En la esquina de Parque Castelli, en la esquina de 28 y 66, más de un centenar de vecinos –en su mayoría mayores de 60 años- se reúne para analizar la situación del barrio luego de la catástrofe, para que el gobierno se haga responsable de la falta de obras y circulan una planilla para hacer relevamiento de daños por manzana. Distintas personas expresan su indignación, que con el correr de las intervenciones son cada vez más eufóricas a la hora de encontrar responsabilidades en el gobierno.
En la esquina de Parque Castelli, en la esquina de 28 y 66, más de un centenar de vecinos –en su mayoría mayores de 60 años- se reúne para analizar la situación del barrio luego de la catástrofe, para que el gobierno se haga responsable de la falta de obras y circulan una planilla para hacer relevamiento de daños por manzana. Distintas personas expresan su indignación, que con el correr de las intervenciones son cada vez más eufóricas a la hora de encontrar responsabilidades en el gobierno.
En el medio de ese tumulto, nos encontramos con Lucía, una estudiante del quinto año de Medicina, que por estos días se ha convertido en la heroína de su cuadra, luego de haber rescatado a 20 personas de la vereda de su cuadra, darles albergue, asistirlas y mantenerlas calientes durante la noche más oscura que vivió el barrio el 2 de abril.
La noche del 2 de abril
“Con mis hermanos somos los únicos estudiantes en el barrio. Tenemos la suerte de vivir en un primer piso, el agua comenzaba a subir, de pronto viene una chica, que me cuenta que cuida a una abuela de 95 años y le digo por qué no la sacamos. La mujer estaba sentada arriba de una silla arriba de la cama porque el agua ya le había llegado a la cama. Esa fue la primera señora.
Cuando vuelvo a bajar, el agua estaba más arriba. Le digo a mi vecina que suba -es una mujer que vive sola-, estaba oscuras y con el agua a la rodilla.
Empezamos a sacar la gente del pasillo. La gente salió con lo puesto –también dos perros y un gato- porque todo fue muy rápido. Empezamos a sacar gente del pasillo, en eso un muchacho escucha que hay una señora enferma, escucha los gritos de una mujer, la puerta de madera que se había hinchado y no podía salir. Entonces sale por la ventana, sube al techo, vuelve al pasillo y hacha la puerta para rescatar a la señora. En ese momento yo estaba sacando al resto de la gente del pasillo, era tan fuerte la velocidad del agua, yo solo escuchaba los ruidos y ahí es cuando los veo salir, y me dice “falta Edith”, que es otra señora del pasillo.
Lo veo al chico nadando contra la corriente, le tiro una soga, lo traigo, cuando llega me dice que está con la abuela, la veo a la abuela: sumergida en el agua, la tenía atada y me dice que tiene que rescatar al abuelo y al hermano. Ahí caigo en la cuenta que estoy sacando a una persona prácticamente muerta, no respondía y en lo que tardé en subir la escalera, me iluminé en dividirnos tareas: alguien que los desvista, otro que los seque, otro que los acobije, alguien que prepare infusiones calientes…
El agua subió muy rápido, en quince minutos subió de la cintura al cuello, llegamos a sacar de sus casas a 20 personas. El problema que teníamos es que es una zona de casas bajas, solamente hay tres departamentos de plantas altas en mi cuadra. La otra dificultad que tuvimos es que la mayoría son personas mayores. De las 20 personas que sacamos, había personas mayores de 80 años.
Lo que comentan los vecinos es que nunca, en 50 o 60 años que viven, en el barrio jamás subió tanto el agua. Fue muy agresivo, fue muy rápido, no dio tiempo.
Pudimos evacuar únicamente sobre nuestra vereda, ya del lado de enfrente no pudimos porque la calle era un río salvaje. De la vereda de enfrente quisimos rescatar una pareja que salió con el agua al cuello con un nene de tres años. No la pudimos cruzar, pudieron subirse arriba de un techo y pasaron la noche ahí. La mayoría de los vecinos pasó la noche arriba de los techos, con las consecuencias de pasar toda la noche con frío, con el agua. En nuestra cuadra no tenemos que lamentar víctimas, pero sí en la cuadra más adelante y en la siguiente.
