La huelga petrolera ha sido la lucha obrera más importante desde que se impuso, con el golpe del 66, la dictadura de Onganía. El temple demostrado por 7000 petroleros, que durante 60 días se mantuvieron firmes ante la gigantesca presión del enemigo de clase, le confiere aquel calibre. Por ello todo el proceso de la huelga, que se desmoronara a solo días de su momento más elevado, debe ser abordado con profundidad.
La huelga petrolera ha sido la lucha obrera más importante desde que se impuso, con el golpe del 66, la dictadura de Onganía. El temple demostrado por 7000 petroleros, que durante 60 días se mantuvieron firmes ante la gigantesca presión del enemigo de clase, le confiere aquel calibre. Por ello todo el proceso de la huelga, que se desmoronara a solo días de su momento más elevado, debe ser abordado con profundidad.
A partir de la derrota final de los heroicos petroleros, la dictadura y la patronal quieren construir un marco de escepticismo para todo el proletariado. Presentan para ello a los 2000 cesantes como el precio pagado por la "insensatez" de luchar contra los planes de racionalización. Pero los ferroviarios, sin luchar, han sido abatidos más fieramente que nadie; como los azucareros. De lo que se trata es de descubrir cómo pelear. El análisis de la huelga petrolera debe contribuir a darnos la respuesta.
Nos corresponde a los comunistas el deber, junto a todos los militantes clasistas, de desentrañar las enseñanzas que la huelga depara.
Así trocaremos la derrota en perspectiva de victoria.
El carácter de la dictadura y la estrategia del movimiento obrero
La intransigencia que demostró la dictadura, ratifica nuestra caracterización de sus intenciones a largo plazo y a toda costa de acelerar la concentración monopolista -o sea, la acumulación de superbeneficios en manos de un puñado de grandes capitalistas extranjeros y argentinos y, por otra parte, el saqueo sistemático de los trabajadores y otros sectores populares- disciplinando al proletariado para aceptar la racionalización, la privatización y la restricción salarial derivada de esa perspectiva. Su agudeza táctica para desangrar el conflicto reactualiza las intenciones de la dictadura de montar un proceso político -esquematizado en los tres tiempos- y consolidar instituciones que den seguridad a las clases dominantes, como mejor garantía para aplicar aquella orientación económica.
Tal naturaleza de la dictadura torna más nítida la imposibilidad del reformismo prevaleciente en las direcciones del movimiento sindical, para siquiera defender las conquistas económicas elementales de la clase obrera que van siendo avasalladas por la dictadura. Esto agudiza la necesidad de construir una sólida vanguardia clasista capaz de llevar a las masas hacia una política proletaria, que profundice suficientemente las luchas como garantía de defensa de las reivindicaciones obreras y que encuadre esa lucha en una estrategia antidictatorial liberadora. Esta estrategia debe atender simultáneamente a: 1. Mediante la profundidad de la lucha desenmascarar a la dictadura y minarle los esfuerzos de recomposición a largo alcance del dominio burgués oligárquico imperialista, 2. Ir definiendo, expandiendo y organizando las fuerzas (partido; corriente clasista; Frente de Liberación Nacional y Social; dominio de la violencia revolucionaria), capaces de promover la resistencia obrera y popular a la dictadura, generalizarla, coordinarla y transformarla en contraofensiva que derroque a la dictadura, reemplazándola por un gobierno popular revolucionario dirigido por la clase obrera.
El papel jugado por los agentes y aliados de la dictadura en el movimiento obrero y popular
En esta oportunidad fue más expresivo que nunca que la alcahuetería, la traición y la hipocresía de Cavalli en su solicitada, de Zamora vendiendo el paro de Mendoza y de Azopardo declamando "solidaridad", los caracterizaron como agentes de la concentración monopolista dentro del movimiento sindical.
