Los medios de las clases dominantes, como La Nación, seguían con atención el desarrollo de la Primera Internacional, creada por Marx y otros dirigentes en 1864.
Los medios de las clases dominantes, como La Nación, seguían con atención el desarrollo de la Primera Internacional, creada por Marx y otros dirigentes en 1864.
En la Asociación Internacional de Trabajadores confluían distintas vertientes, además de los seguidores de Marx. El debate principal, luego de la Comuna de París, fue entre los marxistas y los anarquistas de Bakunin. Sus discusiones fueron reflejadas en nuestras tierras, con preocupación, como leemos en La Nación del 13 de enero de 1872: “Los directores de La Internacional en Londres han publicado un nuevo programa que no deja nada que desear. El párrafo más importante de ese documento se refiere a la cuestión política que por lo demás parece haber dado mérito a vivos debates en el seno de aquella reunión. Algunos individuos opinaban que se atuviesen esclusivamente (sic) a las cuestiones económicas, pero su opinión no ha prevalecido. La conferencia ha declarado que ‘en el estado militante de la clase obrera su movimiento económico y su acción política están unidas indisolublemente…’.
“En su virtud –prosigue el diario de Bartolomé Mitre– aprueban los principios de la revolución y del socialismo, y se declara responsable de los actos de la Comune. Se declara pues, en guerra con todos los gobiernos”. Con ese fino olfato de nuestra oligarquía de percibir dónde estaban sus verdaderos enemigos, concluye La Nación: “Naturalmente, los gobiernos están en el derecho y en el deber de declararse en guerra con ella [La Internacional] y de suprimirla legalmente en vez de dejarse suprimir por ella. Esperamos que los gobiernos hagan de modo que no sean vencidos”.
E. Flaesch, quien firmaba como “Fundador de la Internacional en Buenos Aires”, en una carta al Consejo General de Londres fechada el 14 de abril de ese mismo año de 1872, comentaba que: “La Internacional es el tema de todas las conversaciones. Discursos a favor y en contra nuestra, han sido pronunciados en las logias masónicas”. Pese al entusiasmo de Flaesch, lo cierto es que esos primeros meses la principal actividad de los internacionalistas fue de propaganda –editaron El Trabajador, de tirada irregular–, aunque en la misma carta se consigna que “numerosas sociedades obreras están dispuestas a aliarse con nosotros”. Vinieron también propuestas de conformar cajas de crédito y sociedades mutuales para los obreros, que fueron rechazadas, reafirmando, si bien sin demasiada claridad, el carácter clasista de la organización.