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09 de marzo de 2011

Como relatamos en el número  anterior, las obreras y obreros de la fábrica Lozadur, ubicada en la zona norte del Gran Buenos Aires, protagonizaron una de las primeras luchas contra la dictadura militar videlista.

La resistencia obrera a la dictadura

Hoy 1359 / Sofía Cardozo y las obreras de Lozadur (nota 2 de 2)

Honrar la memoria y el ejemplo de nuestros mártires es un compromiso de honor para los comunistas revolucionarios. Por eso hoy, a pocos días de un nuevo aniversario del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, recordamos a Sofía Cardozo y los ceramistas de Lozadur y Cattaneo.
Entre agosto y octubre de 1977, 900 trabajadores llevaron adelante un quite de colaboración y manifestaciones dentro de la planta, por reclamos salariales y contra el trabajo a destajo.

Honrar la memoria y el ejemplo de nuestros mártires es un compromiso de honor para los comunistas revolucionarios. Por eso hoy, a pocos días de un nuevo aniversario del golpe de estado del 24 de marzo de 1976, recordamos a Sofía Cardozo y los ceramistas de Lozadur y Cattaneo.
Entre agosto y octubre de 1977, 900 trabajadores llevaron adelante un quite de colaboración y manifestaciones dentro de la planta, por reclamos salariales y contra el trabajo a destajo.
La brutal respuesta de la dictadura fue el secuestro de siete trabajadores de Lozadur la madrugada del 3 de noviembre de 1977: Felicidad Abadía, Dominga Abadía, Elba Puente, Ismael Notaliverto, Francisco Palavecino, Pablo Villanueva, y Sofía Tomasa Cardozo, que tenía 38 años, tres hijos, y era militante del PCR. Pocos días antes, habían sido secuestrados cuatro obreros de la ceramista Cattaneo, también de la zona, que estaba haciendo quite de colaboración por sus reivindicaciones y en solidaridad con Lozadur. Sus nombres: Juan Paniza, Pedro Ponce, Faustino Romero, y Jorge Ozeldine.
Inmediatamente producido el secuestro comenzó la lucha por conocer su paradero, y por su libertad. Trabajadores de Lozadur –que había reabierto luego de un mes-, ex trabajadores y familiares, fueron protagonistas de esta lucha, en la que tuvo destacada participación nuestro PCR.
A Sofía Cardozo se la llevaron de su casa, ubicada en Don Torcuato, a sólo tres cuadras de Campo de Mayo, desde donde operaban los grupos de tareas que salían a secuestrar. Una compañera de trabajo de Sofía, también militante del PCR, cuenta cómo se salvó de ser secuestrada: “Yo iba a pasar por casa para buscar ropa para mi hijo. Vivía en un pasillo, atrás del cual había una casita de un constructor. Un compañero mío, como estaba cerrada la fábrica, estaba trabajando para ese constructor y se quedó a dormir ahí. Como sabía que yo iba a llevar al chico al colegio me estuvo esperando en la esquina. Cuando llegué me dijo ‘andate porque vi al ejército hoy a la mañana, te vinieron a buscar’”.

 

Los obreros denuncian el terror fascista
El secuestro de los ceramistas tuvo repercusiones en el movimiento obrero. En FATE, donde trabajaba el compañero de Sofía Cardozo, se hizo una asamblea para repudiar el hecho. Los familiares de los obreros se vincularon entre sí, en gran medida por el trabajo militante del PCR. Estos familiares presentaron habeas corpus, se reunieron con dirigentes políticos y religiosos, denunciaron el terror fascista ante los organismos internacionales y periodistas extranjeros, y pasaron a formar parte de la vanguardia de la lucha democrática, vinculándose con la naciente organización Madres de Plaza de Mayo.
Los trabajadores que habían quedado en Lozadur, con gran valentía, siguieron la pelea por sus reivindicaciones, y aportaron con sus denuncias sobre el terror fascista a la tarea de los familiares. En esto trabajaron en conjunto con compañeras del PCR que habían sido echadas.
Uno de esos trabajadores que había quedado dentro de Lozadur, con el que se discutían los volantes que el PCR hacía para la fábrica, era analfabeto, y le pidió a su hija que le enseñara a leer, para ser mejor dirigente. Y en poco tiempo aprendió a leer y escribir.
 