Lo que reclama, como una condición esencial para una estrategia de victoria en el movimiento obrero, llevar a cabo una acción concertada para barrer a semejantes traidores de todas sus posiciones. Esta conclusión se realza frente a la "reunificación" de la CGT promovida por la dictadura y la patronal. Su traición a los petroleros debe ser denunciada como elementos valiosos en la lucha nuestra para derrocar tales juegos propatronales. Cabe señalar que en los 60 días de la huelga, Perón mandó muchas cartas a favor de la reunificación y se "olvidó" de mandar la carta de aliento a los obreros petroleros en huelga.
Contradicción entre las necesidades de las masas y el reformismo en el movimiento obrero
La huelga petrolera demuestra que el reformismo, al ubicar en el área de la política burguesa las fuentes de solución de los problemas de las masas que esa misma burguesía explota, es el vivero permanente de derrotas del movimiento obrero. Señalemos sucintamente sus principales manifestaciones en la huelga petrolera:
– La esperanza que los directivos de la huelga cobijaron sobre la posibilidad de negociación "justiciera" por parte del Estado, reflejo de ilusiones sobre un "Estado" al margen de las clases que laudaría neutralmente en las relaciones obrero-patronales. Esta concepción se proyectó en una metodología de peticiones y gestiones sin fin, al margen de promover una acción directa de los obreros para profundizar la lucha, único camino con perspectiva de triunfo para el conflicto, capaz por otra parte de ganar la solidaridad del resto de la clase obrera.
Sobre esta concepción se basó la táctica inmovilizadora de la "huelga santa", como asimismo, en el periodo previo a la huelga, la esperanza en gestiones con San Sebastián, limitando a los trabajadores a un simple retiro de colaboración, sin organizar y escalonar medidas de lucha, y el 25 de setiembre ordenando paralizar el trabajo y retirarse a los domicilios sin combinar el lanzamiento de la huelga con una asamblea dentro de la destilería, con la ocupación de la empresa y una posterior movilización combativa por las calles de Ensenada.
– Las reivindicaciones planteadas se restringieron a sus proyecciones políticas antiimperialistas y antidictatoriales (defensa de YPF y del patrimonio nacional), escamoteando la proyección proletaria de la defensa de la jornada y de las condiciones de trabajo contra la expoliación capitalista.
Esta manera de encuadrar la lucha, propia de una orientación burguesa de liberación nacional que borra el programa de liberación social que requiere la clase obrera, contribuyó a trabar la repercusión del conflicto en el resto de los trabajadores argentinos, que víctimas del avasallamiento de esas conquistas podían haber sido más sensibilizados para la lucha si hubiesen visto más claramente en la huelga de los petroleros el comienzo de una lucha más general de la clase para frenar ese retroceso.
– Ilusiones en las fisuras internas del elenco dictatorial ("liberales" y "nacionalistas"), viendo como camino de triunfo de la huelga el apoyarse en alguna de las eventuales fracciones del gobierno.
– Ilusiones en la posibilidad de un golpe de Estado instrumentado por militares vinculados a la "oposición burguesa" (C. López, Caro, Rauch, etc.), que resolvería favorablemente los reclamos obreros.
– Con todo lo anterior corrió parejo un verticalismo organizativo que descartaba la participación democrática de la masa huelguística.
En 60 días de huelga, los obreros de la destilería asistieron únicamente a dos Asambleas y se pasaron el resto del tiempo recibiendo instrucciones en Centros de Información. Hay que anotar que el personal de Flota SUPE sesionó frecuentemente en Asamblea, pero igualmente fue mantenido en la pasividad.
