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15 de mayo de 2014

Escribe Roque Romero, secretario adjunto del Smata Córdoba (1972)

La recuperación del SMATA Córdoba

Yo tengo que hablar de una experiencia de hace  40 años. Aunque no por eso quiere decir que sea menos importante.  

Yo tengo que hablar de una experiencia de hace  40 años. Aunque no por eso quiere decir que sea menos importante.  
Primero que nada tenemos que ubicarnos en ese momento político. En un país de un desarrollo industrial muy fuerte, sobre todo desde la época del peronismo, con una industria nacional de un gran empuje. Aquí en Córdoba teníamos Area Material Córdoba. Se fabricaban aviones. No está mal decir que era una de las empresas más grandes de Latinoamérica, porque se fabricaban desde aviones hasta la moto. Tenia una amplitud de desarrollo y producción, desde el año 1953, que llegó a 9.000 obreros. Era un centro industrial nacional, donde se fabricaban cosas que estaban bien hechas. Porque todavía nosotros nos acordamos de la “pumita”, que llenaba la ruta a la salida del trabajo. Y llegamos a fabricar aviones, que hicieron de la suyas en la guerra de las Malvinas, Vale decir que estaban bien hechos. 
A partir de esa condición aparece una empresa que era IKA (Industrias Kayser Argentina). Una empresa norteamericana, que viene con unas pocas matrices, viejas, como la Kayser Carabela, que allá ya no se hacían más. El centro de ellos era, al haber acá un desarrollo industrial importante, asentarse y, con el cambio de gobierno, aprovechar esas condiciones . Al poco tiempo aparece la FIAT, italiana. Y con el tiempo se hace un desarrollo. En la medida en que el Area Material, la industria nacional, iba bajando en su capacidad, estas dos industrias extranjeras se iban conformando como grandes empresas. Yo recuerdo que un obrero en la industria nacional ganaba $2 y no sólo que pasaba a ganar $10 en la Kayser, sino que se lo pasaba con máquina y todo. Porque aquello era industria nacional, pero dirigida por militares, entonces lo pasaban al operario junto con la máquina. La máquina la vendían, ¿quien la cobraba?, no sabíamos. Así eran las cosas que  nosotros veíamos desde dentro de la fábrica.
Por lo tanto, tenemos que ver que Córdoba era una provincia con un gran desarrollo industrial.  Y eso explica la  cantidad de obre-ros. En Kayser salian,  en un solo turno,  10 mil obreros, más los de Fiat, Area Material, los cuentapropistas, los pequeños talleres… Todo el mundo trabajaba para la industria.
En ese tiempo,  en Santa Isabel, donde tenemos más la experiencia, estaba el sindicato del Smata, que es el que nuclea a todos los mecánicos. Que es  un sindicato de primer grado, por lo tanto  nuclea a todos los obreros de empresas terminales, tanto de Córdoba como de las otras provincias, De modo que en Buenos Aires estaba el consejo directivo nacional, dirigido por el Sr. Kloosterman, Y en Córdoba había una disputa por la represen-tación de los obreros con la UOM.
Por ejemplo, en el año 73 – nosotros ya estábamos como directivos de la seccional del Smata Córdoba- se planteó un problema porque los obreros de FIAT –que entonces habían quedado como un sindicato por fábrica- habían quedado “en el aire”. Igual que los de Materfer y Grandes Motores. Esa condición le daba al Smata nacional el pie para reclamar la afiliación de esos obreros. Y entonces nosotros, como éramos democráticos, fuimos a las plantas y le dijimos a la gente que íbamos a hacer votar que ellos eligieran si querían pertenecer a la UOM o al Smata. Y los obreros no son ningunos estúpidos. Sabían que el Smata era más grande y les beneficiaba desde el punto de vista del convenio. Fuimos a las puertas, hicimos las elecciones y se resolvió que los obreros querían pasar al Smata. Pero el Ministerio de Trabajo resolvió que no, que los obreros debían pasar a la UOM. Y entonces nosotros fuimos reclamar con el cuerpo de delegados, y nos dispersaron a los tiros. Fue una de las experiencias de democracia que hicimos. Pero la cosa quedó así.
