El presidente afgano, Ashraf Ghani, abandonó el país. Fue la señal definitiva de desmoronamiento del gobierno ante la ofensiva talibán que tomó Kabul sin resistencia el 15 de agosto.
Joe Biden, presidente de EEUU, explicó que las tropas norteamericanas se debían haber retirado ya hace mucho tiempo y que las tropas de EEUU no iban a librar una guerra que las propias fuerzas afganas no estaban dispuestas a luchar.
De cualquier manera reconoció que la caída de Kabul se dio más rápido que lo esperado.
Los medios del mundo compararon las imágenes de la retirada con las de la caída de Saigón, con la diferencia de que en ese caso se trataba de la liberación de Vietnam dirigida por los comunistas.
Posteriormente EEUU retomó el control del aeropuerto y declaró, en un aparente acuerdo con los talibanes, que los vuelos de evacuación de sus ciudadanos y sus colaboradores afganos continuarían hasta el 31 de agosto.
Para las mujeres afganas hay mucho que perder y en zonas ya conquistadas por los talibanes se les impone la cobertura total del cuerpo y se les impide trabajar. Tienen que salir acompañadas por algún hombre de la familia.
El 18 de marzo de este año líderes talibanes se reunieron en Moscú con representantes de China, EEUU, Pakistán, Qatar y partidos de Afganistán para preparar la nueva situación del país. Ahí, el portavoz de los talibanes dijo que esperaban hablar lo antes posible con China sobre «la reconstrucción de Afganistán». Esperan las inversiones chinas. Además dio garantías de que no permitirían la entrada de los uigures, minoría islámica china muy perseguida por el gobierno de Pekín. A su vez dio garantías de que no habrá miembros de Al Qaeda en Afganistán.
El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, se había reunido con una delegación talibán el 28 de julio en Tianjin preparando este resultado. China logra así integrar a Afganistán en la nueva ‘ruta de la seda’.