– La CGT de Paseo Colón, en un largo proceso, se ha debilitado gravemente en virtud de la línea seguida por sus directivos de agitativismo no organizativo. A ello se suma la permanencia en la metodología que desde hace años practican las cúspides del movimiento sindical argentino, que debilita sistemáticamente las estructuras organizativas básicas del movimiento obrero (comisiones internas, cuerpos de delegados, etc.), al no promover la participación democrática de las bases. Todo ello ha casi anulado sus posibilidades como centro coordinador y generalizador de las luchas obreras argentinas. Varios sindicatos (los dirigidos por los elementos más vacilantes) ya han emigrado hacia la reunificación (UPCN, Ceramistas, Calzado, ahora peligra Telefónicos, Sanidad). Como consecuencia de ese proceso estaba de por sí limitada en el caso petroleros (por ejemplo, la regional La Plata está encabezada por Oraziuc, dirigente de la Sanidad mezclado en la reunificación), pero la huelga petrolera era una ocasión excepcional para invertir los términos de esa tendencia hacia el debilitamiento, si la CGT de Paseo Colón, hubiera abordado la campaña de solidaridad con los petroleros con medidas organizativas consistentes, que permitieran respaldo concreto a la masa huelguista (paros en los sindicatos que controla, paros regionales, coordinación con otros conflictos en curso como el de Electroclor en Rosario, etc.), pero esas medidas no se tomaron, pues eso requería un cambio de línea, y aunque los viajes de Ongaro a las regionales petroleras eran una ayuda a la huelga, no taparon los baches mencionados.
El aval de los directivos de Paseo Colón a la línea general no proletaria transitada por la dirección de la huelga, analizada más arriba, completa el cuadro.
– La experiencia de portuarios, ferroviarios y azucareros ya había demostrado que esos planteos reformistas llevan a la derrota de los trabajadores, disipando su combatividad. Pero la huelga petrolera lo destaca más aun. Entre el informe presentado por el Comité de Huelga a la Asamblea del 17 de noviembre con una agotadora reseña de estériles gestiones ante obispos, servicio de información, ministros y generales, gestiones que eran la médula de la "huelga santa" y, la combatividad de los 6000 asambleístas que, los puños en alto, vivaban a la huelga y votaron por unanimidad -como sucedió en la Asamblea de la Flota- terminar con la "huelga santa" para comenzar la "huelga del garrote", en esos términos, palpita la contradicción entre las necesidades de un proletariado combativo y el chaleco de fuerza del reformismo que lo inmoviliza llevándolo a la derrota, tal como sucediera en el caso de la huelga petrolera.
El MUCS y Política Obrera apuntalaron las debilidades de tipo reformista que trabaron la perspectiva de la lucha
La directiva del MUCS, que traduce la desviación oportunista del PC (Comité Central encabezado por Codovilla), todavía debe una explicación a los petroleros por el apoyo que prestara a Cavalli hace dos años y a la Lista Azul de Zamora hace 6 meses. Durante el conflicto, esa directiva tuvo en jaque a los activistas del gremio entre un insólito aventurerismo tendiente a voltear, al margen del proceso, a la dirección de la huelga en una etapa en que los directivos, aunque vacilantes, gozaban de la confianza de las bases, y un crudo oportunismo que los impulsó a no ver la posibilidad de lucha antes de la Asamblea del 17 de noviembre, restándose en ese momento de la tarea de galvanizar a sus militantes, intentando por otra parte salvarlos del "contagio" de la izquierda mediante el trabajo en un comedor de huelguistas, que los marginó del centro de reunión más importante para los obreros petroleros de flota, el local de la CGT de Paseo Colón.
Pero esa orientación fue resistida por sus militantes, como lo evidenciara la ajustada participación que les cupo en la Asamblea del 17 de noviembre. Por otra parte, nuestro Partido ya se ha perfilado concretamente como el cauce para el reencuentro de esos camaradas para la revolución.
El papel obstruccionista del grupo trotsquista Política Obrera proviene de su línea abstracta en cuanto a la mecánica de construcción de una alternativa clasista en el movimiento obrero que desaloje a las direcciones reformistas. No advierten que para ello se requiere armonizar simultáneamente: 1. La penetración sistemática de los elementos de vanguardia en el seno de la clase; 2. El aglutinar a los elementos más combativos y conscientes en una corriente clasista; 3. El organizar la lucha de masas como condición básica para profundizar en la radicalización de la base obrera; y 4. La lucha más tenaz y consecuente sobre las nuevas direcciones sindicales que surgen como expresión del proceso de crisis del reformismo en el movimiento obrero con el objeto de radicalizarlas batiendo a las alas vacilantes y desblocando a los elementos más avanzados.