La principal concentración obrera de la seccional del Smata Córdoba era Santa Isabel, pero había otras, Ilasa, etc, de matrices, de cableado, pistones. Por lo tanto nosotros veíamos que para nuclear a todo eso tenés que tener un lugar distinto. No podés resolver a través de una asamblea de Santa Isabel. Yo pertenecí un año a Santa Isabel, porque era de la planta de matriz. Salí del instituto de Renault y de esa manera entré directamente allí. Por entonces en la industria automotriz  te hacían un auto para cinco, diez y , aún antes,, cincuenta años, porque les costaba mucho cambiar de matriz. Con una matriz te hacían un auto hasta que ya no se vendía. Por eso se hacían la Estanciera, el Torino, etc. Se cansaron de vender. Después cerraron la fábrica, Vino la Renault y trajo los modelos viejos de allá –el Renault 12, que aún anda-, etc.
Nosotros, en esa planta de matrices en el año ´66, éramos, para mi ver, los más acomodados, desde el punto de vista que era un trabajo más intelectual desde el dispositivo. Tenés que preparar la máquina para que después se produzcan las cosas, saber interpretar planos, etc. Por eso el capataz no te puede apretar más en la explotación, como lo hace en una línea de armado de una fábrica, donde desde cuando empieza te entran a cargar las cosas. Eso va por velocidad. Entonces, si el delegado de esa sección mira para otro lado, el capataz te da vuelta la tuerca y va más rápido. Ahí se ve en su esencia la explotación, porque cuando el capataz logra tener determinada velocidad, tenés al final de la jornada tres o cuatro autos más. Por lo tanto, hay una lucha permanente entre los delegados de esa sección, de las líneas,  y el capataz.  Entonces,  la gente ¿cómo ve cuando tiene que elegir un delegado? Trata de tener un delegado que responda a ellos. No uno que mira para otro lado, o se va al baño, porque entonces el capataz queda con las manos libres. Un solo obrero no va a protestar, porque lo mandan a barrer. Esas son las diferencias entre las distintas tareas que vos podés hacer dentro de la fábrica, que son miles. Ahí se ve la superexplotación que hay, cuando ya tienen todas las cosas preparadas para empezar el armado. Por lo tanto, ahí se ve cuando el delegado responde a vos, o no responde a vos. No obstante, el que trabaja cómodo no es que estaba fuera de esto. En Perdriel había gente a la mañana, a la tarde, a la noche. ¿Quiénes son los que están a la noche? Los que eran castigados. Por eso, el turno fijo pasa a ser una contra para el trabajador. Por eso lo primero que se empieza a pelear es que el turno sea rotativo. A partir de ahí es que la gente de matricería ve que es necesario elegir buenos delegados. 
Entonces comenzaron a eligirse delegados que resultaban contrarios a Elpidio Torres, que era el secretario general del Smata Córdoba. El ¿cómo resolvía la cuestión? Cuando aparecía un delegado que era de él, hacía la elección, se postulaba  uno que iba a ir en contra, no la hacía, así de simple. Por lo tanto, él tenía una cantidad de delegados adictos, y cualquier cantidad de seccionales donde hacían falta delegados, y no había. Y Perdriel pasó a ser la punta de lanza de esa lucha donde se apuntaba al secretario general, Elpidio Torres. Que ya, de por sí, era un tipo del lado de la empresa, que cuando te despedían ibas ahí y enseguida te hacían la cuenta de cuánto te tenían que pagar. Nada de  cómo vamos a luchar para la reincorporación. Era así descaradamente la cosa. Entonces,  estaba desprestigiado. Pero ese no era todo el desprestigio. Elpidio Torres muestra más la cara a partir de cuando en Perdriel se eligen delegados nuevos, elegidos por la misma gente y después viene la pelea para que los reconozcan como delegados, pelea que llega hasta que  tenemos que implementar una toma de la fábrica. Porque los que estábamos acá en Perdriel, si vos te postulabas para delegado, te trasladaban a Santa Isabel. Pero no para ir a trabajar, sino a cortar yuyos…y si nadie decía nada, chau. Vamos a plantearle a Elpidio Torres el problema, y nos responde que era normal que la empresa hiciera sus reacomodamientos. Entonces, la gente ya lo tenía fichado, pero había que ver cómo golpearlo.
