Vimos en notas anteriores algunas de las experiencias de la Revolución China encabezada por los comunistas chinos dirigidos por Mao Tsetung, en particular las batallas protagonizadas por las masas para resolver problemas milenarios de sequías e inundaciones, y las avanzadas experiencias de las comunas populares.
Estas experiencias, y muchas otras, tuvieron como principio rector la continuación de la revolución en la sociedad socialista, y el enfrentamiento entre dos líneas en el Partido y en el Estado, los seguidores del camino capitalista, y los revolucionarios.
Todo esto tuvo su correlato en la defensa del medio ambiente, con aciertos y errores como reconocieron los propios comunistas chinos. Si bien no se hablaba en esos términos, como se difundió en Occidente a partir de la década de 1970, y menos se utilizaba el término ecología, los revolucionarios chinos mostraron desde comienzos en las zonas que iban liberando, y luego en el conjunto de China, una gran preocupación por la preservación de los bosques, las pequeñas represas hidroeléctricas que revolucionarizaron la obtención de energía en las zonas rurales,
Fue importante en este sentido la utilización de abono orgánico por sobre los compuestos químicos, y la difusión del biogás (combustible obtenido de desechos orgánicos), que permitió avanzar en la reforestación en vastas zonas rurales, y dar la batalla contra la tala indiscriminada de árboles, utilizada por milenios por los campesinos para obtener leña.
En las ciudades, en plena Revolución Cultural, ese gigantesco proceso de lucha por el poder en las condiciones de una dictadura del proletariado, los maoístas, al tiempo que desplegaban la lucha política e ideológica para que las masas tomaran efectivamente en sus manos la dirección de las palancas claves del Estado, realizaban campañas para “esforzarse por recolectar la chatarra y otros deshechos”.
Todo esto hoy ha desaparecido, ya que a partir de la tragedia de la restauración capitalista en China a partir de 1978 y del desarrollo voraz de una burguesía imperialista que sojuzga al pueblo chino y busca su expansión por todo el planeta, los problemas ambientales y la polución se han multiplicado enormemente.
La lucha contra las “cuatro plagas”
Hacia fines de la década de 1950, en 1957 el presidente de China Mao Tsetung promovió la campaña contra “las cuatro plagas” (mosquitos, moscas, ratas y gorriones) como uno de los caminos para promover la higiene y el cuidado de los cultivos. Lo hizo en medio de la campaña por el “Gran Salto Adelante” de la economía y la sociedad socialista, que ha sido objeto de las más absurdas difamaciones por parte de las potencias imperialistas y sus escribas académicos, que hablan de una hambruna de millones.
Lanzada la campaña movilizando a las masas, los chinos comprobaron que el exterminio de gorriones había sido un error, porque no sólo se comían las semillas de los granos, sino gran variedad de insectos que afectaban a las plantaciones.
En 1960, el Estado socialista y el propio Mao reconocieron este error, y plantearon cambiar el exterminio de gorriones, que fueron reintroducidos en China, por las chinches.
Aprendiendo de los errores, los maoístas chinos, con Mao a la cabeza, promovieron desde comienzos de la década del 60 las comunas populares, y luego lanzaron la Revolución Cultural Proletaria China, que como plantea el Programa del PCR: “fue una gran revolución protagonizada por millones de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, obreros, campesinos, estudiantes, etc. que a partir de 1966 conmovieron a ese país y al mundo. Con ella se logró impedir la restauración capitalista y sostener la dictadura del proletariado durante más de diez años, llevándola a su punto más avanzado”.