En lugar de ello, practican una agitación que propone primordialmente, en forma simplista, la aniquilación de esas nuevas direcciones como condición para el crecimiento de una corriente clasista. Lo único que logran, como les sucediera en La Plata tras su práctica de paralelizar al Comité de Huelga, es confundir a los obreros que logran influenciar y que luego, invariablemente, abandonan a sus agitados activistas en una soledad que no proviene, como algún frustrado militante de ese grupo pretendiera, del "carácter burgués de los petroleros", sino del ultraizquierdismo de esos señoritos.
La huelga petrolera es un fiel reflejo del estado de ánimo y la conciencia de las masas obreras
Fueron 60 días de huelga sin agachadas, vividos por los 7000 petroleros con la penuria económica ensombreciendo sus hogares, acosados por la represión policial, la intimidación patronal y de la dictadura, amenazados por la quinta columna cavallista y de Azopardo, traicionados por los directivos del SUPE de Mendoza y Comodoro Rivadavia, aislados nacionalmente y desconcertados por la falta de perspectiva concreta, fruto de las tendencias reformistas de la directiva de la huelga y de la CGT de Paseo Colón. Esos 60 días de huelga son la expresión más nítida del odio al régimen y a la dictadura que lo representa, así como el temple y la tenacidad con que el proletariado argentino está actualmente armado para luchar contra la política de los monopolios, de la oligarquía y del imperialismo.
Igualmente importante es observar lo sucedido tras las dos grandes asambleas del personal de la Destilería de Ensenada, la del 20 de setiembre y la del 17 de noviembre, que reflejaron en el debate y las votaciones una decisión combativa de la masa que excedió las previsiones más optimistas y que debe ser advertida en cualquier análisis.
Tras la primera asamblea, el retiro total de colaboración se llevó a cabo espontáneamente, con una contundencia que reflejaba un empuje vigoroso del ascenso de la combatividad. Por ejemplo, se paró sin pausas el catalítico de la Destilería contra las intenciones de la directiva sindical de hacerlo progresivamente.
Más neto aun fue ese empuje tras la asamblea del 17 de noviembre; a la mañana siguiente, espontáneamente, sin organización, mil huelguistas ocuparon la estación ferroviaria de La Plata para castigar al contingente de carneros que se dirigía a la Destilería.
Fundamentalmente, esos episodios, así como la labor más permanente de nutridos núcleos de activistas que en el transcurso de la huelga se organizaron para la agitación popular, para la represión al carnero y para el sabotaje a la patronal, demuestran a las claras cómo la clase obrera argentina está en condiciones de aportar en su enfrentamiento al sistema un grado de combatividad que es una de las bases para llegar a derrotar el poder de las clases dominantes expresado en la dictadura.
Pero el análisis de la huelga petrolera no se puede simplificar en un esquema cuyos términos fueran combatividad por parte de las masas y traición y limitaciones reformistas por parte de la dirección sindical, que habría dado como resultado la derrota.
Las concepciones reformistas también pesan en las masas obreras, y así sucedió con los compañeros petroleros, cuyas direcciones sindicales en alguna medida son consecuencia de esa situación, proveniente a su vez del "ablandamiento" ideológico a que ha logrado someter la burguesía a nuestro proletariado, facilitado primordialmente por la desviación oportunista del CC del PC.
En tal sentido, en la masa petrolera en huelga palpitaban fuertes sentimientos que partían de ubicar en el área de la política burguesa el eje de las posibilidades de resolución de sus reclamos.
Entre gran parte de la masa corría, con la velocidad de la esperanza, cualquier rumor sobre la estada de Rauch en Berisso o sobre la posible mediación de algún arzobispo.
No reconocía cabalmente que el conflicto que protagonizaban era expresión de la lucha de su clase contra la burguesía monopolista, y que naturalmente el eje de resolución de sus problemas no puede provenir sino de las fuerzas surgidas de su propia clase.
De ahí la tendencia a restringir la lucha a términos reivindicativos, con la menor vinculación política posible, el espejismo de los distingos entre la dirección de YPF y el gobierno o entre los sectores "liberales" y "nacionalistas" del mismo.
