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11 de noviembre de 2010


La lucha por el Frente Único

Documentos del PCR / tomo 6

La lucha por la hege­mo­nía del pro­le­ta­ria­do es impo­si­ble sin una polí­ti­ca per­ma­nen­te de alian­zas que apun­te a con­for­mar el blo­que his­tó­ri­co de cla­ses revo­lu­cio­na­rias. Sobre la base de la tác­ti­ca del Partido en cada momen­to polí­ti­co con­cre­to, pre­ci­san­do el ene­mi­go prin­ci­pal a gol­pe­ar, es nece­sa­ria la uni­dad de todas las fuer­zas posi­bles de ser uni­das con­tra ese ene­mi­go, inclu­so mar­chan­do sepa­ra­dos y gol­pe­an­do jun­tos con­tra él con fuer­zas inter­me­dias que se le opon­gan.
Los cuer­pos de dele­ga­dos mos­tra­ron en años ante­rio­res de auge revo­lu­cio­na­rio, su capa­ci­dad para ser órga­nos de base del fren­te único en la clase obre­ra y boce­ta­ron las for­mas más pro­ba­bles del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio de masas. La lucha por demo­cra­ti­zar y diri­gir los sin­di­ca­tos debe con­ce­bir­se en una rela­ción dia­léc­ti­ca con los cuer­pos de dele­ga­dos que han demos­tra­do, en el perio­do 1969-1976, su capa­ci­dad poten­cial para trans­for­mar­se, en una situa­ción revo­lu­cio­na­ria, en orga­nis­mos de base de un gobier­no popu­lar revo­lu­cio­na­rio.
El alia­do prin­ci­pal del pro­le­ta­ria­do es el cam­pe­si­na­do pobre y medio. El pro­le­ta­ria­do rural como des­ta­ca­men­to de la clase obre­ra debe jugar el papel prin­ci­pal para for­jar esa alian­za, con la línea de apo­yar­se en los semi­pro­le­ta­rios y cam­pe­si­nos pobres, unir­se a los medios y neu­tra­li­zar a los ricos. Debemos dar par­ti­cu­lar impor­tan­cia al tra­ba­jo por movi­li­zar y orga­ni­zar a los cam­pe­si­nos pobres, y por ganar a los medios y al sec­tor patrió­ti­co y demo­crá­ti­co de los ricos para la lucha anti­te­rra­te­nien­te y anti­im­pe­ria­lis­ta.
El pro­ble­ma de la tie­rra está en el tras­fon­do del pro­ble­ma cam­pe­si­no en todo el país, y debe­mos saber poner­lo de relie­ve, con­cien­tes de que su reso­lu­ción no será posi­ble por vías refor­mis­tas sino revo­lu­cio­na­rias. La causa prin­ci­pal del fra­ca­so de los revo­lu­cio­na­rios del siglo pasa­do, y ya en este siglo –en la época del impe­ria­lis­mo– estu­vo en que no se pro­pu­sie­ron, o fue­ron inca­pa­ces de alzar a la lucha libe­ra­do­ra a las masas cam­pe­si­nas opri­mi­das por los terra­te­nien­tes, masas que venían luchan­do con­tra éstos desde el ini­cio de la colo­nia. Si el pro­le­ta­ria­do no logra for­jar una alian­za estre­cha con las masas explo­ta­das y opri­mi­das del campo, tam­po­co triun­fa­rá.
Un aspec­to par­ti­cu­lar de esta cues­tión es el refe­ri­do a las comu­ni­da­des abo­rí­ge­nes, cuya situa­ción actual es uno de los tes­ti­mo­nios más des­ga­rra­do­res del carác­ter san­gui­na­rio y anti­de­mo­crá­ti­co de los terra­te­nien­tes y de la ile­gi­ti­mi­dad de sus títu­los sobre las mejo­res tie­rras argen­ti­nas. Debemos pres­tar aten­ción y esfuer­zos espe­cia­les para desa­rro­llar la par­ti­ci­pa­ción de las comu­ni­da­des abo­rí­ge­nes en el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio con­tra los terra­te­nien­tes y el impe­ria­lis­mo, res­pon­sa­bles del des­po­jo de sus tie­rras, de su con­fi­na­mien­to a las zonas más pobres y de la dis­cri­mi­na­ción social, racial, cul­tu­ral, etc., con las que se con­ti­núa la polí­ti­ca oli­gár­qui­ca de las cam­pa­ñas de exter­mi­nio.