Nosotros decimos que somos parte, o hijos, del Cordobazo. Esto hay que verlo dentro del contexto político nacional e internacional. Y de  lo que se jugaba por arriba, en cuestiones de intereses. No es que Elpidio Torres, u otros sectores del sindicalismo, eran unos nenes que empujan, luchan. Generalmente lo hacen cuando hay un interés por atrás. Yo creo que el Cordobazo  fue producto de la política de Onganía, a quien se le ocurrió sacar el sábado inglés, congelar los salarios, anular los convenios, lo cual era prácticamente echarle nafta a los obreros,  ir contra la clase obrera. Entonces la clase obrera ¿cómo podía dar combate? A Elpidio Torres no le quedó mejor que decir, me pongo a la cabeza de esto, y lo mejor que le pareció fue invitarlo a Kloosterman, el secretario general, de Buenos Aires, a Córdoba. Imagínense –con la rivalidad que existe-a un Torres, desprestigiado, y  a un porteño que nunca venía, porque nadie lo quería, para colmo dirigente sindical y traidor.
 Así pasó que el 15 de mayo se realiza una asamblea, en el Córdoba Sport, una esquina típica, donde se hacía boxeo, da gran capacidad. Entraban 7.000 personas. Estaba toda la gente, que ya venía con una bronca muy grande. No pudieron entrar. Cuando entraron quisieron hablar y tampoco  pudieron, fue silbatina para Elpidio Torres, y el otro no habló. Lo único que atinaron fue a salir, y allí la cana, que estaba afuera,  comenzó a meter gases por los vidrios. La gente salía por los techos, porque para colmo había una sola entrada. Y donde salía estaba la cana con el garrote.  Yo suelo decir que el Cordobazo empezó ese día, 15 de mayo. Porque cuando fue el día del Cordobazo, el  29 de mayo -que ellos dicen “hacemos abandono a las 10”, como algo tranquilo-  la gente salió con mucha bronca adentro. Y, para colmo,  cuando iban llegando a la terminal vieja, en el boulevard San Juan, es donde lo matan a Mena. Y allí se hizo la explosión. Y sumado a eso todas las otras fábricas, y la cantidad de estudiantes. Porque al haber tantos obreros, eso está ligado a los hijos de esos obreros que estaban en la Universidad, que por lo tanto son solidarios. El estudiantado estuvo al  lado del movimiento obrero, Y en la medida que los obreros iban ganándole a la policía, y que la policía retrocedía, eso era algo que los agrandaba. Después había de todo. ¿Quién no agarró un palo y rompió un vidrio? ¿Quién no se metía en un lugar y sacaban tortas, o tomaba algo? ¿Por qué? Porque sentían que desa-hogaban cosas que venían de años. Esa es una experiencia, que hasta a aquel ajeno que no le gustan los paros, lo despertó. Por eso decimos que el Cordobazo fue una jornada histórica que hizo avanzar a mucha gente.
Del Cordobazo hasta la elección de recuperación del gremio pasaron muchas cosas. El gremio se recuperó en el ´72. Hay una toma anterior de Perdriel, que fue una hecatombe para Elpidio Torres, que tuvo que ceder. Perdriel fue siempre el departamento dentro del Smata más opositor. Con los delegados que llevaban siempre la línea de clase. 