Se sobreentiende el efecto paralizante de esas concepciones sobre las masas.
Corría pareja, cierta tácita aceptación de la metodología practicada por la dirección sindical en el curso de la huelga.
Los trabajadores petroleros iban naturalmente a los centros de información a recibir noticias sobre las gestiones, e "instrucciones" de la directiva, sin cuestionar, en lo esencial, la pasividad en que se los mantenía.
Este pesado lastre reconoce como origen el paternalismo burgués que en épocas de coyuntura favorable (durante la primera época de Perón) otorgó concesiones al movimiento obrero conducido por direcciones reformistas, creando en las masas la idea de que desde arriba les resolvían los problemas. Esta idea deriva aun más a las masas en conflicto, hacia la espera de una resolución producida en el seno de la burguesía, ya que los trabajadores en la misma medida en que no protagonizaban el debate de las alternativas de la lucha no profundizan su acción.
Como otro fenómeno del mismo origen cabe señalar la identificación que grandes sectores de la masa hacían entre la necesidad de la unidad para enfrentar con poderío al enemigo y el evitar discusiones en medio de la huelga porque "dividirían".
Apoyándose en ese prejuicio, la directiva no llamaba a asamblea en Destilería y trataba de descalificar los intentos, como el de nuestros camaradas, de abrir un debate en la huelga con la participación de los trabajadores para analizar democráticamente la situación y organizarse.
El análisis de conjunto del estado de ánimo y conciencia de los huelguistas petroleros ratifica la apreciación de nuestro Partido de que el quietismo de la clase obrera en nuestro país es fundamentalmente consecuencia de la crisis de dirección del movimiento obrero, por la supervivencia en ese plano de los agentes de la dictadura y la patronal monopolista, así como de concepciones reformistas ineptas para desalojarlos y para defender las reivindicaciones obreras.
Además, en el nivel de la masa de los trabajadores gravita, junto a una gran combatividad presta a transformarse en lucha abierta, un importante caudal de ideas reformistas que contribuyen al quietismo. Esta conclusión se debe proyectar necesariamente a la labor propagandística de las ideas clasistas entre las masas por parte de los comunistas y todos los militantes revolucionarios.
La huelga refleja el grado de desarrollo de la contradicción entre nuestra aspiración a ser la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y serlo.
Nuestro Partido se propone resolver la crisis de vanguardia revolucionaria existente en nuestro país.
Con tal perspectiva nos hemos organizado, aproximándonos a formular las ideas políticas esenciales para una estrategia revolucionaria en la Argentina, que nos aprestamos a definir en el XIII Congreso del Partido.
Como lo señalara nuestro periódico, Nueva Hora, de lo que se trata como cuestión básica, es de realizar la fusión de esa política de alternativa revolucionaria con la clase obrera.
Y las leyes de esa fusión no se destilan en un alambique; solo la experiencia directa en las luchas proletarias y su examen más hondo nos permitirá descubrirlas.
A la luz de nuestra participación en la huelga petrolera, la primera conclusión a sacar, válida para todo el Partido, desde el Comité Nacional a las células, es que aun no giramos suficientemente alrededor de las luchas del proletariado como eje, practicamos un cierto marginamiento de nuestra actividad respecto de la situación de la clase, de implicancias peligrosas si no se corrigen a la brevedad.
Veamos concretamente:
– Limitada participación de los miembros del Comité Nacional en el seguimiento concreto de las alternativas del conflicto y reducida elaboración específica.
– La repercusión de la huelga petrolera en la actividad del movimiento estudiantil no estuvo a la altura de nuestra influencia en ese sector.
– Restringida la labor política del conjunto de las células respecto de la huelga. Nuestro Partido debiera haber tomado el conflicto petrolero como tomó la actividad por el aniversario del asesinato del Che.
El inicio de la fusión de nuestra política con la clase obrera se muestra bastante dificultoso en cuanto a precisar la articulación entre nuestra línea de alternativa y el proceso de masas, dificultad traducida en excesos pendulares, ya hacia el aislamiento sectario de la alternativa respecto del proceso, ya diluyéndola en forma oportunista.
