicios muestran que en Egipto comenzó a sonar la hora del proletariado. Si la izquierda revolucionaria logra convertir en posible la imperiosa necesidad de un partido proletario revolucionario, capaz de unir en un solo torrente los múltiples cauces del actual movimiento popular, Egipto puede ser el faro de la inmensa ola que estremece a todos los pueblos árabes.