La dictadura de los monopolios continúa apretando los torniquetes de su política antipopular. Lo hace siendo consciente de que sus medidas van secando, progresivamente, la pólvora bajo sus pies. Para impedir que una chispa encienda el polvorín cuenta con los servicios de agentes como Cavalli, en el movimiento obrero, y como Di Rocco en el movimiento campesino. E intenta cercar y desangrar cada lucha.
La dictadura de los monopolios continúa apretando los torniquetes de su política antipopular. Lo hace siendo consciente de que sus medidas van secando, progresivamente, la pólvora bajo sus pies. Para impedir que una chispa encienda el polvorín cuenta con los servicios de agentes como Cavalli, en el movimiento obrero, y como Di Rocco en el movimiento campesino. E intenta cercar y desangrar cada lucha.
A la táctica contrarrevolucionaria de la dictadura es preciso oponerle una táctica de la clase obrera y las fuerzas revolucionarias que impidan que aquélla liquide por separado cada lucha. Es preciso elevar el nivel consciente de cada combate aislado y llevarlos al enfrentamiento contra la dictadura y las clases que ella representa. Es necesario acompañar cada lucha contra las medidas de la dictadura y los monopolios -como ahora la de los petroleros de Ensenada y Flota SUPE, la reciente de Electroclor, la de los estudiantes de Humanidades de La Plata- de solidaridad por un lado y de escaramuzas y golpes de apoyo popular en distintos lugares, que impida que se las cerque y desangre. Al calor de este diario batallar, antidictatorial y liberador, se irá creando y proyectando la alternativa revolucionaria de poder hegemonizada por la clase obrera.
La solidaridad con los petroleros cesantes, la lucha de los obreros de Electroclor, de los estudiantes platenses hacen urgente armar la respuesta popular de conjunto. La estabilidad del plan de Krieger Vasena y del "consenso" de la dictadura se juega, en gran medida, en torno al desenlace que puedan tener las luchas en curso si se eslabonan con la lucha general por aumentos de salarios, acordes con el costo de la vida, contra los despidos y la "racionalización", etc.
Es en tal momento que el Comando Superior Peronista dispone: "unificar la Rama Sindical, procediendo a crear entendimiento entre los dirigentes gremiales actualmente contrapuestos en fracciones antagónicas (…)". Perón ordena, pues, a los dirigentes peronistas antidictatoriales unirse con los sirvientes de la dictadura, que son, dicho sea de paso, mayoría entre los dirigentes sindicales nacionales del peronismo.
La dictadura de Onganía no podría haber recibido ayuda mejor para ahogar las huelgas en curso, imponer sus salarios de hambre y "pasar el verano". Tampoco podría haber mejor regalo para los monopolios, que aspiran a contar con un movimiento obrero reunificado transformado en polea aceitada del aparato estatal de la gran burguesía.
Muchos obreros peronistas han reaccionado indignados ante esta orden. ¿Es acaso posible "reunificar" a los cesantes del SUPE con Cavalli, culpable principal, como agente de la dictadura, del hambre que viven las familias petroleras de Ensenada luego de más de dos meses de huelga?
Otros obreros peronistas creen que Perón no es el responsable de esa orientación del peronismo. Creen que ella es obra de malos consejeros. Como dijo el poeta: es una vieja historia, pero siempre es nueva. Perón sería algo así como esos reyes españoles cuyos actos incorrectos siempre eran obra de sus favoritos. Y como los favoritos de Perón -Jorge Antonio, Paladino- son de temer, hoy hay gente que cree esto. Pero los obreros deben aprender a juzgar a la gente por lo que hace y no por lo que dice o por sus intenciones. Porque en política hay actos que deciden los destinos de millones de personas y, por ende, poco cuentan las intenciones de quienes los realizan.
Triunfante Onganía, la orden de Perón de "desensillar hasta que aclare" le facilitó a aquél consolidarse en el poder. Ahora, en un momento tan crucial para la dictadura, Perón da, prácticamente, la orden de tregua. Lo que es perfectamente coherente con la política burguesa de la dirección peronista.
Esta astuta maniobra de la burguesía no se rompe entrando en el juego. Como hacen aquellos dirigentes peronistas de izquierda que aceptan o especulan con tal orden y en vez de denunciar esas directivas como contrarias a los intereses de la clase obrera, pretenden interpretar las opiniones de Perón haciéndole decir lo que él no dice.
Hoy pasa en el país lo que pasa en las fábricas. Cada vez sirven menos los delegados conciliadores, blandos ante la patronal, temerosos ante el combate. Antes podían, a veces, conseguir migajas. Con la actual ofensiva capitalista, no solo son incapaces de conseguir pequeñas concesiones, sino que son ineficaces para defender viejas conquistas proletarias. De ello están empezando a tomar conciencia los propios obreros peronistas que ven dolorosamente la realidad de los viejos métodos y las cambiantes órdenes y empiezan a ver la necesidad de una salida revolucionaria.
Es, pues, preciso crear, de abajo a arriba, organizaciones clasistas de lucha en las empresas y gremios e imponer dirigentes combativos y revolucionarios al frente de cada sección o gremio, y en el país es preciso desarrollar un fuerte frente revolucionario, hegemonizado por la clase obrera, que se vaya transformando en una verdadera alternativa revolucionaria de poder.
En el camino del combate antidictatorial liberador, los obreros y las fuerzas revolucionarias deben apoyar solidariamente cada lucha parcial. Romper el cerco de la dictadura y de quienes se lo posibilitan. Porque el polvorín del descontento popular existe y es tarea de los obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales revolucionarios, hacerlo estallar, en la perspectiva de imponer un gobierno popular revolucionario que realice las tares de liberación social y nacional. Para esto precisamos tener un fuerte Partido Comunista (CNRR).