La noche más terrible
“Los daños materiales fueron terribles, no quedó un auto, el agua inclusive llevó camiones. He vivido experiencias difíciles en mi vida, pero como esta ninguna. Fue la noche peor de nosotros porque escuchábamos gritos hasta altas horas de la madrugada, de gente pidiendo socorro, gente en los árboles, personas grandes enfermas, mojadas arriba de los techos que gritaban que los rescataran pero no podíamos hacer nada.
A su vez, me pude comunicar con defensa civil y la respuesta que obtuve fue “esperá tranquila”, cuando yo le explicaba la situación que teníamos, que no era por mí sino por el resto del barrio.
Tuvimos que aguantar toda la noche, racionando la poca agua que había porque se cortó el agua. Decí que tenía varias frazadas, pudimos desvestir y secar, poner en cobijas a todos los abuelitos porque si no se iban a morir…
Teníamos dos pacientes mayores hipertensos, tenía un paciente diabético que necesitaba insulina pero no había ni medidor de glucemia, no había forma de pedir para comunicarnos. Estuvimos 48 horas con los teléfonos sin funcionar, cada tanto enganchábamos internet y mandábamos un whataAp para avisar que estábamos vivos. Yo pensaba no puedo mojar las frazadas porque es con lo que voy a tener a la gente caliente toda la noche. Agarrábamos los toallones que teníamos…
Fue una noche de mucha angustia porque parecía que paraba pero no paraba de llover. Mi escalera tiene veinte escalones, quedaron solo cuatro sin que les alcanzara el agua. Los contábamos porque no sabíamos qué hacer si el agua llegaba a mi casa. ¿Cómo íbamos a subir a la gente? Era imposible dormir porque eran gritos y más gritos.
Nos empezamos a gritar desde los balcones “¿a quién tenés?” “Yo tengo a fulano, a mengana…” y del otro lado te respondían “yo tengo a tal”. Hicimos relevamiento y habíamos rescatado a toda la cuadra. Nos quedamos tranquilos de que no había pasado nada.
Yo al nene de enfrente no me lo puedo sacar de la cabeza: un nene de tres años que le lloraba al papá: “papá que no me lleve la ola”. Es muy duro. Ese nene va a necesitar una contención extra, no me quiero imaginar su cabeza, cómo lo vivió. Verdaderamente era una ola.
Recién pudimos salir a las diez de la mañana del día siguiente para ayudar al resto de los vecinos que estaban arriba de los techos, cuando bajó el agua.
El Estado no pasó
“Hasta hoy no vino nadie del gobierno, la única ayuda que tuvimos fue de compañeros de la Universidad, que sabiendo de la situación vinieron preocupados porque no se podían comunicar conmigo, además de los familiares de los damnificados. Intentamos ayudar con algo a los vecinos, trajeron donaciones de agua.
Una sola vez pasó una combi de la municipalidad con diez packs de agua, que alcanzan para un solo día una cuadra. Después no pasaron más. Mi casa, luego, fue centro de donaciones y grupos de trabajo que fueron a repartir las donaciones y a ayudar a los vecinos que estaban en estado de shock: Necesitaron esa mano aunque sea para parar esa heladera, sacar el barro y empezar a limpiar. Vinieron brigadas de la facultad de ingeniería, se repartieron alumnos de todas las facultades, principalmente el miércoles y el jueves.
Reclamo de la asamblea
“El barrio quedó devastado, quedó solo. Ahora estamos en asamblea viendo cómo salir adelante porque hay un expediente que se presentó hace un par de años –y quedó cajoneado- porque en la esquina se inunda, y ahora se demostró que verdaderamente acá no existieron las obras necesarias.
A su vez, la asistencia posterior no llegó jamás. A algunos de nosotros no nos quieren hacer el certificado de damnificados porque lo tiene que hacer sí o sí el titular de la vivienda.
Los vecinos están intentando acceder a los créditos. No son subsidios, son créditos blandos y no pueden acceder porque son miles las trabas.
Queremos que se reconozca la cantidad de muertos real. Hay una señora que quedó fuera de la lista porque murió de un infarto y no ahogada. El otro punto, que queremos que se hagan las obras necesarias para que esto no vuelva a pasar, así que estamos con el expediente que ya había sido presentado hace varios años, juntando firmas y para que se hagan las obras necesarias.
Esto nos ha unido mucho como barrio, conocí personas maravillosas y ahora tengo una gran familia”.