En  el ´70  había habido elecciones en el gremio que, desprestigiado y todo, ganó Elpidio Torres. Porque  la oposición la tenía una Lista Azul -que en realidad dirigía el PC-  que, o actuaba en  connivencia o eran inocentes, se reunían abiertamente en el mismo sindicato. O sea que Elpidio Torres tenía armada “su” oposición, que no le ganaba nunca. En eso, era un tipo pícaro. Nosotros -ya desde el ´68-  teníamos ya desarrollada una agrupación, que la llamábamos Agrupación 1º de Mayo, con orientación clasista, que buscaba siempre armar frente con los demás compañeros. Y así conformamos una lista para las elecciones del ´72 que tenía tres puntos, nada más. Tenía que ser antipatronal, antidictatorial y anti-burocrática. Hicimos centralmente un trabajo, desde el año´71, con los delegados, prin-cipalmente con los delegados de las otras empresas, y como teníamos el movimiento dentro de la fábrica, en Santa Isabel, todo eso nos ayudaba. No nos olvidemos que esa masa había hecho el Cordobazo. Entonces, sabía lo que era Elpidio Torres, que los otros no servían para nada, y entonces, no es que nos conocían mucho, pero sabían que éramos una alternativa. Así recuperamos el gremio. Pero dentro de la planta aún estaban los delegados torristas.  Y nosotros teníamos la comisión directiva, y dentro de la comisión directiva gente del PC. Por lo tanto  en esas reuniones no podíamos resolver. A Salamanca le gustaba mucho resolver todo en las asambleas generales,  pero no nos daban siempre las condiciones. ¿Qué hizo? Lo principal que resolvimos, orientados por él, fue que íbamos a ganar  la misma plata que ganamos cuando estamos en la fábrica, además, que volvíamos periódicamente a trabajar, rotábamos, para evitar la burocratización, y que los delegados de las comisiones internas, que estaban participando en las líneas, participaban de las reuniones de la comisión directiva, congresales iban a ir dos, a título de que vieran  cómo son  las discusiones. Eso nos permitía ir desarrollando, y ganar en influencia dentro de la comisión directiva. El otro objetivo central fue ampliar el cuerpo de delegados, por lo tanto Salamanca y la mitad de la comisión directiva  volvieron  al trabajo. Trabajar, y meterle pata, porque después venía la paritaria. A nosotros nos votó la gente, pero, tenemos que ser claros, todavía no nos conocían. Entonces, si jugás bien, te van a reconocer. Así, de algo más de 120-150 delegados de la época de Elpidio Torres, nosotros pasamos a  ser un cuerpo de delegados de 400 delegados. Todos tenían que estar poniendo la cara ahí. Y allí se expresaba la política que había en la provincia. Porque mal que mal todo partido quería tener influencia allí, de modo que en esos cuerpos de delegados quiere estar todo el mundo, y cada cual va con la suya. Entonces, ¿cómo resolvimos eso? Yendo más a fondo en que  cada delegado de sección tenía que llevar mandato de la gente. Con eso le sacabas a los troskos, y todo eso, que venían a jugarte “más de izquierda”, etc. Salamanca fue el genio en nuclear y llevar adelante esa línea que nos permitía desarrollar, que nos fueran conociendo. Vinieron las paritarias. Armamos mesas en el sindicato donde venían los obreros, y planteaban: “en mi sección falta agua” – porque ponían  bebederos, pero  a veces tenían que caminar dos cuadras para tomar agua, y volver-  entonces los propios trabajadores armaban los argumentos de por qué pedían esto o aquello. Quiere decir que no sólo estaba el aumento – creo que fue de un 35%- si no que había otras cosas, que a partir de allí pasaron a figurar en el convenio. Había un departamento que era tremendo, que era forja, donde abrías un horno a 1200º, veías el acero blanco, metías una pinza y sacabas, martillabas  y volvías a meter, sólo con una viserita… sumale los 40º en verano. La gente sufría de sordera, el ruido -la empresa luego puso una cortina de agua, que no resultó-, etc. Entonces nosotros logramos las 6hs. por insalubridad, y hacer reconocer la sordera, el calor, y todos los otros males. Y eso estaba incorporado en el convenio. Fue el triunfo más grande, que obtuvimos en la paritaria del 72. Nos quisieron perjudicar. Pero estaba Salamanca. El nos supo orientar. Y después estaba el “gordo” Antonio.
