A comienzos de 1844, la situación social en Silesia, en Prusia, se había agravado. Au-mentaba la desocupación, y los productos ingleses, favorecidos por la rápida industrialización y por el levantamiento del bloqueo impuesto por Napoleón Bonaparte.
Así llegaron muchas telas baratas, provocando el desempleo y la baja en el pago de los salarios de los tejedores de Silesia, que no podían competir con los hilanderos mecánicos de Inglaterra.
Los tejedores de Silesia trabajaban mayormente en las fábricas de tejidos, y prolongaban la jornada en sus casas, recibiendo un salario miserable por el trabajo de toda la familia. Marx destacaba la claridad con que los cantos de los trabajadores expresaban su situación: “Sois la fuente de la miseria Que oprime aquí al pobre Sois vosotros los que arrancáis El pan seco de su boca (…) Pero vuestro dinero y vuestro bien Un buen día desaparecerán Como la mantequilla bajo el sol ¿Qué será de vosotros entonces?”
El 4 de junio de 1844 la policía detiene a un tejedor que cantaba este himno bajo la ventana de un fabricante. La respuesta fue inmediata y por la tarde una multitud amotinada saqueó las casas de los industriales y destruyó los libros de contabilidad en la localidad de Peterswaldau. Al día siguiente 3.000 tejedores se dirigieron al pueblo de Reichenbach continuando la revuelta y enfrentándose al ejército que, a pesar de disparar contra la multitud y ocasionar 11 muertos, no pudo contener la furia de los tejedores que lograron expulsar a los soldados del pueblo con piedras y palos.
El gobierno mandó el 6 de junio a 3 compañías de infantería y a una batería de artillería que aplastó la rebelión. Los sobrevivientes buscaron refugio en las montañas y en los bosques vecinos, y muchos fueron condenados.
Un gran poeta alemán, Henrich Heine, los inmortalizó en el “Canto a los tejedores silesianos”, que, comentaba Engels, se refería a la consigna preferida por las clases dominantes: “Con Dios, con el Rey y por la Patria”.
03 de octubre de 2010