A su vez, tanto en el campo como en los cen­tros urba­nos es fun­da­men­tal que el pro­le­ta­ria­do pres­te par­ti­cu­lar aten­ción al movi­mien­to juve­nil y al feme­ni­no, aten­dien­do a la inci­den­cia de estos movi­mien­tos no sólo en la clase obre­ra y el cam­pe­si­na­do sino tam­bién en otros cam­pos como los de la inte­lec­tua­li­dad, en el arte y la cul­tu­ra, en los pro­fe­sio­na­les, en los peque­ños y media­nos empre­sa­rios, en las fuer­zas arma­das, etc.
El movi­mien­to juve­nil argen­ti­no tiene, en com­pa­ra­ción con el de otros paí­ses depen­dien­tes, una larga expe­rien­cia orga­ni­za­ti­va, tanto gre­mial y depor­ti­va, recrea­ti­va y cul­tu­ral, como polí­ti­ca. Fueron orga­ni­za­cio­nes juve­ni­les de rela­ti­va impor­tan­cia de masas las que die­ron ori­gen –con­flu­yen­do con otras fuer­zas– al Partido Radical, al Partido Comunista y a nues­tro Partido. En las luchas pos­te­rio­res a 1968 juga­ron papel deci­si­vo tanto en el movi­mien­to juve­nil en gene­ral, como en el estu­dian­til en par­ti­cu­lar. La uni­dad obre­ro-estu­dian­til adqui­rió en estos años moda­li­da­des con­cre­tas muy avan­za­das que, en algu­nos casos, como suce­dió en Córdoba, per­fi­la­ron una alian­za de gran poten­cia­li­dad revo­lu­cio­na­ria.
La dic­ta­du­ra fas­cis­ta gol­peó con saña a la juven­tud obre­ra y estu­dian­til, para impe­dir el desa­rro­llo de su poten­cial revo­lu­cio­na­rio. Esto trajo un pro­fun­do deba­te en los jóve­nes sobre la nece­si­dad de bus­car nue­vas for­mas de lucha. Fue así que las pri­me­ras movi­li­za­cio­nes masi­vas de la juven­tud fue­ron a par­tir de la lucha por la paz con Chile, con­tra los inten­tos beli­cis­tas de la dic­ta­du­ra. Luego, con moti­vo de la recu­pe­ra­ción de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, miles de jóve­nes, en con­di­cio­nes difí­ci­les, rea­li­za­ron una gran expe­rien­cia de lucha arma­da con­tra una poten­cia impe­ria­lis­ta y se desa­rro­lló un pode­ro­so movi­mien­to de masas, patrió­ti­co, de la juven­tud. A par­tir de estas expe­rien­cias cen­te­na­res de miles de jóve­nes se incor­po­ra­ron a las luchas socia­les y polí­ti­cas y miles se trans­for­ma­ron en acti­vis­tas gre­mia­les y polí­ti­cos.
La juven­tud ha sido siem­pre un sec­tor sen­si­ble a todo tipo de opre­sión polí­ti­ca, social y nacio­nal, y por eso se rebe­la con­tra ésta. Con for­mas y con­te­ni­dos pro­pios, en cada época, par­ti­ci­pa en la lucha demo­crá­ti­ca, anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te. Busca afa­no­sa­men­te una res­pues­ta a sus inte­rro­gan­tes y en esta bús­que­da el movi­mien­to juve­nil crece junto a las ideas y pro­ce­sos más avan­za­dos. Es nece­sa­rio que el Partido ayude a ganar a la mayo­ría de los estu­dian­tes para la Revolución; pues sin esto es impo­si­ble que el movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio triun­fe. Existen varias expe­rien­cias his­tó­ri­cas, en nues­tro país, que demues­tran que esto es posi­ble. Además de la impor­tan­cia como ámbi­to de deba­te polí­ti­co e ideo­ló­gi­co que tiene la Universidad, es nece­sa­rio tener en cuen­ta que en ella ha cre­ci­do enor­me­men­te el peso de las cla­ses medias de la capa infe­rior, en rela­ción con las últi­mas déca­das y con lo que suce­día en la dic­ta­du­ra mili­tar.
En cuan­to al movi­mien­to feme­ni­no, en nues­tro país tiene una larga tra­di­ción de luchas obre­ras y popu­la­res. En 1880 fue la pri­me­ra huel­ga de domés­ti­cas. A prin­ci­pios de siglo las huel­gas y con­cen­tra­cio­nes de tele­fó­ni­cas y del ves­ti­do, movi­mien­tos por la alfa­be­ti­za­ción de las muje­res, por la defen­sa de la salud de los niños, por sus dere­chos civi­les y polí­ti­cos. Fue acti­va su par­ti­ci­pa­ción en los movi­mien­tos de soli­da­ri­dad con las gran­des huel­gas obre­ras y con las luchas libe­ra­do­ras de otros pue­blos.
