La compañera Rosa recuerda que el Partido, desde su fundación en tiempos de la dictadura de Onganía, imprimía el Nueva Hora como quincenario en una imprenta clandestina. A partir de 1973, pasó a imprimirlo en una imprenta comercial, una cooperativa de trabajadores llamada Cogtal. “Ya en 1974 comenzaron los asesinatos de camaradas del Partido. Ahí resolvimos, sin ceder en la legalidad, tomar precauciones especiales, al sacar el periódico de la imprenta. Ahí empezamos los preparativos para lo que vendría después, sabiendo lo que era el Estado y las bandas golpistas.
El Partido, junto con la campaña antigolpista, se preparó. Desde Organización se tomaron medidas para todos los miembros del Comité Central, desde tener un lugar de encuentro para cuando se produjera el golpe, y un mínimo de dinero para poder movernos. Desde prensa y propaganda arreglamos citas para la distribución en distintas iglesias.
“Cuando se produjo el golpe, fuimos a Cogtal, donde teníamos muy buena relación con la cooperativa, les pagamos lo que debíamos de la cuenta corriente, y les pedimos los clichés, que eran las placas de plomo con las que se imprimía en esos años. Esos clichés jugaron un papel muy importante en el caso del secuestro de Manuel Guerra, Quebracho, para certificar en qué centro clandestino había estado.
“En Cogtal nos dieron los clichés, y nos desearon suerte. Con ellos sacamos el periódico en la imprenta clandestina que tenía el Partido, durante toda la dictadura. Era la imprenta que teníamos desde nuestra fundación, mejorada. Eso nos permitió sacar, el mismo día del golpe, una declaración del Partido.
“No teníamos organizada la distribución clandestina, pero sabíamos que tenía que cambiar todo lo que veníamos haciendo. Como parte de la preparación, veníamos discutiendo con las zonas del Partido cómo hacer esta distribución. Lo primero era tener una dirección y un nombre a quién enviar los paquetes. Si bien sabíamos que lo que venía iba a ser dura, porque estuvimos más de un año bajo fuego del enemigo con compañeras y compañeros caídos en la lucha contra el golpe, no teníamos dimensión de lo que fue la dictadura, en los inicios”.
Redacción, impresión y distribución en la clandestinidad
“Desde el comienzo de la dictadura, cuenta Nassif, estaba compartimentada la redacción, la impresión y la distribución. En la redacción estaba Gastiazoro como director, y el responsable era Otto Vargas. El lugar donde trabajaban lo conocían muy pocos. Y funcionaba con todas las normas de clandestinidad, porque Otto siempre iba al cierre de la edición.
“La impresión estaba a cargo de Organización. Conocer los detalles de cómo era esa labor, sería muy importante. Porque no sólo sacamos quincenalmente el periódico, sino que se imprimía nuestra revista teórica, en ese entonces Teoría y Política, folletos, salió como folleto El modo de producción en el virreinato del Río de la Plata, de Otto Vargas, el libro sobre el caso Graiver, el de Echagüe sobre el socialimperialismo ruso, y también materiales sobre el proceso de lucha de líneas en China tras la muerte de Mao. Seguimos desde la clandestinidad ese proceso,
“En esa misma imprenta el Partido sacó el Quinto tomo de las Obras Escogidas de Mao, que los maoístas en China nos dieron y trajimos separado hoja por hoja. Esta edición fue de las primeras que se hizo en castellano.
“Teníamos un aparato de impresión sólido, con compañeros rojos y expertos, porque había que aguantar esta situación. A ellos les llegaba el material de la Redacción, vía Otto Vargas y Jorge Rocha, por otros canales, distintos a los que teníamos en Propaganda. Por eso habría que hablar con los que hacían esa tarea.
“En Propaganda tuvimos el pase de un compañero que había sido responsable de Organización del Sector Universitario, que nos ayudó a montar el sistema clandestino de distribución. Hay anécdotas divertidas de esta época. El sistema que teníamos era sin contacto personal entre el aparato de impresión y el de distribución. Teníamos un auto, con dos juegos de llaves y de documentos, que se dejaba en un lugar establecido, los de impresiones se llevaban el auto, y lo dejaban en otro lugar con los periódicos, de donde se lo llevaba para la distribución. La anécdota es que el compañero que tenía que hacer esa tarea no sabía manejar, y tuvo que aprender en una semana, y así resolvimos.