Después vino el 73. Perón, Cámpora, la cosa ya más política. Ahí había que moverse con más cuidado. Nosotros hacíamos movilizaciones, manifestaciones, siempre como acto de respuesta. Pero ya en la segunda elección se había ido el PC de la comisión directiva, pero entraron los troskos. Y no son malos los troskos, porque ellos lo que quieren es discutir. Ahora, después, vos les traes la gente, y en las asambleas generales desa-parecían. Entonces siempre les permitíamos que hablen, pero al haber mucha gente e ir a lo concreto se neutralizaban. Entonces en la segunda elección, que era por cuatro años, ya estábamos con más experiencia. No estaba más Kloosterman, estaba José Rodríguez. Teníamos una CGT en Córdoba, con Atilio López, Tosco, Salamanca, que fue de lo mejor que hubo en el país, que se movilizaba. Desde la UTA, López se estaba prestigiando, y estábamos nosotros. Siempre cuando se hacía un plenario en la CGT estaban esperando que fuéramos  para concretar los paros, o paro activo. Eramos protagonistas en esa CGT. No sólo éramos más grandes, sino que ya pesábamos. El haber recuperado un gremio, haberlo democratizado y puesto al servicio de la gente, eso lo valoraban todos.
Después vino el 74, Perón se muere en julio, y ya en agosto estaba José Rodríguez apuntando a intervenírnos . Estaba la cuestión de los gremios combativos, que los dirigía Agustin Tosco. A veces me tocaba ir a discutir con él. Lo único que estaba en diferencia es que yo planteaba que en vez que ser un sello la unidad, y después Tosco negociaba con éste o con aquellos, la unidad tenía que ser en la lucha. Se discutía en política. Perón muere el 2 de julio, y en agosto José Rodríguez nos llama a Buenos Aires. Tenía armada ya la intervención. ¿Por qué? Porque cuando Perón vino lo hizo con Gelbard al Ministerio de Economía y con el Pacto Social. Ese Pacto Social no era otra cosa que los trabajadores pagaran con menores sueldos lo que costaba ese pacto social, negociado con los sectores prorrusos que venían con Gelbard. De manera que teníamos un dilema.  Por un lado, el PC nos cuestionaba que no salíamos a luchar contra el Pacto Social y, por otro, los prorusos eran los dueños del Pacto Social, que ellos apoyaban Te hacían ese juego de doble pinza. Entonces nosotros fuimos  a Buenos Aires –Rene no pudo- con todos los congresales, porque se hacía un plenario y Congreso. Ahí fue que un congresal se paró  y  planteó: “lo que pasa José Rodríguez es que vos sos un prosoviético…” Había trescientos “vagos” armados detrás nuestro, nosotros éramos veinte -yo pensé: “acá nos amasijan”-. En concreto esa discusión era porque nosotros largábamos aumento de sueldo en contra del Pacto Social. Y en Buenos Aires nos decían: “ustedes tienen que levantar el pedido de aumento, porque hay un Pacto Social. Si no lo levantan, mañana tienen la intervención en Córdoba”. Esa discusión que hubo en el Congreso, la traen acá, donde el PC estaba esperando que acordáramos con Rodríguez no pelear por el aumento, y volanteaba en las fábricas que nosotros habíamos traicionado la gente por no luchar por salarios. Tal es así que en una fábrica, la gente se rebeló les dio vuelta dos autos. Ese era el estado de animo de la gente, que nos conocía, y no admitía que les dijeran que la comisión directiva había traicionado. Así fuimos a una asamblea en el Córdoba Sport. Yo venía como el delegado que había estado en Buenos Aires, y la propaganda decía que eramos unos traidores. Y bueno, allí se debatió. Y Rene aclaró cuál era el juego que hacía el PC con sus allegados. Para eso, ellos habían copado la escalerita de acceso al escenario para que cuando Salamanca se equivocara, saltar y copar. Pero él se movía como pez en el agua en las asambleas, más gente hubiera mejor, explicó nuestra posición  con claridad y esa asamblea se ganó. 
Estamos contando una experiencia de hace cuarenta años. Ahora los más jóvenes tendrán que pensar cómo se hace la recuperación de los gremios, porque cambió mucho el contexto de la fábrica. Es toda una nueva estrategia a darse. Es más difícil hoy.