La huelga petrolera muestra avances en nuestro camino. Nuestros camaradas jugaron un papel importante en la agitación y en la propaganda previas al lanzamiento del paro, especialmente en Destilería, donde contribuyeron a galvanizar a los petroleros ante la inminencia de las medidas patronales. Luego desempeñaron un rol importante en la asamblea del 20 de setiembre cuando polemizaron ante 4.000 petroleros con la directiva del SUPE de Ensenada, derrotándola y haciendo triunfar la proposición de quite total de colaboración que llevó a la huelga. Ya en el rojo vivo de la huelga, pugnaron por organizar la acción directa de los huelguistas en los que participaron personalmente; contribuyeron a la creación de la agrupación "20 de setiembre" que se constituyó en un vocero clasista, en lucha franca contra las limitaciones reformistas de la dirección de la huelga, marcando a fuego a los agentes de Cavalli y atacando las concepciones y métodos no proletarios que llevarían finalmente a la derrota. Fue la única agrupación que planteó la profundización de la huelga como el único camino con perspectiva de triunfo.
Nuestros camaradas del gremio de Marítimos contribuyeron a desarrollar la Comisión de Resistencia SOMU-SUPE-FLOTA. La masa huelguista fue reconociendo en el CNRR a los verdaderos comunistas que le devuelven al comunismo en la Argentina la imagen que dañara el oportunismo por decenas de años. Nuestros militantes estuvieron en los primeros puestos del castigo al carnero, del sabotaje a la patronal, sufrieron cárcel.
Nuestros camaradas de la zona campesina lindera con La Plata llevaron de las quintas las viandas solidarias para las familias huelguistas; nuestros compañeros universitarios agitaron su solidaridad en la calle.
Lo básico es que nuestros camaradas apreciaron bien la combatividad de los petroleros, caracterizaron ajustadamente las limitaciones reformistas de la dirección de la huelga y, en líneas generales, señalaron la única alternativa independiente y clasista para la orientación de la huelga que a través de su profundización delineaba el camino del triunfo.
Empero, en el conflicto petrolero, alrededor de la participación del PC (CNRR) en la construcción de una línea clasista durante la huelga, cabe señalar importantes fallas:
1. Aislamiento de la alternativa respecto del proceso: tras la asamblea de Destilería del 20 de setiembre nos volcamos a propagar entre la masa la necesidad de organizarse clandestinamente para evitar la represión policial y volcarse a la acción directa. Ese justo criterio era incompleto porque:
– Desestimaba el trabajo en los centros de información, donde se concentraba a la masa, aislándolos.
– Simplificaba la cuestión de la acción directa a alguna agitación y a la violencia, sin elaborar proposiciones que contemplaran toda la amplitud de la participación de las masas y las propias necesidades de la expansión del conflicto a la zona de La Plata, dificultadas por la paralización reunificadora de la regional de Paseo Colón (como ejemplo de fábricas de la zona, o tomar más iniciativas para el trabajo de las mujeres de los petroleros).
– Simplificaba a su vez la cuestión de la violencia sin estudiar en profundidad los niveles intermedios que aseguren que la masa, cuyos arrastres reformistas son más pesados en este aspecto, se fuera incorporando a la práctica de la violencia antipatronal. Con aquella simplificación la violencia quedaba restringida a grupos minúsculos.
– Consecutiva a esas limitaciones y pareja con ella, íbamos cayendo en cierta metodología de organización paralela al Comité de Huelga, lo que contribuía a aislarnos de la masa y casi se constituye en estribo para una provocación.
2. Dilución de nuestra política alternativa en el proceso: esta fue la principal fuente de nuestros errores, para ello influyó la idea de lo incipiente de nuestras fuerzas y probablemente el temor a la provocación originada en los errores sectarios arriba reseñados.
– Nuestra participación alrededor del Comité de Huelga, en alguna de sus Comisiones, no fue suficientemente independiente.
– Contribuimos a dilatar la aparición de la agrupación "20 de setiembre", temiendo que el prejuicio de la masa respecto de la discusión en el seno de la huelga fuera inevitable. Luego, no tensamos nuestra fuerza para aglutinar alrededor de la agrupación como polo clasista a todos los elementos combativos que se perfilaron en la huelga.
