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04 de julio de 2020

La propiedad privada

Este 20 de junio, mientras se cumplían 200 años de la muerte de Manuel Belgrano, se realizó un banderazo en defensa de la propiedad privada. Una infortunada coincidencia. Porque Belgrano, uno de los líderes de la Izquierda de Mayo fue castigado por los retardatarios de su tiempo. Un pilar contra las afrentosas desigualdades. Nació rico y murió en la miseria. Para entonces, su único capital era la certeza de una vida al servicio de los demás.

 

De indignados e INDIGNADOS

La intervención de Vicentin y el proyecto de expropiación potenciaron la furia de los sectores dominantes. El Gobierno avasallaba la seguridad jurídica y el mismísimo derecho a la propiedad. Desde su óptica, justificada indignación.

Visto desde las necesidades de las mayorías y del interés de la Nación nosotros también nos indignamos. Indignados por el fraude argumental con el que ocultan el fraude instrumental mediante el cual, los propietarios, vaciaron su empresa. Indignados por la embestida mediática en curso. Y por la desfachatez con la que apuntalan sus privilegios. Son los que en plena pandemia, al conjuro de los Macri, Pichetto, Bulrich, se convocan para “liberarnos” de la infectadura.

Sobre Vicentin se ha dicho y escrito bastante. Avancemos entonces en las ideas fuerza que nutren el ruido señorial.

 

La propiedad

La negativa a considerarla un derecho irrestricto ¿es exclusiva de los marxistas? Decididamente NO. Los límites a la propiedad privada son habituales en la Historia. Tanto en el curso de los procesos revolucionarios como en los reformistas.

En las guerras, los triunfadores imponen a los vencidos las reparaciones. Estas suelen costarle al derrotado las “joyas de su corona”.

Cuando las crisis, el pez grande se come al chico, sin el menor miramiento por la brutalidad de los métodos expropiatorios.

Desde hace tiempo, los círculos del Poder exacerbaron su embestida contra cualquier iniciativa que oliera a cambios. Muchos de los expropiadores de antaño pasaron entonces a la defensiva. Hoy, juiciosos posibilistas, se cuidan de no ser confundidos con sus predecesores.

Sin ánimo de considerarla como la posición unívoca de la Iglesia, tienen mucho valor estas definiciones contenidas en la Encíclica Laudato si (Vaticano, 2015): “Dios niega toda pretensión de propiedad absoluta.” Y también, “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada.”

 

Choque de derechos

Con la propiedad no se juega. Siglos de goteo ideológico le otorgaron jerarquía de principio intocable. Incluso muchos la consideran un derecho natural. Con la misma majestad que la libertad o la identidad. Otros derechos naturales: el derecho a comer, el derecho a un techo. ¡Cuánta hipocresía!

El derecho a la Libertad… ¿Acaso no se amparaban en el derecho de propiedad los dueños de esclavos? Sabemos como fueron a la guerra en defensa de tal derecho. Y, a no creer que todo esto sean antiguallas. Un flagelo que se continúa en estos días bajo el eufemismo de esclavitud moderna.

 Alimentación…, vivienda… Muchos usufructúan derechos de primera. Mientra otros, los más, de décima. La generalizada injusticia y otras plagas demuestran que sólo mediante la lucha podemos aproximarnos a dichos derechos. ¡Y en eso estamos! Así como las mayorías peleamos por salud, pan, techo, tierra, libertad; así los sectores dominantes lo hacen por eternizar sus prerrogativas. ¡Y vaya que pelean!

 

¿Qué propiedad, cuáles propietarios?

Las clases dominantes trabajan a destajo para involucrar a sectores populares tras sus batallas. Mienten a sabiendas cuando aseguran que Vicentin es el inicio de una ola expropiatoria sin final.

“Que te van a sacar la casa, que te van a vaciar el ropero…”. Ni ellos mismos se lo creen. Mientras lanzan su pirotecnia concentran sus energías en profundizar las desigualdades.

Supongamos, por un instante, que la demencial fortuna de unos pocos conviviera con una vida digna para los demás. Hasta pudiéramos pensar en resignarnos al capitalismo. Pero, ¡qué nadie se persigne por mi herejía! El secreto tras la monstruosa acumulación de esos pocos es la explotación y miserabilización de la mayoría. La expoliación de Pueblos y Naciones es la causa del desamparo de millones. Y de la muerte por hambre, guerra o enfermedades curables de otros tantos. Algo hay que hacer para enderezar nuestro Mundo. Y cuando nos lo proponemos salen al ruedo en defensa de la seguridad jurídica, de la Constitución, de los derechos adquiridos.

¿Alguna razón para no desapoderar de sus empresas a un Grupo delictual? ¿Deberían pagar por fraudes, contrabando, vaciamiento, fugas y demás estafas? No nos interesan los bienes de uso de sus propietarios. Vamos por los bienes de producción. Las máquinas en sus galpones. Que en mejores manos garanticen soberanía.

Hoy se horrorizan por la expropiación, mañana reclamarán generosas indemnizaciones. Cuando oportunamente hagamos las cuentas, veremos quien le debe a quien.

 

Hoy van por Vicentin… ¿mañana por vos?

La propiedad privada, tal cual la conocemos, es una realidad medianamente reciente. Carlos I en Inglaterra y Luis XVI en Francia pagaron con sus testas doradas el hambre de propiedad de los burgueses de su tiempo. Así sucumbió el Feudalismo.

Esa propiedad privada hizo su recorrido. ¿Tendrá acaso el mismo carácter lo que posee el 99% de la Humanidad con lo del 1% restante? Para nada.