En 1946, con el triun­fo del pero­nis­mo, las gran­des masas de muje­res del campo y de la ciu­dad irrum­pie­ron en la arena polí­ti­ca. El voto feme­ni­no con­se­gui­do nacio­nal­men­te, fue un triun­fo de rei­vin­di­ca­cio­nes que esta­ban veda­das y creó mejo­res con­di­cio­nes para el avan­ce de la lucha de las muje­res. En los años sinies­tros de la dic­ta­du­ra sur­gió un des­ta­ca­men­to de avan­za­da, las Madres de Plaza de Mayo. Luego se desa­rro­lla­ron orga­ni­za­cio­nes espe­cí­fi­cas como secre­ta­rias de la mujer en los sin­di­ca­tos, Amas de Casa del País, aso­cia­cio­nes pro­fe­sio­na­les, Multisectorial de la Mujer, e ini­cia­ti­vas como los Encuentros Nacionales de Mujeres que se rea­li­zan anual­men­te.
Las muje­res no son una clase social. Son un sec­tor espe­cí­fi­co de la socie­dad, parte de las cla­ses socia­les en las que ésta está divi­di­da. Por esa razón la mayo­ría de las muje­res se ubica den­tro de las cla­ses explo­ta­das. Como mujer es un sec­tor social­men­te opri­mi­do y dis­cri­mi­na­do. Como tra­ba­ja­do­ra sufre una doble opre­sión: como explo­ta­da, y como mujer. Su tra­ba­jo (lla­ma­do tare­as) como ama de casa tiene un doble carác­ter: tra­ba­ja y no es remu­ne­ra­do y lo rea­li­za la mayo­ría de las veces en base a sen­ti­mien­tos y cos­tum­bres. Estas tare­as que hoy recaen sobre la mujer debe­rían ser resuel­tas por el con­jun­to de la socie­dad. El tra­ba­jo domés­ti­co es parte del tra­ba­jo útil a la socie­dad, impres­cin­di­ble para el man­te­ni­mien­to y repro­duc­ción dia­ria de la fuer­za de tra­ba­jo. Según esti­ma­cio­nes serias, el valor eco­nó­mi­co de la acti­vi­dad del hogar equi­va­le al 33 % del PBI. Este monto pasa, por una vía indi­rec­ta, a engro­sar las ganan­cias de los capi­ta­lis­tas y terra­te­nien­tes.
Para incor­po­rar a las muje­res a la lucha revo­lu­cio­na­ria no par­ti­mos de la divi­sión en sexos. Partimos de la divi­sión de la socie­dad en cla­ses anta­gó­ni­cas. De ahí la impor­tan­cia de nues­tra par­ti­ci­pa­ción acti­va en los movi­mien­tos feme­ni­nos, ayu­dan­do a avan­zar en la ela­bo­ra­ción de líne­as espe­cí­fi­cas que per­mi­tan encon­trar las vías aptas para incor­po­rar a las amplias masas de muje­res a la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo, como pri­me­ra  con­di­ción para que las muje­res de las cla­ses tra­ba­ja­do­ras pue­dan avan­zar en la lucha por su libe­ra­ción. En este cami­no, damos bata­llas a las ideas feu­da­les y bur­gue­sas que lle­van a con­ce­bir que la mujer puede ser lle­va­da de arras­tre al pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio o ser neu­tra­li­za­da.
Asimismo, es impor­tan­te pres­tar par­ti­cu­lar aten­ción y rea­li­zar esfuer­zos para ganar a la mayo­ría de la inte­lec­tua­li­dad para las posi­cio­nes autén­ti­ca­men­te anti­im­pe­ria­lis­tas y anti­te­rra­te­nien­tes y lograr que sir­van al pue­blo con su tra­ba­jo espe­cí­fi­co. Esta es una lucha deci­si­va para la suer­te de la revo­lu­ción ya que ésta requie­re, para triun­far, de la par­ti­ci­pa­ción acti­va de la mayo­ría de los inte­lec­tua­les: pro­fe­sio­na­les y tra­ba­ja­do­res docen­tes y de la cien­cia y la cul­tu­ra en gene­ral. Debemos par­tir de las rei­vin­di­ca­cio­nes que uni­fi­quen a la mayo­ría de esta capa social y tra­ba­jar para que, a par­tir de su par­ti­ci­pa­ción en las luchas popu­la­res, pon­gan su acti­vi­dad pro­fe­sio­nal o docen­te, cien­tí­fi­ca o cul­tu­ral al ser­vi­cio de la lucha libe­ra­do­ra.
