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05 de marzo de 2014

“La irrupción de los bárbaros”

Crónicas proletarias

 Julio Daniel Infante Santos fue un abogado y periodista español nacionalizado argentino que adhirió a la Liga del Sur fundada por Lisandro de la Torre, con quien se peleó en 1912. En noviembre de ese año fue designado intendente de Rosario por el gobernador radical de Santa Fe, cargo que mantuvo hasta abril de 1913. El diario rosarino La Capital definió a Infante como un “resumen de todas las contradicciones”. Durante su breve intendencia llevó adelante mediaciones en conflictos obreros, gestionó la libertad de detenidos por el Grito de Alcorta y se presentaba como socialista, lo que fue desmentido por el Partido Socialista.
Un compañero nos acercó estas opiniones de Daniel Infante, vertidas en 1908, que reflejan bien lo que pensaba un sector político que, años después, canalizaría el radicalismo de Yrigoyen: “El proletariado está en campaña contra los capitalistas: hoy pide, mañana exigirá, y pasado tomará por su mano lo que ahora demanda. Dicen que el obrero carece de libertad, ¿pero quién puede creer eso? ¿No se declara el obrero en huelga? ¿No emigra? ¿No puede escoger el morirse? Pues eso prueba que es libre de elegir. Hoy la lucha pasa por que no se obligue al obrero a trabajar más de ocho horas, pero si trabajando el obrero doce horas el producto cuesta doce, trabajando ocho horas ha de costar el producto 18 y de esta manera, la reducción de las horas de trabajo encarecerá los productos. Encarecidos los productos, disminuye el consumo, a lo que sigue la rebaja de lo producido y por consiguiente la menor demanda de trabajo. Así, los obreros cobrarán menos y habrá más despidos porque bajará el consumo, y todo como consecuencia de la reducción de las horas de jornada. ¿Pensarán que disminuyendo los beneficios del empresariado o el interés de los capitalistas quedarán los precios igualados? ¡Insensatos!, son imposibles tales disminuciones. ¿Y a esto llaman socialismo? El hombre debe ser socialista, sí, pero socialista del buen socialismo, del socialismo liberal. Yo veo claramente que si el obrero triunfa será como fue la irrupción de los bárbaros, la muerte de una civilización. Fundado en lo expuesto, yo combato al socialismo obrero, yo excito a todos los partidarios del progreso a que procuren disuadir al obrero de sus ideales, porque pedir la reducción de las horas de trabajo es pedir que disminuya el poder del Estado y que aumenten los impuestos. ¡Desgraciados!; lo único que debéis pedir, porque es lo único que se alcanza sin aumentar el número de empleados ni las contribuciones, lo que termina disminuyendo a unos y otras, es simplemente: ¡libertad, libertad y libertad!”.