Ante la OEA
Cuando vino la OEA, se organizó entre los trabajadores una delegación para ir a una entrevista. Se hizo un petitorio en la fábrica, porque no había Comisión Interna, y pidieron por nota ser recibidos:
“Los familiares de desaparecidos y trabajadores de la empresa Lozadur SAIC solicitamos una entrevista a tan digna Comisión para que los miembros de la misma tengan en su poder un testimonio más de cómo en la Argentina se violan los derechos humanos, desde el secuestro de nuestros familiares y compañeros de trabajo hasta nuestros más elementales derechos de ciudadanos argentinos, para que conozcan y nos pregunten cómo ha respondido el Área Militar 424, las fuerzas de seguridad, el Ministerio de Trabajo y el Poder Judicial a los 800 operarios ceramistas de Lozadur cuando reclamaron por mal liquidación de jornales y aumento salarial”, leemos en este extraordinario testimonio de la realidad argentina de esos años.
A una parte de estos trabajadores los citó el interventor militar del gremio, que les dijo “ustedes están apoyando a los terroristas”, y se los llevaron detenidos al Arsenal del Ejército Esteban de Luca. Fueron momentos muy difíciles, porque se pensó que serían secuestrados, lo que no ocurrió. Fracasada la presentación colectiva, los obreros no se echaron atrás, y dieron testimonio de manera individual, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre el 6 y el 15 de septiembre de 1979.
El clima de terror era palpable para los trabajadores de la zona, no sólo en Lozadur. Se conocía que la dictadura había secuestrado cuerpos de delegados enteros de empresas chicas y grandes. En los barrios humildes cercanos a Campo de Mayo se decía que “ahí se entra pero no se sale”, y se contaban casos de cadáveres encontrados dentro de camiones de transporte de carne, o quemados a los costados de las rutas, junto con neumáticos.
En ese clima, los trabajadores de Lozadur, y los familiares de los desaparecidos, presentaron un impactante “Testimonio de las violaciones a los derechos humanos en la empresa de ceramistas Lozadur”. Allí explican sus reclamos “por aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo”, los petitorios presentados, y cómo fue la lucha: “El quite de colaboración consistió en no trabajar horas extras y no realizar la producción comprendida en el destajo”. Detallan cómo la empresa cerró sus puertas en medio del conflicto, y la instalación de “un pelotón del ejército y un oficial que nos informó del despido de 800 operarios por aplicación de la ‘Ley 21.400’”.
Luego, tras denunciar que “hasta la fecha no se han resuelto los juicios del cobro de indemnización por despido”, detallan los secuestros de los obreros ceramistas de Cattaneo y de Lozadur.
Trabajadores y familiares, junto a compañeros del PCR, realizaron entrevistas a dirigentes políticos y religiosos. Como cuentan en el Testimonio que estamos citando, al cumplirse un año de los secuestros, “pedimos que se oficiara una misa al padre Santiago de la capilla San Cayetano, ubicada en Dean Funes 950, Boulogne (a 3 cuadras de Lozadur)”. El día antes dela misa, un pelotón del ejército entró en la capilla revolviendo todo, intimidando al cura.

 

Un baluarte obrero de lucha antidictatorial
Este contingente de ceramistas fue parte destacada de una avanzada obrera que enfrentó a la dictadura desde el primer día, y que con su lucha la fue desgastando. Obreras y obreros que no sólo pelearon por sus reivindicaciones, y denunciaron el terror fascista, sino que tomaron posición en los grandes temas de la política nacional de esos años, como por ejemplo cuando la dictadura videlista intentó arrastrar a nuestra patria a una guerra fratricida contra Chile.
En un documento de fines de 1978, de apoyo a “las palabras de paz pronunciadas por el cardenal Samoré”, “los trabajadores ceramistas y familiares de obreros desaparecidos de las fábricas Lozadur y Cattaneo” manifiestan que “oraremos para que en nuestro pueblo nunca tenga eco la propaganda belicista que hoy, con falsos argumentos de soberanía, han pretendido confundirnos y ganar nuestras mentes para un enfrentamiento entre hermanos”.
En el mismo documento, tomando la posición episcopal de “No hay paz sin justicia”, reiteran su reclamo de “justicia en nuestros trabajos, donde los derechos fueron avasallados”, y “pedimos angustiosamente la aparición con vida de nuestros compañeros de trabajo y familiares desaparecidos”.
Treinta y cuatro años después de la lucha de Lozadur, no olvidamos, y no perdonamos. El ejemplo de Sofía Cardozo y los ceramistas desaparecidos está presente en cada combate obrero y popular por la liberación, y sus nombres son banderas que ondearán con fuerza el día del triunfo de la revolución.