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02 de octubre de 2010

Crecen los dramas populares como el hambre, los despidos y suspensiones, el dengue, la mortalidad infantil. Mientras, el gobierno y la oposición del sistema sólo hablan de las elecciones de junio. Por un paro nacional activo obrero, campesino y popular.

La política K agrava la crisis

Hoy 1262

1. El tsunami y las guerras
La crisis económica mundial se sigue profundizando a niveles jamás vistos. Está colapsando el comercio mundial: 500 grandes barcos cargueros que estaban encargados tienen parada su construcción. La desocupación trepa sin cesar; en Estados Unidos 1 de cada 8 trabajadores perdió su trabajo. La cumbre del “Grupo de los 20”, más allá de los discursos, no produjo medidas capaces de revertir la situación. En definitiva, la crisis agudiza todas las contradicciones entre las potencias imperialistas: cada una defiende “su boliche” con medidas proteccionistas, pese a su doble discurso sobre el librecambio.
Pese a todo el palabrerío de Obama, el billón de dólares que su gobierno destina al presupuesto militar, y a las guerras en las que está empantanado, y sus presiones en la reunión de la OTAN para profundizar la guerra en Afganistán e intervenir con más agresividad en Pakistán, muestran que el imperialismo yanqui sigue apostando a la guerra como uno de los ejes principales de su política frente a la crisis.

2. La crisis y la mentira K
El gobierno trata de ocultar la realidad de la crisis que estalla por todas partes. Se histerizó cuando la UIA publicó estadísticas con una caída de la industria del 12,2% en febrero, 8 veces mayor al mentiroso 1,5% del IndeK.
Cristina Kirchner volvió de la reunión del “G20” con la certeza de que su gobierno no tendrá auxilio financiero sino acaba con los dibujos del IndeK, y arregla con el Club de París y los bonistas. Un episodio, aparentemente confuso, en el que Obama esquivó y dejó en el aire la mano de CK para saludar a otro presidente, más allá de ser una muestra repugnante de la soberbia del jerarca imperialista, expresa la frialdad de los yanquis con el gobierno argentino. Sobre todo porque ocurrió cuando los Kirchner se alinearon con China para torpedear al dólar como “moneda patrón” y avalar el yuan chino como moneda de cambio.
Las oleadas del tsunami económico golpean duro a la economía nacional, entre otras razones, porque el kirchnerismo llevó al extremo, provincia por provincia, la política de liquidación de las producciones para el mercado interno estimulando su reemplazo por productos para la exportación.
No solo alentaron que la soja desplazara a otros cultivos y a la ganadería en la pampa húmeda. En Misiones y Corrientes, la yerba dejó el primer lugar a la madera, parte importante de la cual se exporta a Estados Unidos para fabricar viviendas baratas, y con la crisis de las “hipotecas basura” yanqui se cortaron esas exportaciones. Resultado, se cierran los aserraderos. Los Astilleros Corrientes, en los que se construyeron plataformas petroleras para alta mar, están parados, y los obreros luchan por su reapertura. En San Juan, el cambio en la vitivinicultura priorizó la producción de mosto para Estados Unidos, Inglaterra y Rusia, y ahora su precio cayó de 1.200 dólares a 800; además se estimuló a la minería contaminante que amenaza al conjunto de la producción agraria. El ajo chino ingresa al país a la cuarta parte del precio del sanjuanino o mendocino, y las cerámicas de ese país asiático, cuestan un 40% menos que las que fabrica Zanon: imposible competir con un país con trabajo semiesclavo a 30 o 60 dólares mensuales.