“A partir de ahí comenzaba la distribución. Ese sistema nos preservó mucho, porque la dictadura tenía puesto el foco en el periódico, que era el enlace nuestro con todo el Partido. Preparamos previamente cuál iba a ser la cobertura del lugar desde donde hacíamos la distribución. Resolvimos un depósito, un auto y armamos un kiosco grande, de esos que funcionaban las 24 horas. La madre del compañero a cargo de esto tenía una librería y nos dio las primeras cosas que íbamos a necesitar para los paquetes.
“Teníamos aparte un lugar donde armábamos los paquetes para el interior, que era lo más complicado. Arreglamos con cada zona tres medios de transportes diferentes con distintos depósitos, que rotábamos ante la posibilidad de que cayera ese lugar. Hay que tener en cuenta que en esa época podía pasar un mes hasta que nos enterábamos qué había pasado con el envío. Esto nos preservó, porque hubo un compañero que iba a buscar el paquete que cayó porque lo estaban siguiendo.
“Lo otro importante es que armábamos los paquetes en función del lugar a dónde iba. A Misiones los mandábamos dentro de paquetes de yerba. Por esos años era común que las familias envíen a los estudiantes que estaban lejos de sus provincias, en pensiones, encomiendas, y usamos mucho este sistema.
“Esto implicaba, en momentos en que estábamos muy golpeados y perseguidos, que pudiéramos preservar la llegada y distribución quincenal del periódico. No podríamos haber mantenido la unidad política y orgánica del Partido si no fuera por el periódico.
“Otra cuestión a resolver era cómo en cada lugar, recibido el paquete, se hacía la distribución zonal. Había buzones en las zonas, donde se dejaba el periódico, y para llegar tomábamos todos los recaudos haciendo cortes, por distintos medios de transporte, y precauciones para que no nos siguieran. En la Capital Federal combinando subtes y colectivos, y también usábamos los lugares donde se guardaban valijas en las estaciones de tren.
“Desde la distribución central teníamos tres sistemas separados: para Capital Federal y el Gran Buenos Aires, para las provincias, y para las comisiones del Central. Y cada zona organizaba sus sistema clandestino de distribución a los organismos. Nunca cayó nada de la distribución central. Conocíamos, por contactos que tenía el Partido, que para la dictadura el periódico era el “bocado de cardenal”, era su obsesión, que nos buscaban, y que se sorprendían cuando en algún allanamiento encontraban el periódico de la última quincena.
“En todo ese período funcionó el frente de prensa. Teníamos responsables de prensa en todos los lugares. Te digo como para tener idea que en ese momento había mucha conciencia que lo que nosotros teníamos era el Partido, y que todo lo que hacíamos en la lucha contra la dictadura, como la organización de las huelgas, como la ferroviaria que es cuando lo secuestran a Quebracho, era por el Partido.
“No nos sentíamos heroicos, hacíamos lo que teníamos que hacer”
“Hay que decir que la JCR también sacó su periódico durante la dictadura, de manera clandestina. Quebracho era el secretario de Organización de la JCR, y su compañera Teresita responsable de Propaganda. Desde el Partido ayudamos a la impresión de la revista juvenil con esos clichés de plomo que habíamos sacado de Cogtal. La relación era a través de Organización, en esos años el camarada Rocha, y mía desde Propaganda. Yo pedía a Organización, se los pasaba a Quebracho o Teresita, ellos me los devolvían y yo a Organización. Uno de esos clichés fue el que se encontró en el Centro Clandestino El Atlético, y nosotros pudimos demostrar, en el juicio a los represores, que era el que se había usado para la impresión de una foto en el Nueva Hora.
Finalmente, reflexiona Rosa que “Esta es una historia que desde hoy puede ser vista como heroica, pero en ese momento nosotros entendíamos que éramos privilegiados porque vivíamos. Lo mismo pasaba con nuestros compañeros en la cárcel”, y recuerda anécdotas de cuando su madre iba a visitar a su hermana, Norma Nassif, quien pasó siete largos años en las cárceles de la dictadura. Y Normita le decía a mi mamá “nosotras estamos vivas, y tenemos una organización”, contándole que muchas de las que se quebraban adentro era porque no tenían nada que las respalde afuera. “No tenían una organización, un partido que siguiera peleando por lo mismo por lo que ellos estaban presos. Eso daba mucha fortaleza.
“No nos sentíamos heroicos, hacíamos lo que teníamos que hacer. Cada vez que terminábamos una distribución era la alegría de la misión cumplida. Quiero remarcar que aprendimos mucho en el período de la lucha antigolpista, y que como nuestro Partido nació en medio de la dictadura de Onganía, practicamos de entrada las normas de clandestinidad. A tal punto que luego del triunfo de Alfonsín mantuvimos como cuatro años todo el aparato clandestino que desarrollamos en la dictadura”.
hoy N° 2057 29/04/2025