– No fue suficientemente nítida nuestra polémica abierta con la dirección del Comité de Huelga acerca de la orientación que impartía. Estábamos más preparados para batirlos en los momentos en que aparecían contrariando abiertamente el ánimo de las masas que para criticarlos firmemente cuando cedían con vacilaciones a la presión de las asambleas.
– A pesar de haber apreciado bien la combatividad obrera, tanto para la asamblea del 20 de setiembre como para la del 17 de noviembre, que nos llevó a elaborar una táctica acertada de profundización de la lucha, no valoramos el alcance de los picos de combatividad que surgieron tras ambas asambleas, especialmente la del 17 de noviembre, lo que nos impidió jugar un rol protagónico al frente de los obreros espontáneamente movilizados para el combate.
3. Pero la razón primordial de esos errores, singularmente en lo que se refiere a las expresiones de dilución, no reside en la real dificultad táctica para articular con equilibrio la política de alternativa con el proceso de masas.
Su origen está en un plano más profundo, el del manejo de la estrategia antidictatorial de nuestro Partido. De acuerdo a nuestra caracterización de la dictadura, vemos imposible que una política reformista obtenga éxitos en la defensa de las reivindicaciones obreras y proyecte cada lucha al objetivo de sacar de su esquema a la dictadura.
Sin una dirección clasista, que profundice con las masas la lucha, ni se defienden las conquistas ni se minan los planes a largo alcance de la dictadura.
En la lucha petrolera, en la práctica política del Partido se tradujo algo que también se ha insinuado en el resto de nuestras tareas políticas: a partir de la desproporción relativa entre las fuerzas de la oposición dictatorial de signo proletario, en la que se inscribe nuestro Partido, y las de la oposición burguesa, a favor francamente de éstas últimas, sobrevino la certeza -no formulada explícitamente nunca- de que la protagonización central de la lucha contra la dictadura no nos podría corresponder al proletariado actualmente, y que en esta etapa podríamos y deberíamos acumular fuerzas para la "nuestra", eventualmente posterior.
Esta concepción significa no comprender el carácter de la dictadura y la incapacidad de los sectores burgueses afectados por los monopolios de enfrentarlos decididamente. El proletariado es la única clase que puede a la cabeza de los demás sectores populares, impedir los planes de la dictadura, y eso requiere acá y ahora, que todas las luchas se encaren con una profundidad en consecuencia.
De ahí la importancia de la lucha franca por una dirección revolucionaria de todos los combates de masas. Pero es más, solo podremos llegar a ser la vanguardia revolucionaria del proletariado si en cada lucha nos planteamos y pugnamos por convertirnos en su dirección.
Y de la relativa incomprensión de esta cuestión surge la raíz política última que explica nuestra insuficiente lucha por perfilar a la alternativa clasista durante el conflicto petrolero
Toda la clase obrera que sufre la política de la dictadura, miró la huelga con simpatía, que no se transformó en solidaridad activa por las trabas reformistas que señalamos; por el papel del participacionismo, por la debilidad de Paseo Colón, para coordinar y generalizar las luchas obreras.
Debemos llevar a esas masas el debate más profundo, para que extrayendo conclusiones acertadas de la lucha petrolera entiendan cómo se debe luchar para triunfar.
Para llegar a ser la vanguardia revolucionaria de la Argentina nos acechan importantes peligros. Desde un principio por el carácter de clase prevaleciente en nuestras filas, y tal vez por la posibilidad de enfrentamiento de contrarios respecto del oportunismo y sus consecuencias, podríamos y podemos caer en concepciones de ultraizquierda que frustrarían a la larga nuestro objetivo.
Pero debemos observar qué lastres oportunistas aun nos traban. Si no nos despojamos de ellos, corremos el peligro de frustrar nuestras posibilidades revolucionarias.
Para evitar tales peligros no hay otro método que la práctica junto al proletariado y la más honrada actitud autocrítica.