3. Es posible acabar con el dengue
Esta política de destrucción de las economías regionales profundizada con el kirchnerismo en función de productos de exportación, ha expulsado a millones de familias hacia las villas miserias y asentamientos precarios, sin agua corriente ni cloacas, en condiciones de hambre y desnutrición. Pueblos y ciudades rodeadas de basurales y atravesadas por ríos contaminados. Esa es la base social sobre la que opera el dengue. El gobierno no destina ni un peso al saneamiento ambiental, dan vueltas y vueltas con el Riachuelo, el Reconquista y el Matanza y cada vez están más podridos. El gobierno gastó, el año pasado, cerca de la mitad del presupuesto de salud para prevención de situaciones como la actual del dengue, en comprar un helicóptero para la Presidencia. Los hospitales tienen médicos y enfermeros mal pagos, sin elementos para actuar contra la epidemia.
En esas condiciones la epidemia de dengue avanza sin parar. La mentira K en este terreno es infame. En provincias en las que hay más de 1.000 casos de dengue, como en Tucumán, no hay reactivos para hacer los análisis, por lo que estos deben ser enviados a Buenos Aires y la respuesta tarda 15 días, lo que el gobierno usa para dar como existentes las cifras de contagio de dos semanas atrás. El repelente de insectos aumentó 6 veces su precio, y recién cuando se hizo pública la denuncia, el gobierno comenzó a hacer alguna distribución “televisiva”.
Hay que parar el dengue. Hay experiencia en el país, como la de Ramón Carrillo, siendo ministro de Perón, que enfrentó el paludismo. Esto exige volcar todos los recursos necesarios, técnicos, financieros y organizativos para desplegar una campaña nacional y de masas. Y eso no se puede hacer sin torcerle el brazo a la política kirchnerista.
A un gobierno al que solo lo atraen “la caja”, las encuestas y las candidaturas electorales, hay que forzarlo a que haga lo que hay que hacer. ¡Cómo no se va a poder fumigar rápidamente el país cuando cada año se lo hace con millones de hectáreas de soja y otros cultivos! ¡Cómo no se va a poder entregar repelente gratuito masivamente en un país que tiene industria química! ¡Cómo no se va a poder hacer una campaña educativa en un país con escuelas en todos los pueblos! ¡Cómo no se va a poder preparar al sistema sanitario para actuar en esta situación y garantizarle los recursos necesarios si Carrillo lo hizo hace más de 50 años!
Desde ya, esas medidas iniciales deben ser seguidas de una política de erradicación del hambre, la miseria y la pobreza; de vivienda, agua potable y cloacas; y de saneamiento ambiental, para que no ocurra que el dengue de hoy, como el cólera antes, sean reemplazados por algún otro ataque epidémico. Esto no es posible con un gobierno gerente de las oligarquías dominantes que saquean a la Argentina. Para cambiar realmente las condiciones de vida del pueblo, hay que imponer un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático, capaz de acabar con la dependencia y el latifundio, y el poder oligárquico imperialista que los sostiene. La China socialista de Mao fue un ejemplo mundial en la lucha contra las plagas (ratas, moscas, mosquitos, etc.), así como esta China imperialista es un ejemplo de trabajo semiesclavo, con lo que han vuelto a aparecer todas las plagas, con sus nefastas consecuencia en la salud de las masas.

4. Una línea divisoria
El país revienta por sus costuras. Se agudizan todas las contradicciones. Entre los de arriba y los de abajo; y entre los de arriba. En una sola cosa acuerdan los grupos de poder: aplacar las luchas, evitar los estallidos y llegar, aunque sea con muletas, a las elecciones de junio. Los aterran las noticias de Europa, con las masas volteando a los gobiernos de Islandia, Bélgica, Letonia, República Checa y Hungría.
Hay una línea divisoria de aguas: ¿Quién paga la crisis? Con la política kirchnerista, la pagan los trabajadores y el pueblo, con hambre, desocupación, dengue, bajos salarios, “castigo infinito” a obreros rurales y chacareros, etc.
Pero como se vio en la asamblea de Armstrong que reunió a más de 10.000 obreros, chacareros, empresarios y comerciantes nacionales, hay un camino abierto para la confluencia popular, y para poner de pie a la clase obrera barriendo a los jerarcas traidores. Es el camino de unir fuerzas en las multisectoriales en torno a un programa que junte los reclamos parciales con las medidas imprescindibles para hacerle pagar la crisis a los que se llenaron los bolsillos con el hambre del pueblo. En primer lugar, no pagar la deuda externa ilícita, usuraria, fraudulenta y odiosa. No hay salida pagando la deuda.
Hay plata. El problema es que con la política kirchnerista, esa plata se usa para pagar la deuda, y para sostener el cada vez más destartalado aparato político y sindical del sistema en el desesperado intento de los K de ganar las elecciones. Las encuestas le dan mal a Néstor Kirchner: su política lo ha convertido en un piantavotos. Entonces saca de la galera la jugada de embarcar a todos los borocotizados en una lista electoral. Pero los borocotizados son “alquilados”, no comprados, por lo que ya aparecen gobernadores e intendentes no quieren embarcarse con los K. Como dijo uno de ellos: “lo acompañamos hasta la puerta del cementerio, no entramos con él”.
Para después de las elecciones, el gobierno prepara un brutal ajuste, con tarifazos, despidos de estatales, bonos basura en las provincias, impuestazos, etc.
Frente al debilitamiento del kirchnerismo, surgen candidatos del sistema, otras derechas, que expresan a grupos del poder oligárquico-imperialista que hoy están enfrentados con los que sostienen al gobierno K. No son una salida.
Fue la pueblada del 17 de Octubre la que abrió el camino al gobierno de Perón, en el que Carrillo pudo derrotar la epidemia de paludismo. Así como fue el Argentinazo lo que posibilitó imponer el no pago de la deuda externa y un conjunto de medidas que ayudaron a paliar la crisis.
Las brasas de ese Argentinazo están bien prendidas. La gigantesca rebelión agraria ensanchó ese camino y creó nuevas condiciones para avanzar. La irrupción de los obreros de la agroindustria muestra que hay condiciones y voluntad para barrer a los dirigentes traidores y hacer de cada fábrica una trinchera de la lucha obrera y popular contra la crisis. Las multisectoriales se multiplican y van creando nuevas condiciones de unidad para la lucha.
Ese es el camino probado, para avanzar y para triunfar, imponiendo un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático, basado en las multisectoriales, que barra con el poder oligárquico-imperialista y abra paso a uno nuevo, que garantice una revolución de liberación nacional y social, en el que pugnaremos para que marche, de manera ininterrumpida, a una sociedad sin explotadores ni explotados.