China en la primera conferencia internacional sobre el medio ambiente
En 1972 se realizó la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano en Suecia. Esta pasó a la historia como la primera conferencia de la ONU sobre el medio ambiente. Allí, en un contexto internacional en el que había dos superpotencias (EEUU y la Unión Soviética ya transformada en socialimperialismo), se dieron varios debates. Entre ellos, acerca del uso de armas nucleares. Frente a una propuesta de declaración que “recomendaba” dejar de lado los ensayos con armas nucleares en general, la delegación de la República Popular China planteó, sin hipocresía, que “las superpotencias proseguían la carrera de armamentos y que China debía efectuar ensayos de armas para su defensa propia, pero que, contrariamente a las superpotencias, se había comprometido a no ser la primera en emplear armas nucleares” e “Insistió en que el proyecto de Declaración no había logrado precisar la causa principal de la contaminación del medio, a saber, la política de pillaje, agresión y guerra
que practicaban los países imperialistas, colonialistas y neocolonialistas, especialmente las superpotencias”.
Y remataban los representantes chinos con una propuesta de declaración, que perdió la votación, que decía: “Con objeto de proteger a la humanidad y al medio humano, es imprescindible prohibir tajantemente el uso de armas biológicas y químicas inhumanas que contaminen y perjudiquen gravemente el medio, y proceder a su completa destrucción; prohibir y destruir
completamente las armas nucleares y, como primera medida para ello, conseguir que los Estados que poseen armas nucleares lleguen a un acuerdo de no utilización de las mismas en ningún momento y bajo ninguna circunstancia” (Informe de la Conferencia de las Naciones Unidas Sobre el Medio Humano, Estocolmo, 5 a 16 de junio de 1972. Naciones Unidas, Nueva York, 1973).
Normas para la protección del medio ambiente
También en 1972, en medio de la Revolución Cultural Proletaria en China, el entonces primer ministro de China, Zhou Enlai (Chou En – Lai), gran defensor de la protección del medio ambiente con una perspectiva revolucionaria, impulsó algunos criterios políticos que pasaron a debatirse en todo el país, además de motorizar una conferencia nacional sobre protección del ambiente que se llevó a cabo en 1973, y un Consejo de Estado específico que impulsó la creación de instituciones gubernamentales de manejo del medio, tanto para estudiar los problemas como para controlar la polución de la industria, las ciudades y los recursos hidráulicos.
Los revolucionarios chinos buscaron resolver la contradicción entre el desarrollo de la producción agrícola e industrial, para garantizar la independencia del pueblo y la nación, y la protección del medio ambiente, así como la contradicción entre los resultados inmediatos y los intereses a mediano y largo plazo.
Sobre esta base, establecieron normas alrededor de la planificación tratando de compatibilizar las relaciones entre la industria y la agricultura, las zonas urbanas y rurales, la producción y la vida humana, el desarrollo económico y la protección del medio y el mantenimiento del ecosistema.
Con la experiencia en el combate por dominar los ríos “dañinos”, y generalizando a otras áreas la resolución de la “dialéctica entre el agua y el suelo”, afirmaron que la polución y destrucción del medio se deben a la explotación y utilización irracional de los recursos naturales y de la energía.
Para avanzar en esta pelea, lo central era la confianza en las masas y en sus iniciativas, tanto en la protección del medio ambiente, en el cumplimiento de las leyes y reglamentos vinculados a estas cuestiones.
Una pelea concreta que se dio en medio del desarrollo de las comunas populares, con los ejemplos de la comuna de Tachai en la agricultura y la de Taching (producción petrolera) en la industria, fue el tema de la contradicción entre las ciudades y las zonas rurales.
Esta pelea por resolver una de las contradicciones fundamentales de la sociedad dividida en clases tuvo en la China revolucionaria caminos concretos, que pasaron por promover ciudades pequeñas y medianas desalentando las grandes, rodear de agricultura los centros industriales, así como promover industrias en las zonas rurales.
La restauración del capitalismo en China en 1978, que cerró una etapa en el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado mundial, barrió en un proceso con las grandes conquistas logradas con la revolución, y en concreto en lo que hace a la contaminación ambiental y el cambio climático, China es hoy una de las principales potencias imperialistas responsables de las consecuencias nefastas del sistema de explotación capitalista e imperialista, en primer lugar sobre su propia población, y sobre todos los pueblos del mundo.
Semanario Hoy N° 1948