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02 de octubre de 2010

La reunión del G-20

Hoy 1243 / Descargan su crisis sobre nuestras espaldas

Pese a las declamaciones sobre la necesidad de “una nueva arquitectura financiera internacional”, y frente a las dimensiones que está adquiriendo la actual crisis económica mundial, las conclusiones de la Cumbre del “Grupo de los 20” el sábado 15 fueron más bien raquíticas.
Los “líderes” de las grandes potencias y otros que compartieron su mesa (Cristina Kirchner entre ellos) juraron como sobre la Biblia su “creencia compartida en los principios de mercado” y el “libre comercio”. Dijeron que éstos son garantía del “crecimiento económico, el empleo y la reducción de la pobreza”, mientras en sus países y en todo el mundo el crecimiento económico se derrumba, el empleo desaparece, y la pobreza crece en progresión geométrica como consecuencia de esos “principios”.

Ellos especulan, nosotros pagamos
La convocatoria del G-20 reunió a las potencias imperialistas del G-8 (Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, Canadá, Italia, Gran Bretaña y Rusia), a algunas de la Unión Europea, y a 11 países que bajo la vaga denominación de “emergentes” mezclan países tercermundistas dependientes como la Argentina, Arabia Saudita, Brasil, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Turquía, y países imperialistas como China y Australia. España y Holanda participaron también por invitación de Francia.
Los líderes del G-20 resumieron sus objetivos en 3 conceptos: ampliar sus medidas para contener los derrumbes financieros; regular los mercados financieros; y coordinar acciones para tratar de reactivar la economía mundial, cuyo crecimiento en las potencias imperialistas –salvo en China– ya bordea el cero.
Pero además, más allá de sus llamamientos a no acudir al proteccionismo ni a “nuevas” barreras a la inversión y al comercio internacionales, y por encima de la coordinación que invocan, dejaron en claro que adoptarán las medidas que “se consideren apropiadas” en sus respectivos países, con lo que de hecho se reservaron la posibilidad –si se agrava aún más la crisis que ellos mismos originaron– de cerrar sus economías en resguardo de sus mercados y de sus reservas monetarias.
Aunque los une el espanto ante la profundidad de la crisis, incluso los sátrapas del G-8 debieron relativizar sus propios acuerdos. La competencia o rivalidad entre ellos se fue acentuando con las sucesivas oleadas de crisis que sacuden a la economía mundial desde hace una década. En su trasfondo sigue estando la persistente baja de las tasas de ganancia en la producción y la búsqueda de los monopolios imperialistas de recomponerlas por la vía parasitaria de la especulación financiera con el cambio de divisas, “futuros”, hipotecas, etc.
La crisis capitalista-imperialista será larga y profunda. Los imperialistas la descargan despiadadamente sobre la clase obrera de sus países y sobre los pueblos de los países oprimidos. En la Argentina deben pagarla los imperialismos y sus socios internos, que se enriquecieron durante más de 30 años a costa del pueblo. No se trata de hacer “otro capitalismo” como dijo Cristina K, sino  una revolución para liberarnos de toda opresión y explotación.