El imperialismo yanqui está dando pasos acelerados en su política xenófoba, de la mano de las propuestas proteccionistas en lo económico de la administración Trump. La consigna “Estados Unidos primero”, uno de los principales arietes de campaña del nuevo presidente tiene varias aristas. Por un lado se conocen las medidas de Trump para que los monopolios yanquis vuelvan a montar sus fábricas en territorio norteamericano y así generar fuentes de trabajo. Particularmente, Trump está expresando los intereses del complejo industrial militar, para el que propuso un sustancial aumento de presupuesto.
Es sabido que Estados Unidos tiene una larga historia de explotación y saqueo, de los originarios primero, de los esclavos después, y de los inmigrantes. A lo largo de más de dos siglos, hubo una guerra civil e innumerables luchas donde los derechos civiles estuvieron en el centro de la escena. Más de una vez las clases dominantes tuvieron que ceder, pero siempre hubo y hay sectores que sueñan con imponer una “América blanca”.
Hoy, tras la presidencia de Obama que expulsó a cerca de tres millones de inmigrantes “ilegales”, la administración Trump está llevando a niveles desconocidos desde hace décadas la persecución de los musulmanes, de los latinos, y de los inmigrantes en general.
Contra los musulmanes
Trump estableció un primer decreto prohibiendo el ingreso de personas de siete países musulmanes, y desató una cacería de indocumentados. Como este primer decreto, que generó masivas protestas, fue bloqueado por la justicia, ahora sacó un segundo decreto a principios de marzo que reduce la prohibición a seis países (exceptúa a Irak), y mantiene, en lenguaje más “leguleyo”, las prohibiciones del primero. Este segundo decreto extiende sus “sospechas” sobre miles y miles de musulmanes que viven desde hace décadas en Estados Unidos, y deja en manos del Fiscal General o el secretario de Seguridad Nacional la posibilidad de ampliar la nómina de países. Para Trump, hasta los niños de origen musulmán son terroristas potenciales, como lo expresa el decreto del 6 de marzo citando el caso de un somalí naturalizado quien llegó de niño a EEUU.
Contra los latinos
El otro frente de esta batalla por volver a un EEUU “blanco” es la persecución a los inmigrantes latinos. Obviamente el principal peso de estas redadas cae sobre los mexicanos, quienes son mayoría, pero no se escapa nadie. Todos los días se conocen nuevos atropellos por parte de las fuerzas policiales, que meten presos a personas que llevan 20 o 30 años viviendo en EEUU, con hijos nacidos allí. También se han transformado en objetivo del odio racial jóvenes conocidos como los “soñadores”, que llegaron de niños traídos por sus padres y que estaban cubiertos por una legislación especial mientras tramitaban su ciudadanía. Fue particularmente conocido el caso de la joven argentina Daniela Vargas, quien, tras la detención de su padre y de un hermano, denunció esto es una conferencia de prensa, tras la cual fue presa y amenazada de deportación. La ola de indignación logró recientemente su liberación, pero sigue en curso la posibilidad de ser expulsada.
Los agentes policiales no sólo han aumentado su persecución en las fronteras con México, a la espera del prometido “muro” sino que se extienden por todos lados. Se han producido detenciones en la puerta de las escuelas, en los hospitales, en las casas particulares.
El periódico New York Times ha publicado recientemente (el 27 de febrero) una nota describiendo la escalada contra los inmigrantes: “En Virginia, los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas esperaban fuera de un albergue de una iglesia adonde unos migrantes indocumentados habían ido para resguardarse del frío. En Texas y en Colorado, los agentes entraron a tribunales en busca de extranjeros que estuvieran ahí para atender diversos asuntos”.
El Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE son sus siglas en inglés) se ha transformado en uno de los principales brazos ejecutores de esta verdadera guerra contra los inmigrantes que se ha desatado a gran escala. Los agentes del ICE viene protagonizando atropellos, no sólo contra musulmanes y latinos, sino contra los extranjeros en general. No se salvaron ni personalidades francesas como Henry Rousso, quien fue acusado de “venir ilegalmente a Estados Unidos para hacer dinero” porque había recibido 2 mil dólares para una conferencia sobre el holocausto nazi, ni la autora australiana Mem Fox, quien tras estar más de 100 veces en Estados Unidos fue bajada de un avión cuando llegó al aeropuerto internacional de Los Ángeles y estuvo detenida durante casi dos horas e interrogada durante 15 minutos sobre si estaba entrando ilegalmente para hacer dinero.
Por todo esto, de la mano de las crecientes movilizaciones de repudio, aumentan los lugares “santuario”. Ya hay seis estados (entre ellos Washington y Hawai) que rechazaron la expulsión de inmigrantes. Decenas de universidades e iglesias han adoptado la misma actitud, y más recientemente se conoció la formación de redes para albergar clandestinamente en casas de familia a los perseguidos por la política de Trump.