Los poderosos hicieron su primer millón (más precisamente su acumulación inicial) ejerciendo violencia. La que hiciera falta. Tanto para expropiar a los productores directos, cuanto para contrarrestar la “sana” competencia. Y, con mayor o menor sofisticación, así siguieron.

 

Los expropiadores al por mayor

Las mayorías de la ciudad y el campo son propietarios de sus músculos y sus nervios. Han sido privados de todo lo demás. Incluyendo los más elementales derechos (escritos o tácitos). Una sistemática expropiación a cargo de oligarcas y grandes burgueses.

Pero, cuando asoma algún peligro para patrimonio y primacías hacen sonar la alarma y se alistan para la batalla. Toda la carne al asador. El Grupo Vicentin debiera agradecer la solidaridad de clase de la Sociedad Rural, la Asociación Empresaria Argentina, la cúpula de la UIA y del aceitado complejo mediático. En un abracadabra evaporan las tropelías de su defendida y se victimizan.

Vicentin le metió las manos en los bolsillos a miles. ¿Pero expropiarla? Inaceptable. La propiedad privada de sus propietarios tiene mayor dignidad que la de sus víctimas.

 

El suelo

La tierra, los ríos y lagos, las riquezas del subsuelo preexisten a los seres humanos. Sin embargo, algunos han encontrado el medio de apropiarselos. Viejos y nuevos terratenientes son dueños de extensiones inconmensurables. Mientras tanto, otros poseen cero.

Los mecanismos de apoderamiento de la tierra fueron siempre los mismos. El desalojo de sus moradores originales. Sea por la fuerza o por argucias leguleyas. Ni hace falta retrotraernos a las mercedes reales que premiaban a los Adelantados. Ni a Roca repartiendo el Desierto entre los ricachones porteños y los jefes del genocidio. La historia continúa hoy día con expulsiones y asesinatos de originarios en numerosas provincias.

Estos celosos oligarcas, sus latifundios, la renta parasitaria conforman un combo nefasto cuyo efecto soportamos directa o indirectamente los argentinos. Pero para hablar de reforma agraria hay que pedir permiso. Y después perdón.

 

Agua, petróleo, minerales… y ¿ambiente?

En EEUU los propietarios territoriales son dueños de las riquezas que subyacen en sus terrenos. En Argentina NO. El agua, los hidrocarburos, los minerales son propiedad de la Nación y las provincias. Hasta aquí la legislación. Porque basta un contrato para que el flamante concesionario adquiera facultades para hacer y deshacer en sus nuevos dominios. Habitualmente, el carácter y la duración de la concesión es tal que facilita la explotación de los recursos hasta su extinción. Con más la total desaprensión respecto de los pasivos ambientales que dejan a sus espaldas. Los “inversionistas”, a falta del derecho a la propiedad, son recompensados con patentes de corso.

 

¿Y los Bancos?

Ya lo decía Bertolt Brecht, una institución tenebrosa. Algunas cajas y una gran bóveda. Y a mover dinero ajeno. Jugando con la plata de otros, en niveles astronómicos, durante la fase imperialista, se han transformado en poderosos entre los poderosos. Baste pasearse por cualquier City y contemplar los fastuosos edificios que han levantado sin arriesgar un peso. Acumulan en las buenas, las regulares. Incluso en las malas. Pero, cuando sobrevienen las muy malas. Entonces te expropian. No hay “contrato” que valga. Ejemplos sobran.

La Deuda, la gran especulación, y demás martingalas del negocio financiero. Instrumento principal para el condicionamiento de las economías de los países dependientes.

 

Concentración, centralización, extranjerización

El Imperialismo, actual fase del capitalismo, está recorrido por la dura disputa de las potencias por repartirse el Mundo. Y cuando se estabilizan las esferas de influencia vuelven a disputar para re repartírselo. Concentración, centralización, extranjerización en un interminable remolino de ganadores/perdedores. El choque entre monopolios suele ser brutal. Allá ellos. Pero en este juego de asimetrías pensemos cuántas PyMEs han desaparecido. Cuánta fuerza productiva dilapidada. Cuánta gente arrojada a la banquina.

 

Estatizaciones y FMI

Esto fue Historia. ¡Cuántas expropiaciones a cuenta de manejos irregulares de sus propietarios!

En 1942 estalla el escándalo Bemberg. Casas más, casas menos, fechorías muy similares a las del grupo Vicentin. Como resultado del mismo es nacionalizado el Puerto de Rosario.

Años después (1947) Perón crea la Dirección Nacional Industrias del Estado DINIE. En la misma se integran las empresas alemanas expropiadas como reparación de guerra. Entre otras: Bayer, Merck, Schering, Metaldinie, Ferrodinie, Crisoldinie, Siemens, Deutz Otto, AEG, Cemento El Gigante, IMPA, OSRAM.

Sobre la base de la expropiación de la estancia San Juan (1948) se crea el Parque Pereyra Iraola. Otro tanto ocurre en 1951 con la estancia Santa Narcisa.

Tras un largo conflicto es expropiado el Grupo Bemberg (1955). Su principal activo, la cervecería Quilmes.

Un hecho a retener: en 1957 la “Libertadora” gestionaba el ingreso argentino al FMI. Éste, impuso como condición ineludible la previa restitución a sus dueños de las fábricas expropiadas (las de la DINIE y la Quilmes).

 

Una temática infinita

Pudiéramos hablar de coronavirus, vacunas, patentes. Horrores como para enervarnos… Más para decir sobre muchas otras cuestiones. Pero hasta aquí llegamos.

 

Escribe Sebastián Ramírez