Las tierras raras son un conjunto de diecisiete elementos metálicos que se encuentran en la naturaleza y que tienen propiedades magnéticas, lumínicas y catalíticas excepcionales, lo que los convierte en piezas fundamentales para tecnologías avanzadas.
Estos elementos son esenciales para fabricar imanes permanentes de altísima potencia utilizados en motores de vehículos eléctricos, turbinas eólicas, drones, misiles y sensores. También se usan en catalizadores para la industria petroquímica y automotriz, en pantallas LED, láseres y baterías. En ese sentido, se puede decir que las tierras raras son el corazón tecnológico de la transición energética, la digitalización, la defensa y la reorganización de las cadenas de valor globales.
Un punto clave es que, a diferencia del litio, el cobre o el petróleo, el límite de las tierras raras no está tanto en su abundancia natural sino en la complejidad del procesamiento. Separar estos elementos implica procesos químicos sofisticados, costosos y ambientalmente muy contaminantes. Esta dificultad técnica convierte el refinado y la separación de tierras raras en un cuello de botella estratégico.
Donde están, quién las explota
A nivel mundial se extraen alrededor de 390.000 toneladas anuales de óxidos de tierras raras. China produce unas 270.000 toneladas, cerca del 70% del total, seguida por Estados Unidos (45.000 toneladas – 12%), Myanmar, Australia y otros productores menores.
La capacidad mundial de refinación es de aproximadamente 300.000 toneladas anuales. China procesa unas 254.000, un 85% del refinado global, dado que domina la fase crítica de separación química, que es la que define el control real sobre la cadena de valor de imanes, drones, turbinas eólicas y equipamiento. Además, produce casi el 92% de los imanes de neodimio-hierro-boro (NdFeB), que son clave para motores eléctricos y aplicaciones militares.
Cerca del 50% del consumo mundial de “tierras raras” se destina a la industria tecnológica (electrónica, sensores, imanes), un 25% a la transición energética (turbinas eólicas, vehículos eléctricos), alrededor de un 20% a aplicaciones militares y aeroespaciales, y el resto a usos especializados como vidrios ópticos, cerámica y catalizadores.
Las reservas globales explotables conocidas se estiman en 110 millones de toneladas. China lidera con 44 millones, seguida por Brasil con 21 millones, India con 6,9 millones, Australia con 5,7 millones, Vietnam con 3,5 millones y Estados Unidos con 1,9 millones.
En América Latina también se identifica un potencial creciente: además de la reserva brasilera, otros países como Chile, Perú y Bolivia están en etapa de exploración, por lo que podrían convertirse en actores más relevantes en el futuro. Argentina tiene aproximadamente 190.000 toneladas de tierras raras identificadas y se estima un potencial de hasta 3,3 millones de toneladas.
La disputa sobre las tierras raras
La creciente disputa interimperialista, principalmente entre Estados Unidos y China, convierte la concentración en la extracción y en el procesamiento de las tierras raras en un foco permanente de tensión. La cadena industrial tecnológica y militar depende a nivel global de forma crítica de ese procesamiento chino.
“Medio Oriente tiene petróleo, China tiene tierras raras”, había anticipado en 1992 Deng Xiaoping, dirigente revisionista que encabezó la restauración capitalista en China a la muerte de Mao.
En abril de 2025, en el marco de la guerra comercial y ante la suba de aranceles de importación por parte del gobierno de Estados Unidos, China impuso controles de exportación sobre siete tierras raras críticas (samario, gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio e itrio), así como sobre los imanes fabricados con ellas. Además, las empresas extranjeras debían solicitar licencias para exportarlas.
Luego del acuerdo de Busan del 30 de octubre último entre Trump y Xi Jinping, China anunció que suspendía por un año algunas de estas restricciones (hasta el 10 de noviembre de 2026), como parte de un acuerdo comercial con Estados Unidos. Según Bloomberg, China emitirá licencias generales para exportar tierras raras y pondrá fin a algunas investigaciones contra empresas estadounidenses de semiconductores, entre otras concesiones.
Esta tregua comercial es precaria y no prefigura un cambio en el contenido de la disputa. Es un freno temporal a la escalada comercial en el que ambas potencias ganan tiempo.
Los yanquis se preparan y Milei nos entrega
Estados Unidos viene tomando medidas para reforzar su cadena de suministro independiente. El Departamento de Guerra yanqui realizó una multimillonaria inversión y pasó a ser el principal accionista de la empresa MP Materials que explota Mountain Pass, la única mina de tierras raras en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, MP Materials dejó de enviar concentrados de tierras raras a China y está invirtiendo para construir una cadena “mine-to-magnet” dentro de EE.UU.: plantas de refinado, separación y de fabricación de imanes. El gobierno de Trump también está invirtiendo en otros proyectos de desarrollo similares.
En ese contexto hay que analizar el descarado apoyo financiero al gobierno de Milei de parte del tesoro yanqui y el reciente “acuerdo” comercial entre Estados Unidos y Argentina, con una vergonzosa subordinación estratégica.
Éste incluye cláusulas sobre “minerales críticos”, entre ellos las tierras raras, con una lógica de “seguridad de suministro” para el imperialismo yanqui, que busca asegurarse el acceso irrestricto a los depósitos argentinos, que hoy están sin ser explotados comercialmente.
La política de brutal entrega y subordinación del gobierno de Milei ante los Estados Unidos nos coloca en una posición de eventuales proveedores baratos de tierras raras en función de sus necesidades e intereses estratégicos.
Al revés de lo que hace el gobierno, es posible aprovechar el actual marco mundial para potenciar un desarrollo independiente de extracción y procesamiento soberano de las tierras raras (y otros elementos como el litio) en colaboración con otros países de Latinoamérica.
Para eso hace falta otra política y otro gobierno, que rompan los humillantes pactos con Estados Unidos y otras potencias, y que suspenda el pago de la deuda externa para volcar esos recursos a atender las emergencias populares y un desarrollo industrial independiente.
Escribe Ernesto Migone
hoy N° 2086 18/11/2025