También es nece­sa­rio resol­ver una polí­ti­ca espe­cí­fi­ca para todo el sec­tor de cuen­ta­pro­pis­tas (parte de la peque­ño­bur­gue­sía urba­na) que ayude a orga­ni­zar­los en defen­sa de sus inte­re­ses y para par­ti­ci­par, junto al resto de los tra­ba­ja­do­res y el pue­blo, en la revo­lu­ción demo­crá­ti­co-popu­lar, agra­ria y anti­im­pe­ria­lis­ta, en mar­cha inin­te­rrum­pi­da al socia­lis­mo.
En cuan­to a la bur­gue­sía nacio­nal (urba­na y rural), dado su doble carác­ter, y con­si­de­ran­do que es una fuer­za inter­me­dia, la polí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do es de uni­dad y lucha y apun­ta a su neu­tra­li­za­ción. Esto impli­ca: ganar a un sec­tor de ella (los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos), neu­tra­li­zar con con­ce­sio­nes a otro sec­tor, y ata­car al sec­tor de la gran bur­gue­sía que se alíe con el ene­mi­go. Es nece­sa­rio tener una polí­ti­ca que ayude a desa­rro­llar y recu­pe­rar las orga­ni­za­cio­nes de la peque­ña y media­na empre­sa, para enfren­tar la cri­sis, en la pers­pec­ti­va del com­ba­te anti­im­pe­ria­lis­ta y anti­te­rra­te­nien­te.
También es nece­sa­rio tener una polí­ti­ca espe­cí­fi­ca para frac­tu­rar las fuer­zas arma­das ganan­do una parte impor­tan­te de las mis­mas, a su base popu­lar y a los sec­to­res patrió­ti­cos y demo­crá­ti­cos de la ofi­cia­li­dad. En 1945, en 1955, en 1963, en 1973, en junio de 1982 y en abril de 1987, las Fuerzas Armadas se frac­tu­ra­ron. Este es un dato fun­da­men­tal de la rea­li­dad, ya que la revo­lu­ción no podrá triun­far, no ha triun­fa­do en nin­gún país, sin ganar a una parte de las fuer­zas arma­das y sin neu­tra­li­zar a una gran parte de éstas. Nuestra línea esen­cial en caso de enfren­ta­mien­tos, es crear las con­di­cio­nes para que la clase obre­ra y el pue­blo ter­cien y apro­ve­chen a su favor, en una línea revo­lu­cio­na­ria, esos acon­te­ci­mien­tos. El tema no es la frac­tu­ra en abs­trac­to, ya que ésta es pro­duc­to de la rea­li­dad con­cre­ta, pro­pia de las con­tra­dic­cio­nes de nues­tra socie­dad. El tema es si la clase obre­ra tiene una polí­ti­ca para el caso de enfren­ta­mien­tos entre ellas o para el cho­que con el pue­blo, ganar una parte 105 de ellas para aca­bar con ese Estado e ins­ta­lar un poder popu­lar.
Debemos ade­más tener una polí­ti­ca dife­ren­cia­da res­pec­to de los dis­tin­tos sec­to­res de bur­gue­sía inter­me­dia­ria y de terra­te­nien­tes, sin olvi­dar que ellos son ene­mi­gos de la actual etapa de la revo­lu­ción. La expe­rien­cia ha demos­tra­do que se pue­den uti­li­zar las con­tra­dic­cio­nes en bene­fi­cio de la lucha revo­lu­cio­na­ria del pue­blo. La expe­rien­cia tam­bién ense­ña las con­se­cuen­cias funes­tas de basar­se en un impe­ria­lis­mo para libe­rar­se de otro, por­que ello ter­mi­na siem­pre en el cam­bio de amo.
Es pre­ci­so tener una justa polí­ti­ca de fren­te único, polí­ti­ca de uni­dad y lucha con los par­ti­dos que son la expre­sión polí­ti­ca de las cla­ses socia­les que, duran­te la actual etapa revo­lu­cio­na­ria y en cada momen­to his­tó­ri­co con­cre­to, deben aliar­se con­tra un ene­mi­go común. Política en la que res­pec­to de esos par­ti­dos, en oca­sio­nes pre­do­mi­na la uni­dad y en oca­sio­nes la lucha. Nuestra línea de cons­truir y apo­yar al FREJUPO, y la prác­ti­ca rea­li­za­da por el Partido tanto antes como des­pués de las elec­cio­nes, han impli­ca­do un salto cua­li­ta­ti­vo en nues­tra expe­rien­cia fren­tis­ta, en par­ti­cu­lar en rela­ción con el pero­nis­mo, tanto por abajo como por arri­ba y en las direc­cio­nes inter­me­dias.