Los medios están saturados de las rencillas por las candidaturas electorales. Han logrado aburrir a las masas tratando de convencerlas de que los problemas no se resuelven con las luchas sino esperando, tranquilitos, a las elecciones para las que falta un año y medio.
La gran maniobra mediática es la instrumentación de la ola de delitos. No hay que confundir la ola de delitos con su instrumentación. La ola de delitos existe. Para que “exista” tienen que sumarse dos factores coyunturales: que las policías den “zona liberada” a las bandas, y que por razones políticas los medios le den mucho espacio.
Y están los problemas de fondo. El principal, es que desde las hiperinflaciones, pasando por varias crisis, hasta la actual, la forma de “salida” de las crisis ha sido creando una gigantesca masa de desocupados, una parte de los cuales ya no puede ingresar en la producción porque su oficio ha sido eliminado por los cambios tecnológicos o porque no están en condiciones de “aguantar” el brutal aumento de los ritmos y las jornadas de trabajo; y una inmensa masa de jóvenes no tiene posibilidades de ingresar a la producción. La Argentina de Menem o la K, es un país para 15 millones de habitantes, y el resto es una enorme masa empujada a la miseria para ser “clientelizada” por el gobierno de turno. Por eso les estorba tanto el movimiento de desocupados y el de jubilados que muestran otro camino, el de la lucha y las conquistas.
El otro problema de fondo es la extensión de la droga, haciendo de la Argentina un país de consumo, fabricación y tránsito. La droga se instaló; tiene un enorme poder de “compra” de policías, jueces, dirigentes políticos, etc. Esos cambios introdujeron las guerras de narcobandas, y una asociación de la droga con los otros delitos que vuelve, a estos últimos, mucho más sangrientos.
Las Madres contra el paco son un ejemplo. Su lucha es difícil, dura, pero muestra un camino. La autodefensa de los vecinos de las barriadas populares es otro ejemplo.
La lucha del movimiento de piqueteros combativos por conquistar puestos de trabajo y ganar a la juventud para luchar y trabajar es una difícil batalla real contra la inseguridad y la droga. La pelea del movimiento obrero contra los despidos, por salarios, contra la superexplotación que reduce los puestos de trabajo, es otra batalla en ese mismo camino. El combate campesino por un millón de chacras y en defensa de sus pequeñas y medianas producciones, traban la concentración y extranjerización de la tierra que los empuja hacia las villas de las ciudades.
El Estado oligárquico-imperialista siempre estuvo asociado al delito. Pero hoy la droga es un gigantesco negocio, y como tal, penetró a ese Estado en profundidad. Por eso, para acabar con la inseguridad, de fondo, no hay otro camino que una revolución profunda, que no deje piedra sobre piedra de ese Estado, y que construya uno nuevo, basado en el trabajo, una reforma agraria que garantice tierra a los que quieren trabajarla, una verdadera democracia, la segunda independencia nacional que ponga todos los recursos al servicio de esa nueva sociedad. La lucha de hoy une fuerzas para ese objetivo.
02 de octubre de 2010